Del Álvaro, sus laberintos…

Por Enrique Velazco Reckling, Ph.D., es investigador en temas de desarrollo productivo

En la conferencia de la CLACSO (México, 7-10 de junio,2022), Álvaro García Linera (AGL) enumera varias señales del resquebrajamiento de los modelos dominantes de acumulación capitalista y dominación imperial que, hace 50 años, dieron lugar al neoliberalismo. Pero reconoce también que, el “progresismo” instalado en varios países de América Latina desde fines del siglo pasado, muestra sus límites toda vez que, los avances en el crecimiento y en la reducción en la pobreza y desigualdad hasta 2014, se empiezan a revertir desde 2015. 

Atribuye la reversión a tres causas: primero, al “agotamiento por cumplimiento”, porque “al haberse logrado las metas, la gente perdió motivación”; segundo, por haber reducido la pobreza sin modificar los sistemas tributarios; y, tercero, a la crisis del COVID. 

Es evidente que AGL aún no ha superado sus problemas con la aritmética: el COVID llegó en marzo de 2020, cinco años después de iniciada la reversión de los avances progresistas. Que la pobreza se redujera sin haber introducido reformas estructurales en la institucionalidad dominante –quela genera y perpetúa, sería una obvia señal de un pésimo diseño, primero, y un indicador que la reducción observada –y luego su reversión, no resultaron de políticas endógenas, sino de factores externos. Y, por supuesto, sugerir que tuvimos una “sobredosis de felicidad” al haberse cumplido las metas (¿cuáles?), suena bastante extremo. 

Con base en ese su diagnóstico, y usando “los pilares del modelo boliviano” como plantilla, plantea 4propuestas de “reformas de segunda generación para mantener el progresismo latinoamericano”: primero, reforma tributaria (un “gran coctel de impuestos” a los ricos);segundo, un Estado grande y fuerte como la base productiva del modelo; tercero, expandir la agricultura; y, cuarto, articular el capital bancario con el capital productivo.

Aunque recibida con aplausos en la CLACSO, la propuesta no tiene sentido. El argumento pueril que usa para justificar impuestos a la riqueza, es que “cuando hay problemas, o quitas dinero a los pobres o impones impuestos a los ricos porque no se puede inventar dinero de otra manera”. Para empezar, si de inventar dinero se trata, el Estado tiene el monopolio sobre la creación de dinero, de manera que, en principio, puede inventar todo el dinero que desee (especialmente si tiene estrategias para evitar inflaciones). Lo que claramente hizo mal el progresismo que AGL defiende, es malgastar políticamente los grandes recursos que tuvo disponibles, en lugar de usarlos para generar condiciones que permitan a la sociedad tener nuevas fuentes diversificadas de ingresos (la forma productiva de crear dinero).
Subir impuestos es el mecanismo más directo que un gobierno tiene para retirar circulante del mercado. Al reducir el consumo, tiene efecto directo en la demanda, lo que determina, a su vez, los niveles de oferta, empleo, salario (ingreso laboral) y, lógicamente, incide en la pobreza, la desigualdad, y en las decisiones de invertir. Por ello, la política tributaria es una poderosa herramienta de gestión que, lamentablemente en los últimos 17 años, se empleó únicamente como medio para una recaudación extorsiva que estranguló a la economía formal y, muy especialmente, a la que genera valor y empleo digno.

Respecto a la diversificación productiva, en2018(Seminario Internacional de Economía, Banco Central de Bolivia,), AGL describió el crecimiento de la economía boliviana como el ejemplo paradigmático del éxito del modelo progresista, aunque reconoció que el proceso de cambio no hizo nada por la diversificación productiva: debo inferir que, la diversificación productiva liderada por el Estado, no sería una condición necesaria del modelo.

Finalmente, el argumento de articular el capital bancario con el capital productivo, es su rasgo más capitalista y neoliberal. El acelerado proceso de financiarización de la economía boliviana resultante de esa articulación, está muy lejos de aumentar el ahorro de los más pobres, de incidir en el crecimiento productivo y, en general, de contribuir a la equidad y a reducir la desigualdad. Entre 2005 y 2020 el ahorro acumulado del 99% de las cuentas se redujo del 40% al 16% del ahorro total, mientras el del 1% de las cuentas “mayores”, subió del 60% al 85%; simultáneamente, en la estructura de la cartera (endeudamiento), mientras la participación del 1% de cuentas mayores bajó del 51% al 45%, la del restante 99% de las cuentas subió del 49% al 55%. Respecto al crecimiento del PIB en el período, los servicios financieros crecieron unas 3½ veces más, mientras que los sectores intensivos en empleo –la agricultura no industrial, textiles, madera, etc., crecieron menos de la mitad que el PIB.

En general, desde 2014, el incremento de la cartera supera el incremento anual del PIB, es decir, la deuda crece más que la capacidad de la economía para generar ingresos. Para hacer la historia corta, el patrimonio del sistema financiero pasó de ser el doble del total de las transferencias anuales de los bonos Juancito Pinto, Juana Azurduy y Renta Dignidad en 2008, a cinco veces más en 2019; sólo los ingresos por comisiones y cambio de moneda (sin tomar en cuenta ingresos por intereses) –algo más de 500 millones de dólares en 2021, habrían sido suficientes para pagar la renta dignidad de ese año. 

En síntesis, en el discurso de AGL no hay una sola mención a una economía de pleno empleo –digno y eco-productivo, en la que la creatividad y el esfuerzo humano –no los recursos naturales ni el capital, sean la fuente de creación de valor, y sean las personas y sus hogares –no el Estado ni los dueños del capital, los beneficiarios directos y finales del crecimiento sostenido y sostenible. Respecto a este objetivo de desarrollo, las medidas propuestas por AGL sugieren que solo se busca mantener el “progresismo de Rolex y Etiqueta Azul” para quienes se aferran al poder, y que aplaca a “las masas” con arengas, discursos encendidos y, especialmente, con el manejo discrecional de la institucionalidad pública.

Me pregunto si la propuesta de AGL es parte de un esquema deliberado de engaño, o él está realmente perdido en sus complejos laberintos de “irrealismo trágico”.