Opinion

¿EN CHURUBAMBA?
¿En Churubamba?
Rolando Carvajal
Miércoles, 21 Octubre, 2015 - 15:40

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Todavía está por confirmarse cuál de las cuatro sub-parcialidades urin/anan de Chuquiabo acogió el nacimiento del Pueblo Nuevo de Nuestra Señora de La Paz, aquel 23 de octubre de 1548 después de la fundación formal en el tambo de Laja.

La historiografía de los últimos 130 años con base en la  tradición oral local  rescatada para el caso desde 1880, no ha facilitado en general fuentes y versiones rigurosas, quizá comprensiblemente  desaparecidas para siempre o sólo extraviadas.

Con toda su carga de (in)certidumbre, los datos frecuentados en este y el anterior siglo apuntan a la explanada en cuestión, donde se abrió paso el barrio indígena de San Sebastián a partir de la primitiva capilla de barro erigida sobre una waka nativa, a fin de extirpar idolatrías y destruir la sacralidad indígena.

Salvo la próxima de Laja, no se conoce  de otras iglesias en el valle de La Paz anteriores a la Fundación, como se supondría emergente de la actividad de los franciscanos tal vez a partir de 1536, o de la incursión a los Moxos entre 1538-39.

Pero igual que Nuestra Señora, esa primigenia y solitaria capilla fue sólo “depositada” en el asiento de Chuquiabo, según testimonian las Actas Capitulares de la ciudad, en espera del lugar que mejor “convenga” (Acta N° 23,3-dic-1548 y N° 10, 23-oct-1548).

La marca-cabecera de pueblos originarios y colonos (mitmas/mitimaes) aymaras e incaicos, quiruas y pukinas, abarcaba entonces, además de los de Churubamba/San Sebastián, bajo dominio directo del Inca, otros tres conjuntos de ayllus –Santa Bárbara del culto al sol, sobre la margen izquierda del Choqueyapu; Santiago de los mimimaes regionales y San Pedro de los nativos locales– de acuerdo con recientes estudios de Marti Pärssinen.

¿En cual de ellos se depositaron la capilla y el pueblo nuevo?

Algunas exposiciones incluidas en la Memoria (2015) del primer congreso municipal sobre la historia de La Paz conceden al menos un dejo de prudencia sobre Churubamba, lo mismo que en torno a la verdadera existencia de los curacas Quirquincha y Uturuncu (“que recibieron a Pizarro”), o la presunta estadía del cuarto inca, Mayta Capac, unos cien años antes.

En su aporte a esa recopilación, Pärssinen lamenta no poder “confirmar esa información” sobre los caciques y sus presuntos tambos, aunque allana la suposición de que estos dos grupos aluden“a dos parcialidades de yanas dirigidas por los Inkas del Cusco”.

De todos modos,  encuentra este bolivianista, que la misma ciudad parece haber sido establecida“en el sitio que perteneció a los tributarios censados de Chuquiapo”, pues todavía hacia 1560, los ayllus reclamaban por no haber recibido compensación ninguna sobre la toma de sus tierras para la Fundación.

¿Habitaban estos tributarios lo que es hoy la plaza Murillo o era este predio una  extensión de Santa Bárbara? ¿En qué sitio no se devolvieron las tierras dispuestas para la Fundación? Salvo inferencias, no hay pruebas que fuera en la explanada triangular que conforma la confluencia del Choqueyapu y el Apumalla.

Fernando Cajías explica que si bien fundamentalmente ha utilizado “como fuentes los escritos de los principales tradicionalistas paceños del s. XX”, sobre el tema, es necesario corroborar las afirmaciones con fuentes primarias”. Muchas de las aseveraciones citadas pueden confirmarse, entiende, con el trabajo de campo en la zona”.

Llegados a este punto, por un lado, no se tienen excavaciones bajo la plaza. Por otro, entre las  33 principales entidades arqueológicas señaladas en el valle de La Paz en el mapa 2013, no aparece Churubamba/San Sebastián; y de las 87 identificadas, las más cercanas son Caja de Agua-calle Jaén, Said-PuraPura, El Montículo-Sopocachi, e Illampu (más allá de Larkapata y el río Apumalla), Obelisco y San Francisco, zona central (esta última no churubambina porque está al sureste del río Apumalla).

El primer y quizá único sondeo arqueológico en la iglesia de San Sebastián se realizó hace una década, aprovechando el derrumbe del campanario, según Pablo Rendón (2007) y Javier Mencias (2009). De lo que se extrajo en dos pozos entre restos de huesos, vasijas y tejas,  “no se identificó antiguos cimientos que podrían haber correspondido a estructuras” de origen prehispánico, dijo el reporte. Menos la imaginaria tumba del cacique Quirquincha o las ruinas el “templo inca del sol”

Desde la arqueología, muchas de las interrogantes “ya no pueden ser abordadas  a partir de meros restos arqueológico convencionales como artefactos cerámicos o líticos”, reflexionó Carlos Lemuz (2013), “pues  gran parte  de estos no puede ser recuperada con información contextual debido al avance urbano” y la destrucción del registro. 

Ante ello “es necesario apelar alternativamente a otras fuentes como el estudio del propio paisaje, de los lugares y localidades de los que aún es posible obtener significados y evidencias de actividad humana”, recomendó este arqueólogo.

La difusión de la Memoria, auspiciada por Constructora Petricevic y el Concejo paceño, semeja en importancia a las Memorias del I congreso de arqueología nacional (Rivera Casanovas, 2009, UMSA, PIEB, ASDI) y el Mapa de Areas sobre este tema (2009-2013, Lemuz/Aranda, GAMLP) para ir desentrañando el pasado ancestral y preservar las entidades arqueológicas en cada meseta, quebrada, terraza o farellón que contenga rastros significativos, ante el avance del urbanismo oficial nacional y subnacional. Versión ampliada del resumen dispuesto para la prensa el 16-oct pasado y recién publicado el 21-oct.