Opinion

EL LEGADO DE GREGORIO IRIARTE
El Púlpito
Guillermo Siles Paz, OMI
Lunes, 14 Octubre, 2013 - 11:21

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Ha pasado un año del fallecimiento de Gregorio Iriarte, OMI (Misionero Oblato de María Inmaculada).  Pasó como si fuera ayer. Sendos homenajes y presentaciones de artículos y libros, no han dejado de repetir su memoria, su legado, su gran aporte a toda nuestra realidad social y eclesial boliviana y latinoamericana. El yace en los brazos de Dios, como el mismo decía, estaba en los brazos del Dios amor, que no condena y ni castiga.

Estos días pasé varias horas pensando en todo lo que él nos dejó, siento que es un bagaje impresionante de ideas, pensamientos y fundamentalmente estructuras de cambio fundamentales, en la persona humana y en los procesos de comprensión de la realidad Latinoamericana.

Muchos de sus amigos, le conocieron a Gregorio Iriarte en diferentes facetas. Sin embargo, la que marco su identidad y su forma de vida, fue su arduo trabajo por la defensa de los derechos humanos, fue cofundador, junto con otros amigos y amigas. Gregorio siempre se mostró audaz en el compromiso con los obreros, con la clase trabajadora; con activistas sociales.  Su capacidad de interactuar con altas autoridades de gobierno. Los mineros le apreciaron y encontrar otra forma de ver al religioso oblato.  No pasó mucho tiempo y emprendió su vida en medio de muchas siglas, que hoy tal vez ya no existen. CEDI, ISAL, APDH, JyP. Todas para apoyar las vivencias y defensa de la democracia.

En los años 70 a los 80 Gregorio vivió como un gran defensor de la democracia, en plena dictadura. Fue perseguido,  injuriado, pero nunca derrotado. Estuvo entre los sacerdotes y activistas sociales, organizando la famosa huelga de hambre de las mujeres, que derrotaron la dictadura de Banzer. En su casa acogió a muchos políticos y el acompañó, desde su simplicidad,  a Marcelo Quiroga Santa Cruz,  a Lucho Espinal, a Julio Tumiri, fueron amigos y compañeros del cambio y la lucha por una democracia, en plena dictadura.  Sus libros más riesgosos fueron, la edición fotográfica de “la masacre del valle” y “el ser periodista”. Ambos tienen claramente una identidad de la voz profética en un ambiente de represión.

En los años 80, ya en la democracia, encontramos a Gregorio Iriarte, en medio del analista crítico de la realidad,  pero un analista que nace desde la misma cercanía,  sensibilidad y sencillez.  El diariamente leía entre 4 a 5 periódicos, no había internet, ni computadora. Leer los periódicos diariamente,  era su pasión y le permitía una comprensión e interpelación de la realidad. Ahí estaba la fuente primaria, decía.  Los datos, interpretaciones y objeciones los extraía de los diarios, ahí están los datos oficiales. Lo único que hay que hacer, según él,  era divulgar y popularizarlos. Una buena síntesis, es ese libro titulado, “para comprender América Latina”.

Su personalidad estaba marcada, por ese profundo espíritu de contemplación de la realidad, como había vivido una realidad muy particular en su país, España. El entendía que era necesario experimentar una contemplación activa. Quería decir, que te dejes interpelar por los hechos cotidianos, que te dejes provocar por las propuestas de cambio, que te dejes inducir a la acción y al cambio.  Hasta parecía un benedictino, porque oraba y laboraba. Así fue su rutina. La vida le dio esta misión. Gregorio fue un verdadero contemplativo,  pasaba horas en la capilla, en la computadora y en las conferencias. 

Como educador, se consideró seguidor de Pablo Freire, porque él creía, lo divulgaba y escribía sobre una educación liberadora. Aquella educación que se hace carne en ti, y en su cotidianidad.  Todos sus escritos que hablan de educación, clarifican,  que la educación es para la vida. Diferenciaba claramente, que hay mucha distancia entre instrucción y educación, y nuestra educación que se queda en la instrucción, será repetitiva, no liberará, adormece.

Pero la que se enfoca a una educación para la vida, esa será una educación liberadora, transformadora y creativa.
Muchos han coincidido, que su forma de ser era de plena libertad, había logrado una madurez en su vida misionera.

En sus últimos escritos traslucía la superación de la confrontación, de rivalidades en su pensamiento y había entrado a comprender, la necesidad de conocerse a sí mismo, para ser un verdadero amigo del otro. Su librito, pequeño y denso, “se amigo de ti mismo” refleja la necesidad de salir de todos los prejuicios personales, la necesidad de desarrollar nuestro autoestima para poder ser una persona potable y amable. Ser amigo de ti mismo, te da paz, te abre puertas, te hace relativizar muchos prejuicios  y dogmas.  Te hace mirar a la distancia y a largo plazo que tu vida es más que importante.

Si bien es cierto mucho de su pensamiento ha sido humanista, y profundamente cristocéntrico. No dejaba de hacer conocer ese humanismo cristiano. Tal vez lo podemos encontrar definido en la enseñanza de los valores. Porque estos los sacó de esa misma vida de Jesús, de ese campesino, de ese judío marginal. No entendía a Dios sin la encarnación en el pobre, en el indigente, en el excluido.  Será por eso que en sus libros, “enseñanza social del  evangelio” nos invitaba a ver en al pobre, a Jesús, a ver en el pobre la oportunidad de la salvación.  Además que las estructuras de pecado están en las políticas excluyentes y elitistas.  El pobre muchas veces era simplemente objeto de estudio,  no de preocupación, ni de transformación. Ahí si Gregorio Iriarte, aparecía como un profeta y actualizado, con datos, con cosas concretas. Lo decía con énfasis “Este mundo injusto es una pirámide”,  “la realidad es una copa de champan”.  “Unos pocos disfrutan a costa de muchos, y eso debe cambiar”. Tal vez repetía lo que otros dijeron, pero puesto en la boca de Gregorio Iriarte, resonaba a compromiso.

Se fue Gregorio, pero nos dejo esas enseñanzas que deberíamos de seguir, aun hay mucho por hacer. Los cambios en la sociedad y la iglesia son urgentes, decía insistentemente. Tal vez, es lo que debemos de preocuparnos, y si aun tenemos tiempo, sus libros están vivos y no pierden actualidad.

El fue mi maestro, este legado lo llevo en mi corazón, al igual que muchos de sus amigos.

Guillermo Siles Paz, OMI, es misionero y comunicador