La capital del sabor: Sucre inaugura su ruta del café

Iván Ramos - Periodismo que Cuenta
Sucre huele a café. No es una metáfora. Desde sus terrazas coloniales hasta las cúpulas abiertas de iglesias restauradas, la Ciudad Blanca ha empezado a perfumarse con el aroma de su historia, tostada a fuego lento y servida en taza caliente. Y como todo buen relato, este también tiene su acto de revelación.
Fue un hallazgo casual pero profundamente simbólico. El 30 de enero de 1855 —apenas 30 años después de la independencia—, en plena plaza 25 de Mayo, un par de franceses abrieron lo que hoy se reconoce como la primera cafetería de Sucre.
El dato, olvidado por la historia oficial, emergió de las sombras del tiempo gracias a los hermanos Álvaro y Gustavo López Donoso. Álvaro, apasionado investigador, rastreó documentos en el Archivo y Biblioteca Monseñor Miguel de los Santos Taborga; Gustavo, propietario de la cafetería Time & Coffee, compartió el hallazgo con la Gobernación de Chuquisaca.
La revelación coincidió con un momento simbólico: la inauguración de la Ruta del Café en Sucre, una invitación a recorrer 31 espacios patrimoniales donde la historia se saborea a sorbos.
“Una taza de café puede contener siglos de conversación”, dice Carmen Almendras, directora Departamental del Bicentenario, mientras presenta la iniciativa. Y tiene razón. Porque en Sucre el café no solo se bebe, se conversa, se piensa, se escribe. Nacen los Diálogos de Café, donde escritores, periodistas, historiadores, políticos y ciudadanos se han citado —y se citarán— para pensar el país con aroma a café recién hecho.
Esta ruta no solo es un viaje sensorial. Es también una alianza estratégica. En su inauguración se dieron cita productores, transformadores, comercializadores, exportadores y cafeteros. Todos reunidos por una causa común: hacer del café un motor del turismo y la identidad.
Abednego Alipaz Mamani, presidente del Consejo Nacional del Café, lo dijo con claridad en la “Mesa de Comercialización”: “Bolivia solía producir 200 mil bolsas de café. Hoy apenas llegamos a 37 mil”. ¿La razón? Plagas, falta de incentivos, migración rural, abandono de las tierras. Y sin embargo, en un mundo dominado por la cantidad, Bolivia se aferra a la calidad: está entre los 10 países del mundo con el café más exquisito. Café orgánico, de montaña, trabajado con manos expertas y corazones tercos.
Esa calidad fue reconocida en el Torneo Nacional de la Taza Presidencial, que premia el mejor café del país. El último ganador: Elías Quispe, productor de Geisha, Estambay, Castillo y SL28. Él mismo ha llevado semillas hasta la reserva del Parque Nacional Iñao, en Chuquisaca, convencido de que el café puede renacer también allí, en tierras que aún no olvidan el verde ni el sabor del esfuerzo campesino.
La Ruta del Café no es solo un recorrido turístico. Es un manifiesto cultural, una estrategia económica, un homenaje a quienes cultivan, a quienes sirven, a quienes conversan. Sucre —ciudad de la libertad, del pensamiento, del encuentro— se reinventa desde la taza.
Y desde ahora, al sentarse en uno de sus 31 cafés patrimoniales, cada visitante estará bebiendo también una parte de nuestra historia.