El cóndor necio y el dragón al acecho

Por: Juan Pablo Neri Pereyra

“El cóndor necio y el dragón al acecho” es el título del libro sobre las relaciones entre China y Bolivia que empecé a escribir desde 2018 y que ahora sale a la luz. El título de esta publicación que se asemeja al de una fábula, sintetiza la relación desigual que se ha establecido entre Bolivia y China. Más que a un escenario sombrío y peligroso de una relación abusiva, la analogía se refiere al abordaje que ha asumido cada país en su relación con el otro.

Nadie puede dudar que China es una mega tendencia en la actualidad. El hecho fáctico de su creciente presencia global, es un tema que se discute a diario en los medios de comunicación occidentales. De hecho, las potencias occidentales, cuya influencia se encuentra en franco declive, son las que mayor preocupación expresan con relación a esta tendencia. Hace un par de días, por ejemplo, los principales aliados occidentales, Estados Unidos, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda, acusaron a China de ciber-espionaje. La respuesta de los voceros de China fue contundente: “no tenemos tiempo para esas cosas”.

Ya sea que la acusación resulte falsa o verdadera, el hecho central es que lahegemonía de occidente está en tela de juicio. Este proceso se debe, en gran medida, a decisiones que fueron tomadas por los gobiernos de las mismas potencias occidentales. Principalmente, la decisión de dar rienda suelta al Capital, en desmedro de la relación entre éste y el Estado. Esa decisión fue fundamental para el auge de la economía China, cuyo gobierno tomó el camino opuesto. Fomentar su desarrollo capitalista, a través de una economía planificada. En consecuencia, China pasó a ser la segunda economía industrial más importante, así como la principal potencia comercial del mundo, con más de 130 socios comerciales, entre países pequeños y grandes.

Ahora bien, esto no quiere decir que el objetivo de China sea sustituir a occidente encabezado por Estados Unidos. Por lo menos, no por ahora. Sin embargo, parafraseando al fallecido Henry Kissinger, el simple hecho que China se haya posicionado, tan rápidamente, como una superpotencia, constituye en sí mismo una amenaza para la existencia y la hegemonía norteamericana, así como de sus satélites en Europa. Desde el otro frente, como toda potencia emergente, China se vio en la necesidad de mejorar su posición geopolítica, por ejemplo, a partir de fortalecer su presencia política y militar en su área de influencia inmediata; así como a partir de ampliar su influencia global, estrechando sus relaciones bilaterales.

Este es el panorama global que nos toca vivir. Adicionalmente, la incursión militar de Rusia sobre Ucrania fue otro elemento que evidenció la decadente unidad e influencia de Europa. El declive de la hegemonía de occidente también tiene un fundamento material, que es la crisis del sistema capitalista, tanto a nivel nacional, como global. Todos estos elementos se han traducido en un creciente descontento en las potencias occidentales. Primero, tiene lugar un resurgimiento de movimientos fascistas en Europa; segundo, nuevamente soplan aires de guerra en ese viejo continente; tercero, el infame genocidio que Israel promueve en territorio palestino, también debe ser leído como una declaración de las potencias occidentales, por reafirmar su poderío a nivel global. Éste último punto no es una simple conjetura, sino que fue expresado abiertamente por altos funcionarios de Estados Unidos y Europa.

La decadencia de todo imperio viene siempre acompañada de una violencia brutal y abyecta.

En este panorama de transformaciones sombrío, ¿Cuál es el lugar que ocupa Bolivia? Por otra parte ¿Cuál es la posición que debería asumir el país?En primer lugar, hay que ser claros, Bolivia es un país pequeño y cuya influencia en la arena internacional es insignificante, por decir lo menos. Pero ésta no es, necesariamente, una posición puramente desfavorable. Sobre todo, en el proceso en curso de transformación del orden geopolítico que señalo antes. Por ejemplo, el hecho de ser una economía pequeña y, en gran medida informal, nos permitió soportar la crisis global de 2009, cuyos efectos duraderos también sirven para comprender el panorama global actual.

Sin embargo, nuestra posición tampoco se constituye automáticamente en una ventaja. En todo caso, depende(rá) de las decisiones que tomemos como Estado. Mi hipótesis es que el panorama de transformación global abre una posibilidad para que los países pequeños y emergentes pueden negociar posiciones más ventajosas, toda vez que lo hagan con un grado elevado de pragmatismo. Eso es lo que hizo China, por ejemplo, cuando decidió abrirse al mundo, con una política exterior libre de recelos y pasiones políticas. Y, eso es lo que, de alguna manera, han estado haciendo otros países de Latinoamérica, al estrechar sus vínculos con China, sin afectar su relación con las potencias occidentales, e ignorando las cantaletas de estas últimas sobre “el peligro de asociarse con la potencia asiática”.

Bolivia, no obstante, optó por un enfoque menos perspicaz, durante la última década, algo que denomino como “campismo”. Es decir, una política exterior fundada en una valoración excesivamente geopolítica. Bajo este enfoque, el mundo es dividido en “campos” en los que es necesario posicionarse, siguiendo una lógica corporativa. En otras palabras, se tiende a simplificar la política mundial en bloques o campos en oposición, reciclando la lógica de la Guerra Fría. En este marco, la política exterior boliviana privilegió ciertas relaciones bilaterales, en términos comerciales y de financiamiento, por ejemplo, en desmedro de otras. Claro que esta no es una contradicción “propia de Bolivia”, Argentina hizo lo mismo, recientemente, a partir de su viraje hacia una política reaccionaria.

A lo anterior se debe sumar la contradicción fundamental del hecho que Bolivia es una economía de exportación y dependiente. Es decir, nuestra capacidad de negociación en la arena internacional ha estado, ampliamente subordinada, a nuestra necesidad de asegurar mercados para nuestras mercancías de exportación, notablemente bienes primarios. Por lo tanto, un error importante ha sido creer que el acercamiento de China con Bolivia se debió a aspectos idealistas, como la cooperación sur-sur, o la noción anticuada de la formación de un bloque no-alineado. Lo mismo puede decirse de la innecesaria afinidad de Bolivia con Rusia, por ejemplo.

Mientras que la potencia asiáticaempleó un enfoque, en apariencia internacionalista, pero pragmático o realista en la práctica; el enfoque boliviano ha sido sobre todo campista en la práctica, como una deformación del internacionalismo que establece la Constitución. Incluso, las potencias occidentales han comprendido la necesidad de reformular el enfoque de su política exterior. Interesantemente, como una forma de contrarrestar el posicionamiento de China, las potencias occidentales han adoptado una serie de medidas anti-globalistas.

En todo este escenario complejo, Bolivia precisa asumir un enfoque que fortalezca sus capacidades en la arena internacional. Sobre todo, para evitar el recurrente problema de ingresar en relaciones asimétricas y desventajosas. Además, este enfoque debe ir de la mano con un replanteamiento urgente de su sistema económico y su modelo de desarrollo.

La presentación del libro “El cóndor necio y el dragón al acecho” se realizará este 4 de abril en la Casa Museo Solón ubicado en la Avenida Ecuador Nº 2517.