Opinion

HAY AGUA SOLO PARA UN MES
Tinku Verbal
Andrés Gómez Vela
Domingo, 8 Febrero, 2015 - 12:41

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El día que en aquel pueblo, perdido en el tiempo, se enteraron que tenían reservas de agua sólo por un año más, sus habitantes quedaron secos y fríos. Un pesado silencio abrazó los hogares. Sus gobernantes parecían flipados con la noticia. Casi nadie podía creer que algo así esté sucediendo a un pueblo tan próspero y creyente en sus dioses. En un arranque de incredulidad, pidieron a los responsables de servicios, verificar la información. En 24 horas, ratificaron el resultado: al ritmo que se consume hoy el agua, las reservas alcanzarían exactamente para 13 meses.

En los días venideros, la desesperación tomó las calles, los bares, las casas. El gobierno se declaró en emergencia y decidió invertir hasta lo imposible para buscar acuíferos. Paralelamente, el Presidente conformó una Comisión para asumir medidas de urgencia y cuidar las reservas para prolongar su uso al menos por otro año más.

La primera medida que aconsejó la Comisión fue la suspensión de las actividades  contaminantes, entre ellas la minera, para cuidar algunos ríos que todavía quedaban. Pero los mineros se opusieron, argumentando que aportan el 50 por ciento de los ingresos del país. “Sin dinero, no habrá inversión para buscar agua”, afirmaron. “Pero así como vamos, tendremos mucha plata, pero no agua y pereceremos”, contrapuso otro.

En seguida, se dispuso un rígido control de natalidad. No era conveniente que haya más gente para tan poca agua. Un descontrol podría reducir las reservas a menos de 13 meses. Fue un golpe muy duro a las parejas jóvenes que soñaban tener wawitas, quienes en coro expresaron su rechazo argumentando que los bebés sólo toman leche y no agua. “Pero sin agua no hay leche”, les contestaron. Sin embargo, el amor burló a la dura ley.

Apremiados por el tiempo, ordenaron a sus científicos fabricar ropa desechable para evitar gastar el líquido elemento en el lavado. La industria de la moda dijo que no tenía la misma calidad ni el mismo precio que la ropa de lana, algodón, lino, etc. Denunciaron un colapso económico y desempleo. “Menos ropa, menos agua”, dijo un bando. “Menos ropa, más desempleo”, gritó la otra vereda.

Arbitrariamente, la comisión instruyó cambiar las conexiones de las tuberías de las casas para que las aguas usadas en la lavandería y la cocina vayan directamente al inodoro o a un tanque de purificación para ser reutilizadas en otras actividades. De inmediato, todos se pusieron manos a la obra.

Como no podía ser otra manera, corrió la instrucción de tres minutos de ducha una vez a la semana. Tras el anuncio desaparecieron los cabellos largos y subió la venta de toallas húmedas y champús que no requerían agua, pero sí muchas plantas, y sin agua no hay plantas y sin plantas no hay agua.

No faltó quien de inmediato cortó en su casa el consumo de sopa y pidió a los ganaderos racionar el agua a las vacas. Como sin agua no hay leche, a partir de la fecha sólo leche materna, dijeron. Bajó el consumo de alimentos, pero aparecieron otros que no necesitaban cocción.

Los agricultores más conscientes redujeron el cultivo de plantas que consumían mucho líquido y pidieron a los científicos manipular las semillas para que produzcan con menos agua. “No a los transgénicos”, protestaron unos. “Transgénicos o muerte”, replicaron otros.

Los más optimistas esperaron que ese año llueva como nunca y se llenen las reservas. Pero, desde hace 20 años llueve cada vez menos y como ya no quedaban bosques el destino final era dramático.

No podían faltar las personas que clamaron menos bebidas alcohólicas y más agua. “¿Y la diversión?”, chillaron los afectados. “Mejor morir felices que tristes y de sed”, agregaron.

Los desacuerdos y consensos se comieron 10 meses. Entonces, el Ejército pidió la palabra. El mes siguiente, los militares invadieron el pueblo vecino que contaba con reservas de agua, pero sólo por un año más.