Chuquiagomarket

Por Adalid Contreras Baspineiro - Sociólogo y comunicólogo boliviano

Cuando visité por primera vez la ciudad de La Paz, tres paisajes me impactaron especialmente. La vista sin final de la ciudad-collage bajando en serpenteo desde El Alto; la majestuosidad y belleza inigualable del Illimani combinado con un cielo azul intenso y las cúspides de los edificiosacariciándolo tímidamente; y los vozarrones de los vendedores ambulantes que se disputaban espacios y clientes ofertando sus productos con frases entrecortadas como: “¡salte con car de gaí!”, y cuyo significado de marketing callejero sólo entendí saboreando sus deliciosas “¡salteñas con carne de gallina!”.

De entonces para ahora, la ciudad se ha regado desordenada hasta las faldas de un Illimani que ha madurado su belleza y edificios cada vez más altos que le rascan la panza al cielo azul paceño. Por su parte, el comerciose ha tomado calles y avenidas de todos los barrios,con una combinación entre comercio informal en las aceras y comercio formal en edificaciones queempujan las viviendas a nuevos hábitats urbanos, mientrasconvierten a La Paz en una ciudad-mercado, en una urbe de comercio en movimiento, en un katu diurno y nocturno, en una metrópoli de intercambios integrados sociales y comerciales transitando de su original identidad intercultural como ChuquiagoMarka a su contemporánea naturaleza comercial como Chuquiagomarket. También su marketing callejero se ha perfeccionado con altavoces, letreros, trípticos, música y hasta modelos.

Un rasgo interesante de esta ciudad-shopping es que confirma que informalidad no es sinónimo de ilegalidad, sino un fenómeno que se mueve en los bordes, más o menos al estilo de lo que dice Hernando de Soto, en su reconocida obra “El otro sendero”:que la informalidad es una dinámica zona de penumbra con una larga frontera con el mundo legal y donde infinidad de ciudadanos se refugian en actividades de excepción sin los beneficios de la protección del sector formal. En realidad, los sectores formal e informal transitan las calles paceñas tomados de la mano, puesto que los mayores proveedores de la mercadería al comercio informal son los sectores formales nacionales y extranjeros, luego el sector informal rural y con menor pero creciente influencia, el propio sector informal urbano.

El fenómeno no es nuevo, se podría decir que la calle es un lugar de actividad económica desde siempre porque transita con los ciudadanos haciéndose parte de sus recorridosmediante el comercio de bienes, servicios, alimentos y manufacturas de uso doméstico. Lo vemos cotidianamente en la venta de periódicos, loterías, salteñas, tucumanas, cebiches y jawitas, calzados, ropa nacional e importada, ropa usada, abarrotes, verduras, frutas, dulces, confitados, frituras, golosinas, lencería, muebles, canastos, juguetes, barbijos, atomizadores, farmacéuticos, remedios anti-covid, “relojes rolex”, “bolígrafos parker”, “lentesray-ban”, flores, repuestos para celulares, lustrabotas y un largo etcétera que se remata en determinadas épocas del año, como las Navidades, el Día de San Valentín o el Día de la Madre, cuando el comercio en las calles se multiplica desmedidamente con la presencia de una fuerza de trabajo y de consumidores usualmente escondidos en los recovecos de la pobreza o en el consumo selectivo.

Uno de los estudiosos más rigurosos de la problemática urbana paceña, el sociólogo René Pereira Morató, dice que el comercio en vía pública en la ciudad de La Paz es consecuencia del modelo económico extractivista, y que mientras éste no cambie, no habrá norma capaz de provocar un reordenamiento del sector porque no se estarían afectando sus raíces estructurales. Por el contrario, afirma que el comercio en las calles paceñas, con su rostro de mujer, combina una actividad de subsistencia inestable y precaria con un comercio que genera excedentes siguiendo una lógica relacional y otra territorial. La relacional implica identidad y una organización de redes y vínculos familiares, vecinales y habitantes al paso, con estrategias de sostenibilidad. La territorial supone apropiaciones u ocupaciones del espacio público, donde se construyen identidades con relaciones ya sea de colaboración o de poder, en un sector extremadamente heterogéneo.

Un rasgo interesante es el que señala que el consumo callejero se convirtió en una expresión cultural arraigada,porque buena parte de la población prefiere comprar en la calle tanto por sus precios, por su ubicación al paso, porque goza de prestigio y por su alta adaptabilidad a circunstancias concretas como los días de fútbol que dan paso a la venta de banderas y camisetas o al pintado de rostros y venta extendida de comidas.Lo que pasa es que la profusión del comercio en las calles es producto de la desocupación, pero también de la demanda, o sea de la existencia de clientes y compradores.En algunos lugares existe una complicidad entre el comerciante, los propietarios de inmuebles que se cotizan con mayor valor, y los clientes. En otras zonas, por el contrario, las relaciones entre comerciantes y propietarios son tensas y si existe el comercio es porque hay compradores.

Lo cierto es que, con la pandemia, Chuquiagomarket se ha extendido. Por eso, en este contexto, entre barrios de colores, rutas del oxígeno y espacios en movimiento para una La Paz en paz, ¿qué políticas se tendrán que definir para la ciudad-feria comercial, sabiendo que detrás de cada minorista hay una familia que subsiste con su trabajo, miles de consumidores al paso y una ciudad que se reproduce?

Chuquiagomarket, 18 de octubre de 2021