Opinion

PODER Y CONTROL
Los otros caminos
Iván Castro Aruzamen
Martes, 6 Junio, 2017 - 12:15

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A propósito del poder, esa frase tan conocida, pero, al mismo tiempo, no muy atendida, de que el poder está hasta en la mugre de las uñas, es muy elocuente acerca del poder visible; no obstante, cuando hablamos del poder invisible o si queremos llamarlo, el poder trascendente, poco podemos decir sobre él. Pero, el poder visible se hace patente, sobre todo en la jerarquización de los roles; y sus signos más palpables son los gestos y los patrones de comportamiento; una muestra de ello son el vestido o los símbolos, con ellos  se quiere demostrar el ejercicio del poder y el control que ejercen sobre los demás. Por esa razón, José María Castillo, dice al respecto: “todo el que, a partir del poder (cualquiera que sea), pretende dominar a otros, está siempre expuesto a la tentación del fingimiento, de la apariencia teatral y del disimulo”.

Ahora bien, si nos fijamos detenidamente, todo aquel que ejerce un cargo (jerarquía) por muy miserable que sea, siempre busca dominar a los otros. Esta intención algunas veces aparece de manera vedada y otras, explícita. Estas formas de dominio son totalmente comunes en todos los ámbitos de la sociedad. Unas veces se las realiza en nombre del orden, o simplemente por estar en un lugar donde el poder emana de patrones ya establecidos. Y en este ejercicio, no hay diferencia entre hombre o mujeres. Se puede tender a pensar que la femineidad constituye una manera distinta de ejercer y asumir el poder. Para nada. Pongo no más como ejemplo dos casos de los más corrientes, pero que son extensibles a cargos de mayor jerarquía. Conozco a una señora directora de una unidad educativa y por la forma como lo ejerce es esta la conclusión: Una valoración del nivel intelectual o académico de dicha autoridad, nos dice que un campesino que labra la tierra, está más ubicado en el mundo; esta señora, no solo arrastra una crónica mediocridad, sino que en el ejercicio del poder, parece esto no afectarla en absoluto; pues, es una persona de apariencia teatral, hipócrita, y, sobre todo, astutamente proclive a aparentar y camuflar todo el mal que lleva dentro de una manera espantosa. Ese tiempo de personas no solo aterran sino que hasta podríamos decir nos causan asco. Otro ejemplo, también común; una señora, decana, de una facultad del sistema universitario, cuya sexualidad debe ser de las más desabridas, no solo ha sido cómplice de hechos de corrupción, ni siquiera es capaz de diferenciar entre una perdiz y una paloma; si alguien le preguntara por mera curiosidad, quien es Pablo Picasso, nada raro que lo asociaría con algún cantante o personaje de farándula; sin embargo, ostenta al máximo el arte del fingimiento, el disimulo, asquerosamente manifestado en las buenas intenciones. Hace lo mismo aunque a menor escala, el policía que en nombre del orden, impone su uniforme para sancionar alguna falta leve o inexistente. Así, andamos con el poder que está hasta en la mugre de las uñas. Por eso cuando hablamos del poder y la jerarquía, estamos refiriéndonos al poder que se ejerce como control; el mismo se alcanza por medio del control de los pensamientos y los deseos, para hacerse con la obediencia de los ciudadanos, tanto a nivel grupal o colectivamente.

Pero, por más verdad que sea lo que acabo de decir, no siempre estamos conscientes de las consecuencias del poder que solo quiere el control. Pues, cuando se busca el poder solo con este fin, el mismo no sirve para mejorar la vida de las personas; ni tampoco,  para defenderla, sino más bien, constituye una terrible agresión en contra de la vida de los individuos, una espada que cercena la dignidad humana; finalmente, los que ejercen el poder desde la jerarquía, se comportan y se anestesian al punto que no son capaces de reconocer que portan un poder que destruye y mata y hasta autodestruye a quien lo ejerce. Los más grandes animales de este poder terminaron como perros (Hitler, Mussolini, Chávez, Pinochet, y otros), pero también los pequeños déspotas sucumben en su cargos absurdos.

Termino esta reflexión sobre el poder y el control con unas notas enviadas por Séneca a su pupilo Nerón: «Tú no puedes alejarte de ti mismo, de tu elevado rango; él te posee, y dondequiera que vayas, te sigue con gran pompa. La servidumbre propia de tu elevadísimo rango consiste en el hecho de no poder llegar a ser menos importante (est haec summae magnitudenis servitus non posse fieri minorem); pero precisamente esta necesidad la tienes en común con los dioses, y a ellos no les es dado descender, como tampoco te es dado a ti, sin correr riesgo. Tú estás “enclavado” en tu rango».

Iván Castro Aruzamen

 

Teólogo y filósofo