MÁS DE 30 VÍCTIMAS MORTALES
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Iglesia pide tomar medidas ejemplares para que feminicidios no se vuelvan una epidemia

Monseñor Sergio Gualberti, arzobispo de Santa Cruz. Foto/ASC

El Arzobispo de Santa Cruz monseñor Sergio Gualberti dijo este domingo que ante la pérdida irreparable de más de 30 víctimas mortales en lo que va del año, hace falta tomar medidas ejemplares y efectivas para evitar que los crímenes contra mujeres y niños se vuelvan una epidemia.

Afirmó que es hora que las autoridades, las fuerzas vivas de la sociedad, en especial del mundo de la educación y de los medios de comunicación, trabajemos juntos para la prevención y formar a las jóvenes generaciones en los valores humanos y cristianos, en el respeto de la vida y la dignidad de cada persona, como bienes sagrados e intocables.

“Estos hechos, además de ser delitos horrorosos son pecados gravísimos ante el Dios de la vida”, manifestó monseñor Gualberti, a tiempo de indicar que estos hechos causan dolor a los familiares, especialmente a tantos niños y niñas que han quedado en la orfandad.

Durante la homilía dominical exhortó a los católicos a ser mensajeros de la esperanza y ponerse al servicio de la reconciliación, la unidad y la paz en nuestra sociedad, donde nunca falta la presencia del mal, el odio y de la violencia. Particularmente nos tiene que cuestionar a todos la sangre de tantas mujeres y niños inocentes ultrajados, asesinados vilmente en nuestro país por el machismo y violencia ciega, manifestó.

“No amemos con la lengua y de palabras sino con obras y de verdad. No podemos quedarnos en puras palabras o buenas intenciones, sino que el amor a Dios y al prójimo nos tiene que mover a entregarnos sin medida al proyecto de salvación de Dios, compartir y ser solidarios con los pobres y necesitados, luchar en contra de las injusticias”, dijo en su mensaje.

Al haberse iniciado el mes de mayo exhortó a unirse a la convocatoria del papa Francisco y participar en la Maratón de la Oración a la Virgen María para que ella nos ayude a vencer a la pandemia, pero también a todos los males físicos, morales y espirituales que nos aquejan.