¿Ciencia o fundamentalismo?

Por Mónica Bayá Camargo

El candidato a la presidencia del país por el Partido Demócrata Cristiano (PDC), Chi Hyun Chung, afirmó días atrás que las personas LGBTI (Lesbianas, Gay, Transgéneros, Bisexuales e Intersexuales) deben recibir un tratamiento psiquiátrico para tratar el trauma que les habría provocado una serie de experiencias negativas en la infancia dentro de la familia, lo que fundamentó en su experiencia como médico y dijo respaldarse en la ciencia además de su visión bíblica.

Independientemente de sus concepciones religiosas y considerando que los instrumentos internacionales y nuestra Constitución Política del Estado reconocen la igualdad de derechos y prohíben la discriminación por cualquier causa, incluida la orientación sexual e identidad de género, tal aseveración es preocupante, pero más allá de expresar su opinión, la afirmación de que exista evidencia científica al respecto es la que llama la atención, desconociendo que la homosexualidad fue desclasificada como enfermedad mental por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1990, es decir hace 29 años. Ello fue resultado del activismo en favor de los derechos de las personas homosexuales y del impacto de varios estudios que habían demostrado que las personas homosexuales eran indistinguibles de las heterosexuales en términos de funcionalidad y que no sufrían más traumas, problemas familiares o de identidad sexual a causa de su orientación sexual.

Otra afirmación que realizó el Sr. Chi Hyun Chung es que las personas LGBTI buscan homosexualizar a los demás, lo que por supuesto sería inadmisible, en caso de ser verdad, pero no lo es, ello es parte de los argumentos con los que grupos fundamentalistas y conservadores tergiversan, atacan y pretenden frenar los avances de género, de lo que erróneamente llaman “ideología de género”, cuya lucha ha sido y continúa siendo la de alcanzar el igual reconocimiento y ejercicio de derechos sin discriminación. Desde el movimiento LGBTI lo que se ha buscado es alcanzar los mismos derechos que se garantizan a las personas heterosexuales bajo el principio universal de la igualdad.

Con relación a la violencia realizó afirmaciones que a más de mostrar su desconocimiento sobre las causas estructurales de la violencia hacia las mujeres con referencias a situaciones en que la misma sería una respuesta ante provocaciones de las propias mujeres, nos muestra cuán naturalizada está la violencia hacia las mujeres en nuestra sociedad y como se continua justificándola desde la creencia de que existen roles y estereotipos de género que las mujeres no deberíamos alterar, para lo cual según planteó debiéramos ser educadas para comportarnos como mujeres, esto significaría entonces ser sumisas, obedientes, no hablar demás y modular nuestra conducta en función de la personalidad del agresor y su nivel de consumo de alcohol. 

Esta lógica debe llamarnos a la reflexión no solo porque la plantea un candidato sino porque, principalmente, proyecta la mentalidad machista que persiste en Bolivia y es que muchos aún creen que la violencia se justifica, en al menos ciertos casos, lo que hace que la violencia siga siendo ejercida como un mecanismos de control y sometimiento a las mujeres.

La frase “nada justifica la violencia” debe dejar de ser solo un slogan de las campaña de prevención de la violencia para calar verdaderamente en el pensar y actuar de las personas, así como de nuestras autoridades actuales y futuras, dejando de buscar justificaciones que lo único que hacen es seguir reproduciendo la violencia.

Esperemos que ésta y otras lamentables declaraciones de candidatos en el proceso electoral en el que estamos inmerso, sea la oportunidad para discutir como sociedad sobre las medidas que realmente nos permitan desnaturalizar la violencia en razón de género en Bolivia.