Internacional
Asia Central
Cambio climático: Verdugo de una variedad de antílopes
Decenas de cadáveres de los antílopes Saigas yacen en un páramo de Kazakhstan


Miércoles, 4 Noviembre, 2015 - 09:11

El cambio climático está provocando una horrorosa consecuencia entre los animales del Asia Central. Se trata de la mortalidad misteriosa de una variedad de antílopes Saigas en peligro de extinción. En apenas un mes de la pasada primavera boreal pereció más de la mitad de toda la especie

“Trabajé toda mi vida en enfermedades de la vida salvaje pero jamás vi algo como esto”, dijo Richard A. Kock, del Royal Veterinary College de Londres.

En una reunión de científicos la semana pasada en Tashkent, Uzbekistán, Kock y sus colegas informaron que el cambio climático y las tormentas primaverales habrían mutado a las bacterias inofensivas que portan los antílopes llamados salgas en patógenos letales. Es una novedad extraordinaria sobre el impacto del cambio climático. 

Los salgas son animales poco comunes. Los naturalistas destacan sus narices carnosas que se asemejan a una trompa de elefante en miniatura. Hasta el siglo XX, rebaños multitudinarios invadían las estepas del Asia Central y migraban cientos de miles cada año.

La caza excesiva redujo el número a no más de 50.000 en los años noventa. Las medidas de conservación ayudaron a que volvieran a crecer y se mantuvieran en unos cientos de miles esparcidos en cinco cordones montañosos desde Rusia a Mongolia.

Pero en mayo se descubrieron cantidades enormes de cadáveres esparcidos por las estepas. Las estimaciones iniciales dijeron que hubo 120.000 salgas muertos. Luego la cifra creció a 150.000.

En junio, Steffen Zuther de la Soiciedad Zoológica de Fráncfort y sus colegas comenzaron a realizar observaciones desde el aire para contar los sobrevivientes.
Detectaron bastante menos animales de lo que esperaban. Los expertos estiman ahora que al menos 211.000 —88% de la población de Betpak-dala y más de la mitad de la especie— murieron en mayo.
 “Realmente esto no es biológicamente normal”, afirmó Kock.
Las necropsias revelaron que había hemorragias internas y los análisis de sangre demostraron que los salgas sufrieron infecciones masivas de las bacterias Pasteurella multocida y Clostridium perfringens.
Estas especies normalmente son constituyentes inofensivos del microbioma de muchos animales. Sin embargo, de vez en cuando, pueden explotar en infecciones mortales.

En los últimos meses, los investigadores exploraron la región en busca de factores que pudieran haber debilitado a los animales. Zuther y sus colegas juntaron plantas de las rutas migratorias, pero no hallaron una cantidad inusual de especies venenosas. No se encontraron rastros de toxinas químicas ni radiaciones en los suelos y el agua examinados.

 Algunos investigadores sospechan que las inclemencias del tiempo apuraron la mortandad. La región sufrió fuertes tormentas poco comunes en el mes de mayo, comparado con otros años. Los salgas experimentaron bajas súbitas de temperatura en primavera junto con fuertes vientos helados.
En otros estudios de animales de pastoreo se indica que el estrés causado por los cambios repentinos del tiempo pueden debilitar a los animales, dando lugar a que la Pasteurella y otras bacterias superen las defensas de sus anfitriones.
Además, el momento debió jugar un rol funesto. En mayo, los salgas acababan de deshacerse de su pelaje de invierno para prepararse para el tórrido verano.
Estaban alimentándose con el pasto recién florecido y necesitaban energía para asimilarlo lo más rápidamente posible. Las hembras estaban pariendo sus crías y amamantando a los recién nacidos.

Aunque otras poblaciones de salgas no sufrieron la mortandad de este año, se enfrentaron a otros desafíos. La población llamada Ustiurt sumaba 200.000 animales en 1999. Pero la caza furtiva redujo esa cifra y un alambrado fronterizo entre Uzbekistán y Kazajistán empeoró las cosas al bloquear las migraciones.
En la reunión de Tashkent, los investigadores informaron que la población de Ustiurt había bajado a 1.000 animales.

(Fuente: Clarín-Buenos Aires)