Internacional
Educación en Venezuela toca fondo
“Profesor, hoy no enviaré a Juancito, no tengo comida”

Domingo, 24 Julio, 2016 - 18:25

La crisis económica entró de lleno en los salones de clases en Venezuela. Así como sube la inflación, aumentan las dificultades para impartir y recibir una educación de calidad. Cada día el esfuerzo que deben hacer los maestros para no desistir y mantenerse en sus puestos de trabajo es mayor, mientras que la deserción escolar no parece tener freno. Los estantes de los supermercados siguen vacíos y los pupitres en los colegios se contagian de esta misma condición. La escasez y la mala alimentación han sido el común denominador de este año escolar que termina con depresión e impotencia. 

Los niños de primaria venezolanos evitan gastar energías en juegos y suplican por meriendas en sus colegios. Los más grandes de segunda etapa pierden evaluaciones para acompañar a sus mamás a comprar comida. Los adolescentes de bachillerato analizan el panorama y optan por desechar sus sueños de ser profesionales para solucionar las necesidades de sus hogares con oficios informales.

En la memoria y cuenta de 2015 del Ministerio de Educación se señala que 32 millardos de bolívares se destinaron a la Corporación Nacional de Alimentación Escolar (CNAE) para cubrir los gastos en comida de 4 millones de estudiantes: apenas 8.000 bolívares para cada uno durante todo el año. No es extraño entonces que el programa de alimentación se reparta en algunas instituciones sin los nutrientes necesarios, que sea insuficiente para todos los estudiantes o simplemente que no llegue.

“A pesar de toda la propaganda que le ha hecho el gobierno, después de crear la corporación el programa ha tenido más fallas que en años anteriores. El desabastecimiento de Mercal y Pdval, que surten a las escuelas, impide que se asignen los insumos correspondientes. Se hacen menús poco equilibrados y con menos proteínas”, señala Olga Ramos, miembro de la directiva de la Asociación Civil Asamblea de Educación.

Otro problema asociado al programa es su falta de flexibilidad porque no permite destinar recursos para renovar equipos y hacerles mantenimiento a todas las cocinas. Ramos agrega que hay escuelas con el refrigerador dañado, pues no tienen presupuesto para repararlo y mientras esperan que el ministerio responda sus demandas, los representantes se llevan la comida para almacenarla en sus casas. El riesgo que se corre es que no la devuelvan completa, dado que tuvieron la necesidad de usarla.

A esto se añade el mecanismo que emplea el ministerio para distribuir los alimentos: “Antes Mercal y Pdval tenían un contrato con proveedores para llevar los insumos hasta las escuelas. Ahora solo se les avisa a las instituciones que busquen lo que les corresponde. Deben asumir un costo adicional y contratar un transporte específico con ciertas condiciones establecidas en el manual del antiguo Programa de Alimentación Escolar. El asunto de que la educación pública es gratuita termina siendo una de las grandes falacias de este gobierno”.

Docentes ultrajados

Orlando Alzuru, presidente de la Federación Venezolana de Maestros, asegura que en la contratación colectiva hay una cláusula para la alimentación de los docentes que el ministerio no ha cumplido: “Es un programa de alimentación a través de Mercal para que los profesores puedan comprar lo que quieran. También se les asignó las bolsas de los CLAP, pero todo fue un total fracaso. El docente no está exento de los problemas del país. ¿Cómo ayuda a sus alumnos si ni él tiene para comer? Se encuentra de manos atadas”.

Esta no es la única falla del contrato colectivo. Las clínicas y funerarias descartan la posibilidad de aceptar el seguro del Ministerio de Educación por las excesivas deudas que afrontan. Los maestros quedan desamparados y solo cuentan con el apoyo de la institución en la que trabajan.

“Más del 75% del contrato colectivo actual está siendo violado. La Misión Vivienda para los docentes no se cumple. Tampoco los traslados a sus hogares y los permisos de estudio. La póliza de HCM es de 100.000 bolívares con una extensión de 50.000 bolívares, que no alcanzan para nada. Un docente con posgrado, 25 años de servicio y listo para ser jubilado gana apenas 24.892 bolívares mensuales. Los maestros renunciaron este año, ya que no les alcanza el dinero para vivir o por acoso laboral. Hay coordinadores parroquiales del ministerio que son activistas políticos y solo persiguen a los maestros. Una comisión de gente responsable debería garantizar que se respete y ejecute correctamente el contrato”, declara Griselda Sánchez, secretaria de Contratación Colectiva y Reclamos del Sindicato Venezolano de Maestros de Caracas.

A largo plazo, la mayor preocupación para los docentes es no construir en sus alumnos una base sólida en valores y enseñanzas que permitan concientizar a los venezolanos sin la necesidad de obligarlos a seguir una ideología. Aún más cuando por razones ajenas al sector educativo se pierden días de clases que no son recuperados. Solo por el racionamiento eléctrico y por las elecciones parlamentarias, Ramos asegura que se suspendieron en total 16 días de clases.

“Los 200 días estipulados en el calendario escolar no se llevaron a cabo. Esto trae graves problemas a los alumnos, puesto que no cumplen con todas las exigencias que requieren para continuar al grado superior. El gobierno debe tomar conciencia de la situación real del país. Salir de su burbuja, visitar los centros educativos y hablar con los representantes para que entienda que la situación es difícil e inaguantable. Si el año escolar que viene lo comenzamos con estas mismas condiciones, la situación se agravará aún más y será muy triste para la educación venezolana, principal motor para el desarrollo del país”, advierte Alzuru. 

Enseñar entre ruinas y sin un ‘perfil bolivariano’

El lunes 4 de julio Ender García volvió a recibir un mensaje antes de empezar su clase: “Buenos días, profesor. Hoy no enviaré a Juancito porque no tengo qué darle de comer”. La U. E. N. Andrés Bello tiene dos años sin recibir el Programa de Alimentación Escolar (PAE) que repartía el Estado y que fue sustituido en 2014 por la Corporación Nacional de Alimentación Escolar (CNAE). Desde mayo las inasistencias por problemas de alimentación se han incrementado. García ha tenido que adaptar su programa académico y entender una realidad que también lo afecta a él. Los jueves y viernes solo asisten a clases 10 de sus 29 estudiantes.

Es profesor de quinto grado y labora en la institución desde hace 15 años, pero ejerce la profesión desde hace 20. Mientras practicaba atletismo en Caricuao y competía en juegos nacionales, compartió con niños especiales por actividades que organizaba su equipo. Desde entonces se dio cuenta de su potencial para enseñar y se comprometió con la educación, pero a pesar de su entusiasmo, las dificultades que hoy se le presentan para dar clases lo agobian.

“Yo creo que esta es la escuela más olvidada de Antímano. Nosotros nos regimos por el ministerio, pero al final quienes resuelven los problemas somos los docentes y los representantes. Los baños son deprimentes, tenemos problemas de agua, eléctricos y de inseguridad. El colegio se quemó en febrero y aún no se ha recuperado. Otros medios de comunicación dijeron que ya estaba arreglado, pero no es así. Si sumamos los viernes libres que se otorgaron por decreto nos damos cuenta de que hemos perdido muchas clases. El niño lo ve de una manera recreativa; sin embargo, uno como docente sabe que eso significa no llevar continuidad y correr el riesgo de no cumplir el programa académico”.

El 26 de febrero se incendió parte de la institución y quedaron salones inutilizables. Cuatro meses después las condiciones no han mejorado. Las maquetas que los niños hicieron sobre La Escuela que Queremos no fueron tomadas en cuenta. En la mañana se turnan los días de clases. De primer a tercer grado van lunes, miércoles y viernes; de cuarto a sexto, martes y jueves. La siguiente semana se alternan. En la tarde, el Instituto Universitario de Tecnología del Oeste Mariscal Sucre, que queda al frente de la escuela, les habilitó seis salones para que dicten clases. Ahí también han tenido que suspender las actividades por falta de agua. García agradece el apoyo; no obstante, manifiesta que lo correcto debería ser estar en sus aulas de siempre.

El colegio ha tenido que afrontar este problema sin una directiva que los coordine. Una semana antes del incendio renunció la última directora y el ministerio les adjudicó un encargado del Distrito Escolar que no está presente todos los días y que desconoce la normativa de la institución. García, con apoyo de sus compañeros, se postuló para el cargo, pero lo rechazaron.

“En dos reuniones escuché que dijeron que no tenía el ‘perfil bolivariano’ necesario. Eso es lamentable. Me imagino que lo que quieren es que uno esté totalmente interno en el proceso y no, mi proceso son los niños. Si me dan un lineamiento yo lo cumplo, pero no me digan que vaya a hacer política porque mi título no dice eso, dice educador”, advierte.

Como su sueldo es insuficiente para mantener a su esposa y a sus tres hijos, el año pasado se dedicaba a ser taxista en su tiempo libre; sin embargo, un tiro en la rodilla para robarlo y los gastos excesivos por repuestos que no puede costear acabaron con su actividad para obtener ingresos extras. Ahora administra su tiempo y su quincena de docente para llenar la nevera de su hogar: “Soy padre de familia y mientras los representantes de mis alumnos están comprando, yo no puedo. Estoy aquí con la misma situación que cualquiera que no tiene alimentos en su casa. Pocos reconocen el sacrificio que el docente hace día a día”.

Nombre: Ender García.

Edad: 47 años.

Institución: U. E. N. Andrés Bello-Antímano.

Grado: 5to.

Ingreso mensual: 20.000 bolívares + 18.000 bolívares de bono de alimentación.

Texto: El Nacional de Venezuela

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