Opinion

SIMÓN BOLIVAR
Desde el Chaco
Ubaldo Padilla
Miércoles, 24 Julio, 2013 - 12:49

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Aquel 24 de Julio de 1830,a las cinco de la mañana, tras que José Palacios le cantó  la fecha de sus cumpleaños; Simón  José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, abrió los ojos  y gritó “47 años ya, carajos y estoy vivo”, como presagiando que para él a partir de esa fecha ya no habría muerte capaz de matarlo.

Pero para entonces el general ya se sentía viejo, enfermo, cansado, desengañado, hostigado, calumniado y mal pagado; las oligarquías locales de los países que libertó, le habían declarado la guerra a muerte por sus ideas de integración latinoamericana; ideas que eran contrarias a los intereses y privilegios locales de esas familias poderosas; “Todo lo he hecho con la sola mira de que éste continente sea un país independiente y único y en eso no he tenido ni una sola contradicción ni una sola duda” solía decir el libertador  como respuesta a las diatribas.

A partir de ese 24 de julio de 1830, cuando SimónBolívar cumplió 47 años, después de haber libertado al continente y haber sido presidente de Venezuela y la Gran Colombia, dictador del Perú y Libertador de Bolivia, comenzó su decepción y su amargura; “ya no tengo patria por la cual sacrificarme” dijo una vez al enterarse que los gobiernos locales de los países liberados por él del yugo español, comenzaban a destruir su obra construida en 20 años de Guerras.

Era tan extenso el territorio y tan difíciles las circunstancias de la época, que sus mismos soldados una vez le preguntaron, “general, ya tenemos la independencia, ahora díganos que hacemos con ella” a lo que el general respondió, “hay que unificar los gobiernos de las américas si no queremos darle ventajas a nuestros enemigos . Para Bolívar la unidad del continente no tenía precio, como ahora; por eso se había entregado a esa causa desde muy joven, claro que impulsado por otras circunstancias de las que poco se habla.

A los 3 años quedó huérfano de su padre el coronel  Juan Vicente Bolívar y Ponte Andrade; a los 9 años murió su madre doña María de la Concepción Palacios de Aguirre y Aristía-Sojo y Blanco y a los 19 años, apenas 7 meses con 26 días de su matrimonio quedó viudo de María Teresa Rodríguez del Toro y Alayza.

Según cuenta Gabriel García Márquez en su obra “El general en su laberinto”, la muerte de su esposa marcó la fecha de su nacimiento histórico; antes había sido un señorito aristócrata de Caracas; a la muerte de su esposa y luego de jurar nunca más hablar de ella, nunca más recordarla ni nunca más sustituirla, se convirtió sin transiciones en el hombre que fue y es para siempre. “Prefiero la muerte en tus brazos que esta paz sin ti” había dicho alguna vez; luego viajó a Europa a instruirse en las artes de la política y la guerra para tras su juramento en el monte sacro de Italia regresar a su patria a liberarla.

En todo ese tiempo y hasta su muerte había sido el eterno fugitivo de la quiteña Manuela Zaenz y sus amores; y de tantas otras mujeres como Delfina Guardiolaquien de celosa le había dicho una vez “general usted es un hombre eminente, más que ninguno…pero el amor le queda grande”. 

Para aquel 24 de julio de 1930 cuando el general cumplía sus últimos cumpleaños , ya estaba enfermo, aunque el jamás hasta su muerte lo aceptara; porque la enfermedad era al único enemigo al que el general temía y se negaba a enfrentarlo.

Ahora, clubes deportivos, colegios, calles avenidas, monumentos centros comerciales, museos, plazas, plazuelas, puentes, parques, teatros y hasta empresas de transporte llevan su nombre; como a muchos héroes y heroínas, el mercado los ha reducido a mercancía; sus enemigos prefieren eso al despertar de sus ideas e ideales.  A 230 años de su nacimiento, Bolívar sigue naciendo en cada idea de integración del continente y las oligarquías se siguen alegrando con su muerte, como aquel gobernador de Maracaibo, que al enterarse de su muerte escribió “El genio del mal, la tea de la anarquía, el opresor de la patria ha dejado de existir” y propuso exterminar a su descendencia hasta la quinta generación; sin saber que las vidas de estos hombres no se acaban con la muerte y algunas como la de Bolívar son necesarias para que sus ideas e ideales, sigan viviendo.