…sin que nadie quede atrás

Por Adalid Contreras Baspineiro - Sociólogo y comunicólogo boliviano. Director de la Fundación Latinoamericana Communicare

Si tuviéramos que resumir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en un párrafo, tendríamos que afirmar que se trata de un compromiso mundial inclusivo y audaz, que se ha propuesto reducir hasta el 2030, sustancialmente en sus causas, dimensiones, formas y consecuencias, los problemas más álgidos que afectan a la humanidad, encaminando acciones para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y mejorar las vidas y las perspectivas de vida de todas las personas en todo el mundo, sin que nadie quede atrás.

Se aprueban el año 2015, en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas, con una comprensión del desarrollo sostenible desde tres perspectivas. Por una parte, como la capacidad de satisfacer adecuadamente las necesidades del presente sin comprometer las posibilidades de las futuras generaciones. Por otra parte, por su horizonte como un futuro inclusivo, sostenible y resiliente tanto para las personas como para todos los seres vivos que habitamos la tierra y el planeta mismo, armonizando el crecimiento económico, la inclusión social y la protección del medio ambiente. La tercera perspectiva reconoce que es un compromiso por el bienestar partiendo de la erradicación de la pobreza con opción por los más vulnerables, los pobres, promoviendo su capacidad de participar en las soluciones desde sus legitimadas formas de solidaridad, generando los recursos para fortalecerlos.

Se ha generalizado su denominación por sus siglas: ODS, para significar los 17 objetivos y 169 metas, que en su conjunto actúan como una brújula que guía los compromisos mundiales articulados a planes nacionales, que a su vez se enlazan con iniciativas regionales, sectoriales y locales. Los recojo para demostrar su trascendencia y su sinergia radicada en sus vinculaciones: 1) poner fin a la pobreza, 2) hambre cero, 3) buena salud, 4) educación de calidad, 5) igualdad de género, 6) agua limpia y saneamiento, 7) energía asequible y sostenible, 8) trabajo decente y crecimiento económico, 9) industria, innovación, infraestructura, 10) reducir desigualdades, 11) ciudades y comunidades sostenibles, 12) consumo responsable y producción, 13) acción climática, 14) vida marina, 15) vida en la tierra, 16) paz, justicia e instituciones fuertes, y 17) alianzas.

Se han logrado algunas transiciones, pero por distintas razones, existe retraso en los avances para el cumplimiento de las metas. La pandemia que se entrecruzó en un contexto ya de suyo crítico, pone en agenda la atención de emergencias no previstas. Así mismo, algunas dimensiones de la crisis como las guerras, la pobreza, el narcotráfico y los sistemas que los sostienen, se han complejizado. También el cambio climático ha profundizado sus afectaciones. Tomando en cuenta estos y otros factores que reman estructuralmente a contracorriente, se decidió asumir la década de los años 20 como el “Decenio de acción”, para acelerar acciones basadas en alianzas múltiples y movilizando recursos para mejorar la aplicación de los ODS a nivel nacional.

Se trata de dinamizar acciones desde todos los frentes de la sociedad. A nivel mundial para garantizar un mayor liderazgo, más recursos y soluciones efectivas. A nivel localcon transiciones en las políticas, los presupuestos, las instituciones y los marcos reguladores de los gobiernos, las ciudades y las autoridades locales. Y con acciones de la sociedad, incluyendo a las juventudes, las organizaciones de mujeres, las organizaciones de la sociedad civil, los movimientos de derechos, los medios de comunicación, el sector privado, las organizaciones no gubernamentales, los círculos académicos y otros, para generar un gran movimiento plural, incontenible, capaz de impulsar transformaciones dignificantes.

En este esfuerzo es imprescindible incorporar la comunicación como el factor promotor, informativo, educativo, integrador y movilizador de las iniciativas. Alcanzar este propósito implica generar transiciones en los propios sistemas de comunicación, poniéndolos a la altura de los desafíos. Se requiere un cambio de paradigma comunicacional. Cuando el año 2015 se aprueban los ODS, la agenda mediática y de las redes sociodigitales tenía establecido un orden de prelación empezando por la política, luego la sociedad, seguida por la seguridad ciudadana. En esas condiciones era posible generar mediaciones convergentes en favor de las exigibilidades de los derechos humanos y de la naturaleza.

La pandemia cambia este esquema y pone en la primera prioridad a la salud, la corresponsabilidad ciudadana, la solidaridad, la violencia intrafamiliar, la educación virtual, las medidas de bioseguridad y otros afines. La comunicación deriva en una situación de infodemia, con expansión naturalizada de los fakenews, la infoxicación, los politishows sensacionalistas, el desentornillamiento de los códigos de ética y un engañoso sentido de la libertad. En la actualidad, en un tiempo de definición de la nueva normalidad, la agenda mediática mayoritaria y de las redes sociodigitales prioriza los temas policiales, articula la política con la polarización y la conflictividad, y los temas sociales han sido ganados por los de la violencia en sus diferentes dimensiones. Se están pintando mundos de desesperanza cuando el empeño mundial debería ser exactamente su inverso: un mundo de esperanzas tejido con el esfuerzo de todos.

La crisis que vivimos es multidimensional y, como tal, necesita respuestas también multidimensionales. Las ODS son un camino acordado, hay que sumar voluntades, capacidades, emprendimientos, militancias, entusiasmos, proyectos y recursos para establecer hermanamientos intersectoriales de objetivos inmediatos y estructurales que nos permitan construirnos un mundo donde quepamos todos, sin que nadie quede atrás.

La Paz, 15 de agosto de 2022