Opinion

MANDILITO BLANCO
A ojos vista
Mario Mamani Morales
Miércoles, 28 Enero, 2015 - 17:30

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Desde el próximo lunes, 2 de febrero, todas las calles, avenidas, plazas y parques en las ciudades se verán otra vez atestadas de niños y niñas en edad escolar. En el campo, también los senderitos serán hollados por los pies de niños que correrán felices: caminito a la escuela.

Según las palabras del presidente Evo, en el mensaje emitido al país el 22 de enero pasado, el 99,82% de la niñez en edad escolar ha sido matriculada en la pasada gestión educativa, esto en primaria, en secundaria la cifra es un poco menor, 72,15%; se advierte que hay que mejorar esta cobertura en los adolescentes que van entre los 11 a 17 años.

Cuando se observa la sonrisa de nuestra niñez y juventud que asiste a la escuela, se evidencia que hay alegría, esperanza, inocencia que es responsabilidad de la misma sociedad forjar su futuro. En esta época del año, justo cuando se inician las clases, también los jardines en plazas y plazuelas tienen flores, rocío en las mañanas, fragancia que incentiva al placer de los sentidos y motiva satisfacción, ganas de vivir, es lo mejor que puede dar la vida: niñez, juventud, flores y vida.

Una de las políticas del Plan Nacional de Desarrollo, asumido dentro del gobierno actual, tiene que ver con la construcción de una escuela de calidad, que priorice la igualdad de oportunidades, que se sea equitativa; es decir que no existan diferencias étnicas, de género, religión y procedencia. No imaginamos cómo hasta hace décadas la educación era privilegio para pocas familias; los demás niños, hijos de campesinos e indígenas, no podían aspirar a saber leer y escribir, estaban destinados a ser los pongos, los mit’anis, luego la servidumbre gratuita del “niño” de la casa del patrón. Hoy el país ha cambiado: la escuela hasta el bachillerato es obligatoria.

Lo que nos separa a los bolivianos y bolivianas es el poder económico, todavía medimos a nuestros semejantes con el ojo de “tanto tienes, tanto vales”; pero también la Constitución Política del Estado Plurinacional garantiza que el padre de familia puede elegir la educación que quiera para su hijo e hija; esto es: privada o pública, católica, evangélica o laica; ¿la diferencia sólo es económica?

Paradójicamente las escuelas más caras en Bolivia son las que se ofertan a través de la iglesia, generalmente católica, esta es una historia que se arrastra desde tiempos de la colonia. Si usted es observador, se dará cuenta que en las ciudades colonizadas por la cruz y la espada, a lado de la construcción de una iglesia o un convento, está edificada un espacio que es una escuela, administrada todavía por religiosos o religiosas, donde no siempre puede acceder un niño del pueblo; se habla de la élite, de la alta sociedad que puede pagar el costo de una educación de calidad: ingreso previo examen, buen aspecto (blancoide), apellido no nativo (aunque no se hace el seguimiento genealógico), es la tradición familiar, se afirma.

También la inequidad escolar se crea por la mentalidad de padres y madres que consideran que la mejor educación está al centro de las ciudades; he ahí las filas, peleas, reclamos y exigencias por tener una plaza en centros educativos de renombre, porque supuestamente están allí los mejores maestros y maestras. Si ellos y ellas fueran destinadas a una escuela de la periferia ¿igual los padres y madres exigirían que sus hijos sean inscritos lejos del centro? Nótese que en la actualidad las mejores edificaciones escolares no siempre están cerca de la plaza.

Sea como fuere, se trata de nuestra niñez y juventud, lo mejor que tiene un país, cualquier sacrificio que se haga por su bienestar, vale la pena. La escuela debe tener un vínculo directo con la realidad nacional, fortalecer el sentido de pertenencia al país, desarrollar una autoestima que parta de lo psicológico, emocional, de integración a la sociedad, de mirar al otro en la misma dimensión horizontal, nunca de arriba, con desprecio o falsa vanidad que no edifica.
Lo ideal sería vestir el mandilito blanco y caminito a la escuela.