Los candidatos que queremos

Por Jimena Costa

Desde la transición democrática 1982-1985, se han realizado 10 Elecciones Generales (1985, 1989, 1993, 1997, 2002, 2005, 2009, 2014, 2019 y 2020); 10 Elecciones Municipales (1985, 1987, 1989, 1991, 1993, 1995, 1999, 2004, 2010 y 2015); 1 elección de Prefectos de Departamento (2005); y 2 Elecciones Departamentales y Regionales (2010 y 2015). Son 23 procesos electorales en los cuales siempre se hacen al menos dos o tres encuestas previas de perfil del electorado, para diseñar las estrategias de campaña. En el transcurso de los años, tuve la oportunidad de acceder a un par de docenas de esas encuestas.

Las preguntas usuales, para definir la imagen y discurso del candidato y el Mensaje central de la campaña, son algo así como: “¿Cómo quisiera que sea el candidato?”, “¿Cuáles son las cualidades que debe tener el candidato?”, “¿Qué es lo que mas le gusta del candidato?, “¿Qué es lo que menos le gusta del candidato?”, etc. etc.

No importa cómo se formule la pregunta, las respuestas tienen una tendencia clara, por supuesto con variaciones porcentuales coyunturales, pero con coincidencias siempre presentes a través de los años. Hay una fuerte coincidencia en tres aspectos: la mayoría quiere candidatos que sean capaces, honestos y comprometidos con el pueblo. No dicen hombre ni mujer, ni camba ni kolla, ni indio ni mestizo, ni izquierda ni derecha, simplemente piden capacidad, honestidad y compromiso con el pueblo.

Si lo piensan bien, son deseos y expectativas bastante modestos. Que un candidato tenga capacidad para ser Alcalde, Concejal, Gobernador, Asambleísta, Presidente, Diputado o Senador es algo absolutamente racional. Que la gente espere que tengan capacidad para administrar las políticas municipales, departamentales o nacionales es lógico, pero lamento decirles que a la hora de hacer las listas de candidatos los partidos no buscan a sus “cuadros” más capaces, ponen en la lista a los que más trabajan por el partido y son leales a la cúpula dirigencial, o sea, a los llunckus.

Los llunckus suelen ser bastante menos que brillantes por lo que su mediocridad les impide surgir por mérito propio y esa es la razón por la que pululan alrededor de algún dirigente, para que les abra paso. Por eso existe una imposibilidad del cumplimiento del requisito ciudadano de la “capacidad”.

Cuando los llunckus son muy rastas, invitan a alguien a la candidatura. Tampoco se valora su capacidad en la gestión pública, sino la de ganar votos y lamento comunicarles que los que ganan votos no siempre son los mejores, pueden también ser homicidas, violadores o corruptos, aunque hablen bonito.

El segundo deseo es que sean honestos. Me apena recordarles las toneladas de denuncias por corrupción a las autoridades electas en cualquiera de las mencionadas elecciones. Por supuesto que no son tod@s, pero lamentablemente hacen una fuerte tendencia fortalecida por uno de los rasgos mas negativos de nuestra cultura política: el patrimonialismo, es decir, una forma de gobernar usando los recursos y bienes públicos como si fueran propiedad de las autoridades de turno, sin rendición de cuentas y generalmente usados primero para beneficio de los gobernantes, no de los ciudadanos. La honestidad de los políticos en general -no de tod@s- es un anhelo, no un rasgo.

Por último, tod@s se dicen comprometidos con el “pueblo”, pero no responden al electorado sino al partido, o al jefazo que los puso en la lista de candidatos. 
Notarán que para el 7/3 ando rebosante de optimismo.