Género
Ella, política; él, ayudante de albañil
Emiliana y Florencio, quechuas con suertes dispares


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Viernes, 21 Noviembre, 2014 - 18:32

Florencio Magne y Emiliana Aiza son paisanos, pero presumo que no se conocen. Él y ella son del Norte de Potosí. Florencio nació en Pichaca, provincia Bustillo. Emiliana llegó al mundo un poquito más al sur, en Huayraña, provincia Chayanta. Ambos son campesinos. Ambos quechuas. Ambos de una zona donde la miseria es moneda corriente, aunque las estadísticas oficiales dicen que algo cambió. Ambos con suertes diferentes. Él no logra zafar del pantano de la pobreza. Cuando trabaja como ayudante de albañil logra hasta Bs 2.000 al mes, como cargador, mucho menos. Ella pasó técnicamente a la clase media cabalgando sobre la política (MAS) con un ingreso mensual total de hasta Bs. 25.000. Él no tiene aguinaldo, menos doble aguinaldo. Ella embolsará como parlamentaria sólo en diciembre un global que ronda los Bs 50.000.

Florencio duerme cada noche al aire libre en la parte posterior de la Terminal de Buses de La Paz. Sí, en ese mismo lugar donde se acurrucan en cada gélida noche paceña decenas de campesinas y campesinos pobres que vienen a pedir limosna a la gran urbe, donde se supone que la bonanza económica está presente en cada esquina. Tiene cinco hijos, de los cuales cuatro asisten aún al colegio. Cuenta que su sueldo de ayudante de albañil apenas alcanza para sobrevivir.

Emiliana Aiza es diputada del MAS desde hace nueve años. Su condición de pobreza murió cuando ingresó a la política. Cada mes tiene un ingreso superior a los 15.000 bolivianos. La billetera de su familia crece adicionalmente entre 5.000 a 10.000 al mes por los ingresos que tienen con su esposo por sus actividades agrícolas.

Florencio, de 48 años, llegó hace cuatro días a La Paz. En estos últimos días ofició de ayudante de albañil, gracias a “una amistad”. En su alojamiento colectivo, si podría llamarse así, duermen sobre “colchones” y plásticos que rotan solidariamente entre quienes llegan al lugar.

Echa unas hojas de coca a su boca y narra que como agricultor no gana mucho porque, para empezar, la tierra que dispone nos es muy grande y por tanto tiene poca cosecha. A veces la situación se torna más  difícil aún a causa de las sequías o heladas.

Como albañil o como cargador

En su natal Pichaca tiene ovejas, gallinas y conejos, que según la necesidad u ocasión los vende y logra reunir unos pesos que se esfuman rápidamente. De sus cinco hijos, el mayor recién se casó y ya vive por su lado. Las obligaciones le crean la necesidad de ganar más. Por ello suele viajar a Oruro y La Paz en busca de trabajos eventuales (sin seguro de salud, sin pago a las AFP, sin aguinaldos). Cuando no logra laburar como albañil o ayudante, trabaja como cargador, porque, en su criterio, no se puede perder tiempo.

Sus hijos comenzaron a estudiar en Pichaca, pero para ir al colegio deben trasladarse hasta Llallagua,  recorriendo casi 5 kilómetros cada día. Dijo sentirse orgulloso de sus hijos, los varones también suelen ir a Oruro, los fines de semana o feriados, a trabajar como ayudantes de albañilería o en otras tareas. Las mujercitas realizan trabajos de agricultura en su terreno.

¿Por qué las mujeres vienen a pedir limosna a La Paz y a Oruro o Potosí que están más cerca de Pichaca? “Es que no se consigue mucha ayuda, hay menos gente”, responde.

Su prima, Gregoria, viste un roído ajsu negro que va desde sus hombros y termina en una falda acampanada. Es la única que acepta hablar, la mayoría evita el contacto con timidez. Cuando pronuncia su nombre, ella arrastra el sonido de la letra r y omite la g y dice que se llama “Regoria”.

Viene una sola vez al año a La Paz, esa vez coincide con Navidad. Al igual que ella, casi todas traen wawas (hijos). Si no tienen, se prestan de sus parientes para que la gente piense que son de ellas. Cuando hay préstamo de wawas, están obligadas a compartir lo recolectado en partes iguales. En reciprocidad, las mujeres que se quedaron cuidan la casa y a los hijos de las que viajaron. Generalmente permanecen entre dos a tres semanas.

Gregoria no revela cuánto reunía cada día por las limosnas. Pero, señala que el dinero obtenido es destinado a la compra de semillas y de productos como arroz, azúcar, fideos y otros víveres. Ella tiene cinco hijos, de los cuales tres son mujeres y dos, hombres. La primera ya es casada. Uno de sus hijos está en el cuartel, los otros tres van al colegio. Ella sola sostiene su hogar desde hace cuatro años cuando quedó viuda. Sus hijos la ayudan en el sostenimiento de la casa trabajando en la comunidad; cuando pueden viajan a Oruro en busca de algo eventual.

Suerte de político

Emiliana tiene un ingreso mensual de 15 mil bolivianos desde hace nueve años, justo desde cuando llegó a la Asamblea Legislativa como diputada por el gobernante Movimiento al Socialismo (MAS). Sus ingresos suben entre 5.000 a 10.000 por la venta de sus productos agrícolas.

Ella hace un aporte voluntario de 10% de su sueldo de parlamentaria a favor de sus organizaciones. Señala que su familia no se resume a su esposo y a sus dos hijos, “mi organización también es mi familia y así siempre será”.

Emiliana tiene tres hermanos. Recuerda que quedaron huérfanos de madre cuando ella contaba con ocho años, y de padre, cuando cumplió 10.  Uno de sus tíos y su esposa, que tienen seis hijos, se encargaron de ella y de sus hermanos.

A sus 18 años, ya era dirigente. Dos años después decidió aprender a leer y escribir y estudio hasta terminar el bachillerato. Fue concejala el 2004 en su región, diputada uninominal el 2005 y diputada plurinominal el 2009. Además, fue jefe de bancada (MAS) en 2010 y 2011.

Asegura que está decidida a seguir la lucha contra la extrema pobreza, porque conoce lo doloroso que es esa situación. Pondera lo hecho por el actual gobierno para mejorar las condiciones de vida de los campesinos. Considera que aún hay mucho que hacer en esta tarea y que ella seguirá adelante en este propósito, sin descuidar junto a su esposo sus actividades de agrícolas.

Respecto a campesinos como Florencio y Gregoria que vienen a La Paz a pedir limosna, se limita a responder que “eso no pasa sólo con hermanos de Potosí, también pasa con los de Oruro y de Cochabamba”.

Emiliana, Florencio y Gregoria son quechuas de una sola región y, probablemente, votaron por el mismo partido en las últimas elecciones nacionales del 12 de octubre. Pero el destino eligió suertes diferentes para él y ellas o él y ellas eligieron destinos dispares. (VHM)

 

 

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