Regional
A dos cuadras del río Acre
El “kiosco del Beat”, otro bocado para disfrutar Cobija
El suizo Beat Mahler, en el kiosco de la Plaza del Estudiante. Foto/Rolando Carvajal

Miércoles, 25 Enero, 2017 - 11:21

Rolando Carvajal / Cobija

Un día remoto de 1988, Beat Ulrico Mahler desembarcó en los 41 grados centígrados de Riberalta, confluencia tórrida de los ríos Mamoré y Madre de Dios, procedente de su natal y fría Zurich, Suiza, pasando después a Cobija donde ha establecido El kiosco del Beat una de las tradicionales fondas de comida al paso en la capital pandina, a sólo dos cuadras del río Acre y su boliviana orilla derecha.

Rocanrolero de los años 60-70, libertario, audaz y generosamente solidario como pocos en las donaciones, nunca entonces imaginó El Beat, como lo conocen las y los cobijeños incluso adolescentes, que  el siguiente cuarto de siglo echaría, al igual que los castaños locales, largas y fuertes raíces en uno de los recodos de la Amazonia boliviana.

Beat Mahler vive en una cabaña de madera junto al río  con su media docena de perros. El mayor de ellos, un pastor alemán de 13 años acaba de fallecer de viejo en la veterinaria y su amo está dolido, pero nada le quita el optimismo ni la esperanza de mejores días para Cobija, ahora castigada por la crisis económica.

“Me quedé aquí, hermano. Me gusta esta tierra, es mi hogar. No la cambio”, dice con total convencimiento de su decisión, mientras al cruzar por la plaza del Estudiante un parroquiano le anticipa que irá al kiosco, ubicado en la plaza del Estudiante.

“Ven nomás hermano”, le replica Beat entre enfático y exhortativo, a la manera del habla colla en tierra pandina que ya la ha hecho profundamente suya pese al dejo alemán que subsiste en sus reflexiones y expresiones verbales.

En casi tres décadas años ha visto pasar generaciones de estudiantes, trabajadoras citadinas y campesinos; prefectos y gobernadores, alcaldes y alcaldesas, rectores de la Universidad Amazónica de Pando, vocales de justicia y electorales, jefes militares, policías, directores médicos, administradores  y otras autoridades de este departamento y sus alrededores.

También la bonanza de la década anterior y su despilfarro, que, sin embargo, a Cobija no le quedó ni el imprescindible hospital de tercer nivel que necesita,  apesadumbrada como está por el desencanto y depresión desde el año pasado en que los ingresos por la coparticipación departamental en la renta nacional de los hidrocarburos cayeron ostensiblemente.

CRISIS EN COBIJA

Hace cuatro meses, 31 de agosto de 2016, las transferencias del Presupuesto nacional (PGE) a gobernaciones y municipios sumaron 1.500 millones de dólares respecto de los 2.137 millones de dólares de la gestión anterior, una caída de casi el 30 % en el ingreso más importante para municipios y gobernaciones, según el análisis 2016 de Linares&Osorio.

Las cifras más recientes de la gobernación pandina dan cuenta de una baja presupuestal que va desde los 80 millones de dólares el 2015 a sólo 27 millones de dólares previstos para 2017, dice el balance de gastos de los gobiernos departamentales difundido por Jubileo Bolivia.

El gobierno municipal de Cobija sufre la misma tendencia tras haber presupuestado 56 millones  de dólares para el 2015 mientras y la totalidad de los municipios lograron para el 2016 sólo unos 70 millones de dólares en conjunto.

El principal sector afectado es la industria de la construcción, a la par que las constructoras o han despedido personal en planillas o ha emprendido la marcha hacia Cochabamba o Santa Cruz, señala el ingeniero Orlando Ortiz sumido en el dilema de quedarse o trasladar su compañía a otra región.

Resultado: comideras y vendedoras pierden comensales y clientes, lo que desestabiliza a otros rubros del quehacer económico local como el transporte y el factor multiplicador comienza a hacer estragos en 12 mil familias pandinas que conforman una capital de casi 60 mil personas en la Perla del Acre, incluida la población flotante que entra y sale cotidianamente.

Por el lado de la frontera, el cambio de un boliviano por cuatro reales estable hasta marzo pasado, ha devenido en dos bolivianos por un real, lo que ha encarecido la compra de productos brasileños con el poder adquisitivo boliviano, sin que además las compras brasileñas hayan crecido sustancialmente salvo una pequeña feria navideña de electrodomésticos e insumos de computación.

Los otrora prósperos comerciantes de Oruro y La Paz que movilizan el intercambio de productos fronterizos desde los puertos Iquique o Arica, muestran su abatimiento no obstante las ventas de fin de año en el Mercado Abasto de Cobija o en la popular calle Comercio, aunque la verdad de sus finanzas se verá en lo ostentoso o no del próximo carnaval pandino donde la entrada andina ya ha sentado derecho de ciudadanía.

TODOS LA SUFREN

Nacido “más en 1949 que en 1948” Beat Mahler reside en Cobija hace 22 años. Más Rolling Stone y Santana que Lennon y los Beatles, más Clapton que Bowie y con mucha estima por la salsa caribeña y el reggae, no olvida que las inundaciones de 2011 y 2013 dañaron su cabaña de madera al borde del río, frente a Brasilea, que el kiosco se incendió el 2014 y costó reconstruirlo, y que la depresión económica no cesa, aunque algo de esperanza traiga el 2017. Extractos de una conversación en su kiosco de la Plaza del Estudiante.

Cobija ha cambiado bastante,  no en todo positivamente. Antes era un pueblo en realidad, pero tranquilo,  donde todos se conocían. Hoy día ya no conoces a muchos. Ha venido mucha gente del interior. La estructura sociodemográfica ha cambiado por completo, pero en comparación con otras ciudades no hay mucha criminalidad todavía, aunque está aumentando y eso es el gran problema.

La estructura económica depende del Estado: hay gobernación, alcaldía y universidad. La Tahuamanu, exportadora de castaña, es la única empresa grande industrial y aparte está el negocio del comercio fronterizo.

¿La crisis? Todos sufren y bastante. En realidad aquí nunca teníamos precios de verdad de zona franca, ahora cambio un poquito bajaron; pero todos esos años anteriores una TV estaba más barato en La Paz que aquí. Un amigo se compró en Santa Cruz un aire acondicionado, incluido transporte, más barato que aquí. Y yo mismo quise comprar una laptop, pero en Zurich mi hermano la compró a través de su hijo que es ingeniero de sistemas y resultó que una laptop de una de las velocidades más caras del mundo costaba 110 dólares menos que en La Paz.

De manera que  aquí no había precios de verdad bajos de zona franca, y estaban más bien orientados al nivel de precios de Brasil, que es muy alto en impuestos de importación. Eran más bajos que en Brasil pero más altos como zona franca.

Si hablamos de cultura y migraciones, hay más cultura paceña del interior, popular; la influencia de la colonización. El gobierno siempre está hablando de descolonizar Bolivia pero creo nomás que han colonizado Pando con gente del interior. Es paradójico.

CHEFF AFICIONADO

Una de las delicias de El kiosko del Beat es el spaghetti en salsa de champiñones y pimienta con bife o los tallarines que prepara personalmente Mahler, convertido en un personaje de la gastronomía y el turismo cobijeños. A cabeza del su equipo se encuentra Vivi, tras la Caja y los despachos, además de Lucía y Melina, las dueñas de la cocina, junto a Claudia trajinando entre las mesas.

¿Cómo  devino en cheff? Al parecer lo impresionó una gran cocina zuriquense para 300 comensales de un solo tirón, el ejemplo familiar y los caprichos de infancia.

Me impulsaron una buena vecina, mi cuñada querida y un tío mío que vendía maquinaria grande de imprenta, viajaba a muchos  países y traía recetas que cuando se jubiló conoció a un su amigo masón  que algún día le pregunto: ¿Willy, no tienes ganas de cocinar para nosotros? Era una reunión para 35 personas. Con gusto lo hizo. Después la masonería en Zurich tenía tres pisos en un edificio y el cuarto era la sala grande de cocina  para 200 o 300 personas; una cocina pero de lujo, hermano; casi llore cuando entré a ella la primera vez, todo lindo con todas las máquinas, de las mejores. La logia del segundo piso preguntó si puede cocinar para ellos y luego la tercera, asi que tres días a la semana cocinaba para los masones. Especialmente cuando había reuniones anuales de fin de año y Navidad eran promedio 250 personas y el tío me pidió que le ayude. Y yo, con mucho gusto, primero porque era buen tipo y luego porque era interesante verlo trabajando, muy metódico y persistente, hasta que en la cocina  de los masones murió cocinando, de un ataque. Pero feliz haciendo lo que le gustaba. Y muy rápido.  Así nació el gusto por preparar platillos. De niño fui intemperante con mi mamá, exigente: que la carne esta dura, que los fideos una masa… Ella explotó y dijo: ‘Desde mañana cocinas’. Así que empecé.

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