Opinion

VUELVE "LA LOCA DEL MINIBÚS"
A quien corresponda
Jenny Ybarnegaray Ortiz
Domingo, 22 Febrero, 2015 - 12:57

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Lunes 16 de febrero, lunes de carnaval para ser más precisa. Ya pasé un domingo estruendoso, gracias al favor que me hicieron los dueños del club vecino, con música “thecno” a todo volumen durante ocho horas, hasta las 02:00  a.m.
12:30 De pronto escucho “Aló, alóoooo, uno, dosss, tresss, sssí, sssiii… ¿ya? Sssiii…” ¡Y empieza el musicón! Música chicha y un locutor que compite estridencias con el fondo musical, anuncia: “fulano, zutano, mengano y perengano, la mesa directiva del sindicato de transportistas, a la cabeza de Felipe Choque, secretario general, da la bienvenida a sus invitados”…

¿Perdón? A mí no me invitaron; pero eso no importa… El musicón incrementa el volumen del aparato hasta decibeles insoportables… Instalan sus vehículos en fila, en diagonal, la calle cerrada y comienza la repartija de alcoholes…
14:30 Llamo al número del módulo policial más próximo, nadie responde. Llamo al siguiente y me responde un oficial, el diálogo va como sigue:

-    Yo: “buenas tardes, señor, vivo en tal calle; en la esquina hay una parada de minibuses, hace dos horas han instalado un musicón, y han bloqueado el ingreso a la calle; le pido, por favor, su intervención”.
-    Oficial: “me va a disculpar, señora, pero mi puesto queda lejos y no tengo movilidad para acudir al lugar que indica”.
-    Yo: “¿y a quién puedo pedirle que intervenga”?
-    Oficial: “llame al número tal”.
-    Yo: “ya llamé a ese número y nadie responde”.
-    Oficial: “¿en serio?, ¿no se habrá equivocado de número”?
-    Yo: “No, no señor, no me he equivocado, he llamado insistentemente a ese número”.
-    Oficial: “ah, ya, voy a ver qué puedo hacer”…
-    Yo: “Gracias”

Yo, rogando a “san pedro” que mande una granizada de a de veras, a ver si una buena lluvia pudiese persuadir a los entusiastas carnavaleros para apagar el musicón… Y ¡oh, sí, milagro, llovizna, llueve, graniza! Pero, no, nada los persuade… La lluvia pasa, la farra sigue…

17:30 Vuelvo a llamar al teléfono del módulo policial más cercano… esta vez respondeel oficial a cargo:

-    Yo: “buenas tardes, señor, hace tres horas he llamado para hacer un reclamo… [repito el cuento] pero la fiesta continúa y no hay señales de que vayan a pararla…”.
-    Oficial: “sí, señora, hemos recibido llamadas de varios vecinos molestos y hemos ido a dar una vuelta por ahí. Les hemos pedido que por lo menos bajen el volumen de la música. Nos han dicho que tienen permiso de la alcaldía”.
-    Yo: “¿¿¿de la alcaldía??? ¿y le han mostrado el permiso?
-    Oficial: “no, me han dicho que lo iban a buscar…”.
-    Yo: “¿y…?”
-    Oficial: “y nada, no me han querido mostrar el permiso”.
-    Yo: “¿Y usted no podía hacer valer su autoridad?”
-    Oficial: “No, pues, señora, nosotros sólo podemos intervenir cuando hay riñas y peleas… además, qué podíamos hacer, ellos son hartos, nosotros entre dositos no más erábamos”.
-    Yo: “ah, bueno, entiendo, dos policías nada pueden hacer contra una tropa de transportistas abusivos que decidieron tomar la calle”.
-    Oficial: “sí, pues, señora, me va a disculpar, un poquito de paciencia va a tener que tener…”.
-    Yo: “sí, claro, un poquito de paciencia… Gracias y buenas tardes”.

18:00 El locutor anuncia “seguimos, seguimos, morenada, kullaguada, merengue y salsa vamos a bailar… ¡¡salud, salud!!…”.

Listo el pollo, a la “loca del minibus” sólo le quedan dos opciones: unirse a la fiesta (a la que no fue invitada) o ponerse tapones en los oídos… Opto por la segunda, no vaya a ser que, encima, me echen a patadas de su fiesta privada-pública…
¡Ah, eso sí! como vivo el país donde todo el mundo tiene derechos y nadie tiene obligaciones, mañana voy a bloquear la calle, me voy a crucificar en la esquina, me voy a coser los labios en huelga de hambre pura, dura y seca, hasta las últimas consecuencias, es decir, hasta que logre “arrancar” del gobierno (a cualquier nivel que corresponda) una determinación inapelable para que, donde alguna gente haga uso de su derecho a gozar de su joda o su protesta, instale un puesto donde se distribuya tapones de oído gratis… los míos, que son muy buenos, ya están bastante usaditos…

Así termina el cuento, por ahora ¡¡eso espero!!