Internacional
Diario La Tercera en Venezuela
En las calles de Venezuela “la cosa está podrida”

Domingo, 29 Noviembre, 2015 - 14:47

El ex policía caraqueño Antonio prefiere que no citen su apellido “por seguridad”. Convertido en taxista informal, se las arregla trasladando pasajeros desde el aeropuerto internacional de Maiquetía al centro de la capital venezolana en su viejo Peugeot. En el trayecto de 26 kilómetros, se dedica a dar consejos de seguridad a sus clientes. “Coloque el ceño fruncido en las calles para espantar a los malandros”, recomienda, al tiempo que pide evitar hablar por celular en la vía pública, para no sufrir su robo. “Yo tengo dos celulares. Si necesito llamar en la calle uso el perolito (un celular pequeño y básico, muy común por estos días en la ciudad), y si tengo una reunión ahí ocupo mi smartphone”, explica. En medio de los tacos, Antonio no oculta sus críticas al Presidente Nicolás Maduro. “Ha sembrado como el repudio en la gente contra el que tiene más dinero”, se queja.

Cuestionamientos que se repiten ya una vez en el centro de Caracas. “No es que la cosa esté más mal, es que la cosa está podrida”, dice sin tapujos Pedro Martínez, miembro de una cooperativa de mototaxis en la Avenida Bolívar. “A las seis de la tarde ya dejamos de trabajar, porque a esa hora se recoge la policía y todo se vuelve peligroso”, explica, sin ocultar su escepticismo con la situación política del país. “Yo voté por (Hugo) Chávez. No voté por Maduro, y ahora no voy a votar”, afirma en alusión a las elecciones legislativas del próximo domingo, donde la oposición es favorita para arrebatarle al chavismo la Asamblea Nacional, por primera vez en 16 años.

Cerca de allí se encuentra el local de santería venezolana “Los encantos de María”. Su dueña, Diana Segovia, comenta que por estos días lo que la gente más compra son las figuras de yeso de San Miguel Arcángel, “para la protección”. A pocos minutos de iniciada la conversación, expresa su frustración por la situación del país. “Antes, con Chávez, al menos se conseguía harina, arroz, pastas o leche. Ahora, las colas son inmensas. Uno va a comprar lo que encuentra, no lo que quiere. La gente está cansada”, comenta.

Pero también están los que defienden a brazo partido al régimen. Como Rafael Millán, responsable de un local de adoctrinamiento del oficialismo en el sector de Parque Central. En la oficina, que él prefiere llamar la “sala de batalla”, se dictan talleres de formación, por ejemplo con el Libro Azul escrito por Chávez. “La mayoría de este pueblo es chavista (…). Nuestro trabajo es desmontar la matriz de opinión (en contra del gobierno) por todos los medios posibles”, sostiene, al tiempo que acusa a la oposición de ser unos “hijos malcriados, que siempre se tiran al suelo a llorar”. A su juicio, “el gobierno sólo da respuesta a una agresión”.

Las opiniones de estos venezolanos comunes y corrientes sintetizan, de algún modo, los principales problemas que aquejan al país: inseguridad, escasez y polarización. Y no sólo eso, explica, en opinión de los expertos, el deterioro de la imagen del chavismo, en especial cuando se hace la comparación entre la gestión de Chávez y la de Maduro.

El 2012, último año de gobierno de Chávez, Venezuela concluyó un ejercicio económico con una inflación anual del 20,1% y la escasez por encima del 11%. Estos números se han casi triplicado bajo la gestión de su heredero. Durante sus dos años de gestión, luego de cerrar el 2014, el último año del que se tienen datos oficiales, la inflación alcanzó el 68,5% y la escasez pasó por encima del 29%. La firma venezolana Ecoanalítica pronostica que 2015 será un segundo año de contracción económica, con una variación del PIB que podría llegar a -4,5%. Y las proyecciones de inflación apuntan a que el costo de vida podría aumentar aún más, superando el 90%, dependiendo de los ajustes que se hagan en materia cambiaria.

Y si eso fuera poco, un informe presentado a mediados de año por el Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (Provea) reveló los retrocesos del gobierno de Maduro en la lucha contra la pobreza, uno de los estandartes del chavismo. “Para finales de 2015 vamos a tener en el país la misma cantidad de pobres que teníamos en el año 2000. Estamos hablando de más 12 millones de personas”, destacó Rafael Uzcátegui, coordinador general de la ONG. “Lamentablemente, el gobierno del Presidente Maduro se ha convertido en una gran fábrica de pobreza, dinamitando en sólo dos años lo mejor de las políticas de inclusión promovidas por el proyecto bolivariano en el poder”, explicó  Uzcátegui a La Tercera.

A esta ya explosiva mezcla se suma el alza de la inseguridad. Si en 2014 Venezuela registró 25.000 asesinatos, “este año aumentarían a 27.000 los homicidios”, afirma Roberto Briceño, director de la ONG Observatorio Venezolano de la Violencia. Venezuela tiene una tasa estimada de 82 asesinatos por cada 100.000 habitantes, y probablemente se mantendrá al cierre del año en el segundo puesto de la clasificación mundial de homicidios, sólo por detrás de Honduras. En los últimos meses han crecido los linchamientos, ya que los ciudadanos prefieren tomar la justicia por sus propias manos ante la corrupción que existe en los organismos de seguridad y la impunidad judicial. Esta última supera el 96% en los casos de homicidio.

Y la situación le está pasando factura a la imagen de Maduro. Después de su elección en abril de 2013, su popularidad estaba en alrededor del 50%. Pero en enero pasado su aprobación cayó a 22%, según la encuestadora Datanálisis. Incluso, en julio otro sondeo de la firma Datincorp cifró ese índice en 20%, su peor nivel desde que asumió el poder en 2013. 

Pero existen cifras más preocupantes para el gobierno. El director de Datanálisis, José Antonio Gil Yepes, recientemente señaló que el 8 de diciembre de 2012, el último día que Chávez se dirigió al país, quienes se autodefinían como chavistas representaban el 44% de la población del país, una cifra que hoy apenas llega a 22%.

“El fenómeno más importante del 2015 es el surgimiento de chavistas desilusionados con Maduro. La fuga de chavistas parece ser impresionante e histórica, y se evidencia en todas las encuestas, donde la intención de voto por candidatos de la oposición a veces supera los 60 puntos. No se había visto una fuga de chavistas de este tipo desde principios del 2000”, explica a La Tercera Javier Corrales,  profesor de Ciencias Políticas en el Amherst College (Massachusetts) y coautor del libro Un dragón en el trópico, sobre Chávez.

A juicio de Corrales, este desencanto es fácil de explicar. “Aparte de los problemas de siempre, como la inseguridad y el mal funcionamiento de todo el sector público, Venezuela hoy está viviendo escasez y semihiperinflación, una combinación de males nada común en el mundo”, comenta. Y agrega: “Maduro viene respondiendo a la crisis económica queriendo reafirmar en vez de cambiar las políticas que se saben están hundiendo la economía, tales como el control de precios, control de divisas y mal trato del sector privado”.

Cristina Marcano, periodista venezolana y coautora junto a Alberto Barrera de Hugo Chávez sin uniforme, acaso la mejor biografía sobre el fallecido líder venezolano, dice que ella “no hablaría de un legado dilapidado” por parte de Maduro. “La popularidad de un líder tan personalista como Chávez no es heredable, no es transferible a sus sucesores directos ni a su partido. Tampoco lo es el carisma”, sostiene. “¿Cuál fue el verdadero legado de Chávez?”, se pregunta. Su respuesta es inmediata: “Una economía enferma, un aparato productivo diezmado por las expropiaciones y los controles, un país endeudado, polarizado, una pésima administración pública, una delincuencia incontrolable y una corrupción desbocada”.

“Diría que gran parte de la nostalgia está más vinculada al boom petrolero -que le permitió financiar programas sociales impensables en otros países- que a la eficacia de su gestión y eso que llamó socialismo del siglo XXI”, prosigue Marcano. “La crisis económica era indetenible, como lo venían advirtiendo los analistas, y Chávez no hizo nada por aminorar el impacto de una previsible caída del precio del petróleo”. 

Similar opinión entrega a este medio Christian Burgazzi, analista político y consultor estratégico venezolano. “A mi juicio, no se trata de que ‘Maduro dilapidó el legado de Chávez’, sino que cosechó lo que el difunto sembró”. “La carestía y crisis financiera que estallaron no fueron debido a Maduro, coincidieron con su llegada al poder, pero se estaban incubando hace años, y, de hecho, empezaron ya cuando Chávez agonizaba. La crisis tampoco se debe a la caída de los precios del petróleo, empezó antes, y se agudizó con la baja en los precios del crudo. Seguramente, Maduro contribuyó a acelerar el desastre, ya que carece de liderazgo y capacidad, y es preso ideológico del legado, que le impide siquiera pensar en impulsar un cambio de orientación política y económica, que desdiga lo que dejó sembrado quien le dejó esa herencia envenenada”, argumenta. 

Para Marcano, el legado de Chávez “fue en realidad una bomba de tiempo, un pesado fardo, que el obcecado Maduro ha hecho aún más pesado siguiendo precisamente las lecciones de Chávez”. “¿De quién aprendió el presidente venezolano todo lo que sabe de política, de gestión pública?”, se pregunta, dejando clara la respuesta.

La única biografía escrita sobre el actual presidente de Venezuela es obra del periodista Roger Santodomingo. En ese libro, De verde a Maduro: el sucesor de Hugo Chávez, se cuenta la historia del joven activista que recibió entrenamiento en Cuba y que hoy gobierna al país con las reservas petroleras más grandes del mundo. Y Santodomingo es crítico con su gestión. “Maduro no dilapidó el capital político de Chávez en dos años, lo hizo en menos de dos meses, en la campaña electoral que en el 2013 lo llevó a la presidencia con un mínimo margen y en condiciones cuestionables”, explica a La Tercera. 

“En los siguientes dos años de su ascenso al poder, Maduro sólo ha acentuado el aspecto radical de la política que el propio Chávez impulsó. Con más torpeza, menos carisma y menos escrúpulos ha practicado los mismos principios: polarización de la nación, persecución de la oposición, secuestro de todas las instituciones del Estado, uso intensivo del gasto público con fines clientelares y electorales, sin ninguna consideración por las consecuencias a futuro. En eso no hay diferencia de fondo con Chávez”, sostiene Santodomingo. “Creo que Maduro heredó un tren sin frenos a un precipicio y por temeridad e ignorancia ha desaprovechado todas las oportunidades de reducir la velocidad y el riesgo para los venezolanos. No creo que hubiese sido muy distinto para Chávez, de haber permanecido vivo, si los precios del petróleo bajaban como lo han hecho, con el aparato productivo destruido por la propia política que ha impulsado”. 

Además, destaca el autor de De verde a Maduro, “el contexto internacional también ha cambiado y es menos tolerante con Maduro de lo que lo fue con Chávez, que tenía encantados a muchos: Cuba se ha acercado a Estados Unidos, la OEA ya no está bajo el control de un peón de Chávez, sus aliados internacionales se han volteado”. E internamente, agrega, “la diferencia esencial es que sin Chávez, los distintos caciques y bandos del chavismo han dejado evidenciar su carencia de liderazgo nacional y desatado sus apetitos, dejando ver la lógica mafiosa con la que se reparten y administran el poder. La relación con el narcotráfico es más evidente; las violaciones a los derechos humanos, más groseras, y los asesinatos políticos, como el fraude, ya no pueden taparse”.

“No lo defiendo, pero pienso que la de Nicolás Maduro es una figura trágica, atrapada en el credo populista de su maestro con los bolsillos vacíos. Sin autoridad plena, esposado al capitán Diosdado Cabello (presidente de la Asamblea Nacional), como lo dispuso el propio Chávez en su última aparición pública”, sostiene Marcano. En aquella última cadena en la que los venezolanos lo vieron, el 8 de diciembre de 2012, justo antes de partir a Cuba para tratar el cáncer que le arrebató la vida el 5 de marzo de 2013, la petición de Chávez fue categórica: “Si ocurre alguna circunstancia que a mí me inhabilite, ustedes elijan a Nicolás Maduro como Presidente”. Para la coautora de Chávez sin uniforme se trató de un hecho que marcó el destino del actual mandatario: “Un delfín castrado por el caudillo”. (La Tercera)

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