Alimentación Digna y con Identidad

Por: Emb. Fernando Huanacuni Mamani*

Hace miles de años nuestros ancestros generaron muchas variedades de semillas y las conservaron; los pueblos ancestrales éramos agricultores por naturaleza y nuestras culturas florecieron precisamente gracias a la agricultura. En Abya Yala se cultivaban miles de variedades de maíz, en los Andes se cultivaban más de cinco mil variedades de papa. Hasta el siglo XIX se producían todavía miles de variedades de manzana en Norteamérica. En el siglo XX la agricultura cambió radicalmente; hoy en día cada vez somos menos los que nos dedicamos a la agricultura. De hecho los niños y hasta los jóvenes en la mayor parte de los países ya no saben cómo se cultivan los alimentos. 

Con la Revolución Verde comenzó la era del monocultivo, causante de una de las mayores catástrofes agrícolas de la humanidad. El monocultivo provocó la aparición de plagas e hizo perder muchas variedades de semillas. Hoy en día se cultivan apenas sesenta variedades de papa en los Andes y sólo cuatro variedades de papa en todo el mundo.

En Europa los agricultores empezaron a depender de los pesticidas, fertilizantes y herbicidas y en lugar de obtener productos a precios más bajos, se encarecieron los costos de producción con lo que también los precios de los alimentos. En la década de los noventa se comenzó a manipular genéticamente las semillas, en el afán de obtener mejores productos y semillas resistentes a tantos herbicidas e insecticidas y junto a ello se comenzaron a patentar las semillas. Hoy en día la alimentación se ha convertido en un negocio que está en manos de las corporaciones más grandes de alimentos.

De los 7000 millones de habitantes en el mundo, al menos 842 millones de personas no tienen para comer. Cada año en el mundo casi 11 millones de menores de cinco años mueren como consecuencia directa e indirecta del hambre y la mala alimentación. En América Latina hay 167 millones de personas que viven en situación de pobreza, de las cuales 52,5 millones no tienen acceso al alimento. Entre las causas de esta realidad, además de la pobreza, cuentan, la mala producción y la mala distribución de alimentos, la falta de acceso a la tierra, las consecuencias del cambio climático y la falta de políticas públicas serias de los Estados en beneficio de las mayorías.

Aunque se plantearon políticas de seguridad alimentaria desde Occidente ya hace décadas, los más grandes problemas de alimentación en el mundo no se han resuelto. Lo que planteamos desde los pueblos originarios es una "alimentación digna y con identidad". Esta propuesta significa primero, que el alimento debe ser para todos; que podamos recuperar nuestra capacidad de producción, una producción natural de alimentos, restablecer nuestras propias formas de producción de alimentos, con nuestra lógica y con nuestras propias tecnologías, que nos permitan producir alimentos sanos, recuperar las semillas sanas y utilizar tecnologías como la rotación de cultivos en la lógica del multicultivo, que a diferencia del monocultivo, además de darle mayor riqueza nutricional al alimento, permiten también preservar la fertilidad de la tierra, respetando sus ciclos de producción y descanso, además de evitar la aparición de plagas. 

Así como los movimientos sociales promueven la soberanía alimentaria, proyectando "nuevas relaciones sociales" libres de opresión y de desigualdades entre hombres y mujeres; lo que nosotros estamos planteando son "nuevas relaciones de vida", es decir, que el ser humano no puede depredar para saciar su hambre, haciendo desaparecer otras especies. Debe relacionarse con su entorno manteniendo el equilibrio sagrado de la Madre Tierra, de la vida.

Identidad es dignidad y por lo tanto al reconstituir una alimentación desde nuestra identidad, vamos a reconstituir también una alimentación digna; es decir, que vamos a alimentarnos para devolvernos la salud y la conciencia, porque para nuestros ancestros su alimento fue también su medicina. Por lo tanto, en esta crisis sanitaria y otras que vendrán, los Estados deben promover como medicina, tanto preventiva, como de tratamiento, una alimentación natural, sana y bajo nuestros saberes ancestrales.
Los movimientos indígena originarios desde nuestra cosmovisión, desde la lógica de la cultura de la vida, sabemos que podemos dar respuestas a problemas como el hambre, la mala alimentación e incluso la salud en general, en el mundo y bajo las nuevas condiciones de vida. 

Estas nuevas condiciones de vida como el cambio climático, la pérdida de tierras fértiles, la escasez de semillas sanas o el monopolio de alimentos, demandan  de políticas urgentes que den respuestas claras y contundentes, y por eso los pueblos indígena originarios proponen una educación orientada a generar en los niños y jóvenes una nueva conciencia de vida, que aliente una nueva forma de alimentación. Preservar las tierras que aún son fértiles y recuperar las que ya no. Volver a respetar los ciclos de la Madre Tierra, aplicando la experiencia milenaria en agricultura que tenemos las naciones ancestrales. Recuperar las semillas sanas que las tecnologías ancestrales supieron preservar, pero también recuperar todas las variedades de semillas que se fueron perdiendo por los monocultivos. Y finalmente recuperar la producción comunitaria de alimentos, cambiando los mecanismos de distribución y redistribución de alimentos.

La alimentación digna y con identidad propone retornar a la lógica de vida ancestral; esto significa salir del consumismo, retornar a nuestras prácticas comunitarias y volver a caminar en la cultura de la vida. No podemos seguir exponiendo nuestras vidas, nuestra salud y la de nuestros seres queridos. Bolivia así como la región, aún cuentan con tierras fértiles, productos orgánicos y una sabiduría ancestral que constituye la mayor riqueza. No necesitamos cometer los mismos errores de los países desarrollados, quienes ya experimentaron los efectos perversos del desarrollo. Contamos con los saberes y la tecnología para una alimentación digna y para que nuestro alimento sea nuestra medicina. 


*Es Aymara. Miembro de la Comunidad Sariri.