Opinion

REVILLA, SUSZ Y LAS FACHADAS DE LA PAZ
Cara o Cruz
Raúl Peñaranda U.
Domingo, 17 Agosto, 2014 - 12:30

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He señalado en varios artículos que la actual gestión de Luis Revilla y las dos anteriores, que encabezó Juan Del Granado, han ayudado grandemente a La Paz. En los años 90, tras gabis y chazas, la ciudad quedó en ruinas, con una Alcaldía corrompida, una gestión deficitaria y en medio de un desorden total. En 1999, Del Granado empezó la titánica tarea de ordenar las finanzas, conformar un nuevo equipo de trabajo, generar confianza en los organismos internacionales, racionalizar el cobro de impuestos y ganar el respaldo de los paceños. Con los años la ciudad mejoró. Después, el actual alcalde enfrentó un tema crucial, el del transporte público, logrando con los buses Puma Katari importantes, pero todavía insuficientes, mejoras en ese sentido.

Pero una vez ordenada la casa, mejorados los ingresos, recuperada la confianza, la ciudad merece más. Tenemos que subir uno, dos o tres peldaños para ubicarnos más cerca de otras ciudades latinoamericanas. No es apropiado dormirnos en nuestros laureles y pensar que todo está bien, porque no lo está. Se ha hecho la tarea más dura y ahora los ciudadanos tenemos que aspirar a más.

Uno de esos aspectos, que traté en una columna anterior, es la horrible cantidad de pintarrajeados en las fachadas. No me refería al arte de los grafitis, que respeto, sino a las manchas con aerosol o brochazos que dan unos pocos centenares de jóvenes en las fachadas de nuestras casas. Lo que hacen es, impunemente, desasear y darle un aire de decadencia a nuestra (hermosa) ciudad. Ya antes el periodista Mario Castro había abordado el mismo tema.

Decía en mi columna que La Paz, en este sentido, ocupa el último lugar de las capitales de Bolivia en cuanto a limpieza de las fachadas. Y para qué hablar de otras ciudades de la región. Quito, Salta, Iquique, San Salvador, Bogotá y hasta Ilo, en el sur peruano, entre decenas más, son ciudades limpias, con muros cuidados. Y si a eso se le añade que cuanto instituto y bar llena impunemente las paredes con sus afiches, realmente estamos mal.

Pero decía que debemos exigirnos más. Por ejemplo quitar los horribles cables de luz y telefonía que afean tanto nuestras calles. Quito lo logró, igual que Medellín, Viña del Mar, Mendoza y Montevideo. El único esfuerzo en La Paz, en se sentido, se circunscribió a la Avenida Camacho, ¡y cómo mejoró!

En La Paz tampoco hay un sistema que lave las calles, las empresas de aseo urbano se limitan a barrerlas. La Paz es la única sede de gobierno de las Américas en las que no existen esos carros que, con detergente, agua y grandes cepillos, lavan las calles. Las nuestras están llenas de restos de puestos de comideras, aceites de buses, orines de perros callejeros y cosas peores. Barrer no es suficiente. 

En esta etapa nueva que debería tener La Paz, de aspirar a mejorar, también tendría que abordarse el tema de la contaminación auditiva y visual. Los automovilistas bocinean sin control y los dueños de locales ponen los letreros que les da la gana en los frontis de sus tiendas. Feos avisos de cartulina negra con letras amarillas, que anuncian “salteñas” o “fotocopias” le dan un aire de aldea a nuestra urbe. Podríamos tomar el ejemplo de Arequipa, en la que, en su centro histórico, solo se permiten letreros de madera o fierro forjado, previamente autorizados por la Alcaldía. Y se ve todo tan bien…

Ante mi columna anterior, que pedía una acción más definitiva de la Alcaldía sobre los rayados murales (no sobre los grafitis artísticos), el director de gobernabilidad del municipio, Pedro Susz, a quien respeto y aprecio, se despachó un artículo de 900 palabras en el suplemento dominical Ideas para burlarse de mi preocupación y decir que el problema solo se solucionaría con 600.000 guardias municipales y cerrando las fronteras para impedir la importación de pintura. Su respuesta está bien para tomar a zumba el tema, y desmerecer mis argumentos, pero no aborda el desafío de cómo La Paz puede dar un salto cualitativo.

Mofarse de un tema que genuinamente creo importante (más los que menciono en esta columna) es una demostración que la Alcaldía sigue creyendo que está en 1999, ordenando la casa. Cuando ya deberíamos tratar de embellecerla.

/ Raúl Peñaranda U. es periodista