Opinion

Desafío para la soya boliviana
Buscando la verdad
Gary Antonio Rodríguez Álvarez
Miércoles, 11 Octubre, 2017 - 16:35

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Si hay un sector productivo que brilla con luz propia en Bolivia, es el del complejo oleoproteico de la soya (grano, aceites, torta, harina integral, lecitina) al haber logrado el autoabastecimiento del país ahorrando divisas por sustitución de importaciones de aceites y grasas animales y vegetales, además de generar divisas por la exportación de excedentes -mil millones de dólares en promedio en los últimos 5 años- con un increíble efecto multiplicador por la agregación de valor y generación de empleo. ¡Esto es soberanía alimentaria!

 

Pero, tan linda historia del “grano de oro” podría dar un giro inesperado…

 

Las exportaciones de soya y derivados -que tienen en el mercado andino su principal destino- enfrentarán desde el 2018 el desafío de tener que competir en desigualdad de condiciones frente al Mercosur cuando Colombia, Perú y Ecuador consagren el libre comercio con dicho bloque acabando con la protección arancelaria que favorecía a Bolivia, lo que podrá implicar una potencial pérdida para su competitividad agroexportadora.

 

Como decía con bronca un buen amigo mío, “mientras en Paraguay cosechan 10 millones toneladas de soya gracias a su inversión en tecnología y desarrollo agrícola, en Bolivia la producción se estanca en alrededor de 3 millones y se sigue discutiendo lo que el mundo hace décadas no objeta más: la biotecnología y sus beneficios. Mientras Argentina trabaja para bajar los costos en la Hidrovía Paraguay-Paraná, en Bolivia se sigue dudando sobre los beneficios de Puerto Busch. Mientras Uruguay exporta la mayoría de su soya en grano -porque casi no tiene industria- en Bolivia seguimos increíblemente trabados con  los cupos de exportación”. Lamentablemente, es nuestra realidad…

 

Bueno sería que para que la historia de nuestro grano de oro tenga un final feliz -y no languidezca como la producción del algodón en el país- el sector público se prodigue en buenas políticas públicas que alienten una mayor productividad, v.gr., autorizando nuevos eventos biotecnológicos para semillas que resistan el ataque de insectos, stress hídrico, etc., así como para forjar la competitividad sistémica del país y consagrar la libre exportación de excedentes.

 

Deseable sería también crear una Bolsa de Productos Agropecuarios para que de una forma moderna y profesional se transparente el mercado, la formación de precios disponibles y futuros. Con ello el invertir, producir y -garantizado el mercado interno- exportar más, no sería algo tan difícil y dramático en este país…

(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional

 

Santa Cruz, 11 de octubre de 2017