Opinion

INDOLENCIA DE LAS FICHAS
A ojos vista
Mario Mamani Morales
Martes, 8 Noviembre, 2016 - 16:23

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Una de nuestras debilidades como Estado es la atención a la salud. Desde la República practicamos una medicina curativa antes que preventiva. Para atender la salud nos preocupamos más por “agarrar la ficha” antes que la misma enfermedad. Es el calvario mayor para un enfermo.

Si tenemos familiares que pueden ir de madrugada, tres o cuatro de la mañana, ante el seguro y alcanzar a la cola de la “ficha” es un privilegio; si no hay parientes  el enfermo debe soportar el frío, la caminata de casa a la Caja, la larga espera y para su desgracia encontrarse con el anuncio de que “los cupos para hoy ya están llenos”. Sólo diez fichas para el especialista.

Al día siguiente el paciente está peor y al otro día pasa a la “presencia del Señor”. Éste es el trato a los asegurados en cualquier Caja, Hospital de cualquier nivel y peor si se trata de conseguir la consulta de un especialista.

Adquirir una enfermedad es un drama en nuestro Estado Plurinacional. Se acude al médico y no el médico al paciente. Hay que tener dinero para ir al doctor particular, adicionar el costo de los medicamentos, el análisis de laboratorio, los insumos, el tratamiento que dura semanas, meses o toda la vida tiene.

Esta realidad no viven los gobernantes, de aquellos que hicieron negocio con vacunas y la corrupción y desfalco de las Cajas de Seguro en la República o de los actuales que pueden ir a una clínica privada ante cualquier dolencia; pero jamás estarán en la “fila para la ficha”.

El drama es mayor cuando las indicaciones de la consulta no son precisas. Al paciente no le indican con claridad que debe volver en ayunas con muestras específicas o el enfermo no entendió bien y acude al día siguiente con la falta de alguna muestra. Suplicio: debe volver por nueva ficha al día siguiente, otra vez al médico y el protocolo.

De las ciudades que no están ubicadas en el eje central, los pacientes con diagnóstico reservado o terminal son derivados a La Paz o Cochabamba, pasajes por cuenta del enfermo o de sus familiares, pagar alojamiento, madrugar para la ficha si no se tiene la consulta asegurada con anticipación y el tratamiento específico. Para sorpresa, los resultados confirman que el paciente no padece la enfermedad de la que se lo trató, sino de otra, o es falsa alarma. ¿Es temeraria esta afirmación? ¿No tenemos algún familiar o conocido que pasó por esta experiencia? ¿O nosotros mismos?

¿Cómo vamos en equipos médicos de última generación para atender a los bolivianos? Escasos y caros, para lo peor dañados o en reparación. Hay que ir de aquí allá o viceversa para una resonancia, una tomografía, para una quimio o simplemente esperar que funcione la máquina. ¿La enfermedad espera? ¿Qué drama o angustia vive el paciente? ¿Y la familia? 

Mientras tanto, los anuncios de publicidad de las gobernaciones o los municipios saturan los medios masivos de comunicación sobre los miles de millones de bolivianos que perciben por concepto de regalías por hidrocarburos, la minería o el comercio; pero: ¿Cuánto de estos millones va destinado a cada ciudadano para atender su salud?

¿Es el Estado que corre con el cuidado de la salud del pueblo o es el ciudadano que debe mantener el sistema curativo, comercial y de pingües ganancias para la industria farmacéutica?

No sólo es cuestión de que el ciudadano tenga acceso a la consulta, lo importante es que tenga atención de calidad, porque un pueblo de enfermos no llegará al desarrollo del que tanto se habla.

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S-081116