Opinion

OBREROS Y MOVIMIENTOS SOCIALES
A ojos vista
Mario Mamani Morales
Miércoles, 31 Agosto, 2016 - 13:51

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La clase obrera y movimientos sociales son dos realidades muy diferentes que se esclarecen según pasan los momentos históricos que en las últimas décadas vivió Bolivia y trasciende hoy.
Los obreros, quienes venden su fuerza de trabajo al empleador, organizados en sindicatos y aglutinados en la Central Obrera Boliviana, se constituyeron en la fuerza vital en la lucha contra las dictaduras y rescatar el sistema democrático que vivimos.
Sus luchas, además de defender las libertades sindicales y políticas, estaban orientadas a mejores salarios, condiciones laborales, vigencia de los partidos políticos, oposición tenaz al exilio y persecución de dirigentes; es decir, respeto a la libertad plena que no tenía vigencia antes de l982.
En 1985 siendo gobierno el MNR, se asume para el país una política neoliberal expresado a través del D.S. 21060, pone la mirada en la necesidad de destruir la organización de los obreros, es decir, los sindicatos, aplastar su capacidad de movilización y representación de la COB que tenía como su principal sustento la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, FSTMB, junto a otros sectores asalariados. En la máxima organización laboral también estaban los campesinos a través de la FSUTCB.
Durante la vigencia de la política neoliberal los gobiernos de turno aplastan a las organizaciones obreras, los disminuyen y minimizan, los sindicatos pierden su poder, la clase obrera se dispersa y aparecen los anillos de pobreza en la periferia de las ciudades que reciben a miles de migrantes de las minas, también de campesinos que buscan mejores condiciones para seguir subsistiendo.
En esta dinámica de hechos políticos y económicos, la necesidad de organización en el pueblo impulsa esporádicamente el nacimiento de otras formas de defensa que con el tiempo se denominan movimientos sociales, diferente a los sindicatos. En el entorno de los países latinoamericanos esta dinámica es interesante y se expande desde el norte hacia el sur.
Frente a la política neoliberal aparece, por ejemplo, el movimiento Zapatista en México que visibiliza las injusticias discriminatorias y de desprecio a los más pobres por parte del poder alineado con la política de EE.UU. En Brasil Lula da Silva nunca hubiera llegado al poder si no hubiera surgido el Movimiento de los Sin Tierra, cuyas acciones reivindicativas hace temblar al país más grande del Continente; en Argentina los Piqueteros son otro ejemplo de movilización del pueblo,  Venezuela, Uruguay y Ecuador también tienen movimientos sociales, en éste último los indígenas asumen su rol político hasta encumbrar en el poder al presidente Correa; en Venezuela surge la presencia del comandante Chávez que da impulso a un cambio de época en la historia del América.
En Bolivia los movimientos sociales hacen presencia con las Juntas Vecinales, los campesinos a través de las Federaciones departamentales y nacionales, las Bartolinas que hacen presencia con lideresas surgidas en el campo, los cocaleros, los colonizadores que se identifican como los interculturales. Las organizaciones obreras pasan a segundo plano, además otros son los objetivos.
Hoy se habla de asuntos de género, de la Madre Tierra y la necesidad de su preservación, la no discriminación por asuntos de raza, color, religión o etnia; es decir, los marginados dentro de la política neoliberal  asumen la corresponsabilidad para la elaboración de planes, presupuestos, coordinación, local y nacional para la conducción del Estado, la sociedad muestra un cambio.
Esta diferenciación entre organizaciones obreras y movimientos sociales, ambos con fines del bienestar común, surgidos por la necesidad de defensa de derechos ciudadanos, la libertad política y la consolidación de un proceso democrático, nos lleva a preguntarnos: ¿dónde ubicamos al movimiento cooperativo minero que escribió las últimas páginas de nuestra historia?