Opinion

JUEVES DE COMADRES
Testigo Virtual
Rodrigo Ayala Bluske
Miércoles, 6 Febrero, 2013 - 15:44

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Entre las siete y las ocho de la mañana del Jueves de Comadres, las calles de Tarija se llenan de mujeres trasladando canastas. En cada cuadra hay una o dos, afanándose por llegar al lugar de trabajo, del que escaparán en el curso de la mañana, para entregar su carga ocasional. 

Se trata a mi juicio de uno de los espectáculos más bonitos de la cultura boliviana; miles de mujeres que sin aspavientos, de manera natural, van a interrumpir la rutina para dar testimonio de su aprecio por otras personas, de su intención de acercarse (o de la celebración por haberse acercado). Es la antípoda de esa vida cotidiana gris, y despersonalizada que observamos en las grandes urbes del capitalismo. 

Durante toda la mañana, y con mayor intensidad hacia el medio día, los encuentros entre las nuevas comadres (y las, y los que devuelven el presente) se van sucediendo. Hacia el medio día la fiesta toma forma en los principales lugares públicos de la ciudad (plaza  y plazuelas) y al promediar la tarde, la ciudad es una fiesta completa en la que innumerables grupos de mujeres la recorren bailando.

A pesar de que las formas son parecidas, creo firmemente en que  la fiesta de comadres tiene una cualidad distinta a la de compadres. En esta última prima con mayor intensidad el espíritu de “la tomada”, el encierro para consumar el “yo te invito” con la mayor celeridad posible. En cambio la fiesta de comadres tiene una cualidad estética distinta, sustentada en el baile, la picardía y una mayor comunicación. 

Poco a poco la fiesta de comadres se ha convertido en una de las principales (a mi juicio la principal) fiesta del carnaval tarijeño, y es un ejemplo de cómo una política pública adecuada puede recuperar de manera efectiva valores tradicionales. Hace treinta años la celebración de comadres había sido prácticamente olvidada, pero merced al impulso de determinados decisores se recuperó y adquirió un protagonismo insospechado. “Comadres” ha traspasado los límites departamentales y se ha convertido en uno de los principales aportes de la cultura tarijeña a la boliviana en las últimas décadas (junto con la cultura del vino), y como prueba de ello, están las miles de fiestas que se organizan cada vez con mayor intensidad, a lo largo y  ancho del país, con este motivo. 

La “Fiesta de Comadres” está enraizada en la “cultura chapaca”; de esa manera podemos entender su vitalidad y la fuerza con la que ha resurgido. El regalo de la canasta y el acercamiento amistoso al otro, están  ligados con la copla y la tonada, que son los principales elementos de la cultura tarijeña del Valle Central y sus zonas de influencia. Se trata de una estructura articulada alrededor de una serie de tradiciones expresadas en un calendario establecido, que tiene una riqueza extraordinaria, lamentablemente no estudiada con la profundidad y amplitud necesarias (se calcula que solo en el Valle Central, existen más de cien tipos de coplas distintos dependiendo de la zona geográfica y el momento del año).

Pero la vitalidad de “Comadres” tiene que ver también con esa suerte de reivindicación femenina, que se expresa en un protagonismo que es negado a las mujeres en varias facetas de la sociedad tarijeña. En un medio en el que la violencia contra las mujeres sigue ejerciéndose con impunidad como parte de la vida familiar cotidiana  (Tarija tiene su propio record de “feminicidios” no resueltos), la presencia masiva de las mujeres en las calles adquiere el sabor de una revancha simbólica. 

La fiesta de Comadres, simboliza lo mejor del carnaval tarijeño; una fiesta que a pesar de globalizaciones varias y crecimiento urbano, sigue siendo participativa. Que más allá de espectáculos gigantescos o eventos privados, se convierte en un espacio de encuentro  entre vecinos;  que gana la calle para la celebración y el cariño.