Opinion

HACER BIEN LAS COSAS
Improperios
José Antonio Calasich
Martes, 18 Junio, 2013 - 12:48

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A propósito de nuestros usuales traspiés futbolísticos, hay que decir que los buenos desempeños de un país en el área que fuera reflejan el valor e importancia otorgados al desarrollo humano de su población, así como la cultura de calidad y excelencia imperante. Tristemente, en Bolivia, estos factores contaron siempre con muy bajos niveles de relevancia y ponderación, al grado de hacer de la precariedad, improvisación y negligencia nuestros rasgos invariables, lo que, en buena parte, explica tanto nuestras perennes carencias como nuestros constantes fracasos en casi todo.

Entristece asumirlo, para así nomás parece ser. Se dice que Sergio Almaraz Paz, en su lecho de muerte, se cuestionó amargamente tal situación, preguntándose el por qué somos un pueblo vencido, el por qué fracasamos siempre en todo. Es claro que las respuestas a tan desgarradoras interrogantes están en nosotros, en lo que somos, es decir, en lo que pensamos y hacemos; en otras palabras, en nuestra idiosincrasia como país, como sociedad.

Lamentablemente, muchas de las condiciones esenciales que permiten resultados satisfactorios son ajenas al carácter del país, a su forma pensar, sentir y actuar. Planificación, disciplina y constancia, junto a la precisión, rigor y cuidado, suelen no ser muy apreciados y requeridos, puesto que no son coincidentes con los usuales modos que tenemos los bolivianos y bolivianas de comprender y actuar en nuestra realidad.

Por nuestra idiosincrasia, el temperamento boliviano es proclive a poner los énfasis en la dilucidación de nuestra realidad lejos de nosotros mismos. La pobreza, postergación y fracasos de Bolivia son resultado, casi invariable, de la acción de fuerzas externas e internas que estropearon y estropean nuestro éxito, desarrollo y bienestar. Conquista española, colonialismo, imperialismos de diferente índole, gobiernos entreguistas, oligarquías, neoliberales, vende patrias, son los culpables de nuestros infortunios, convirtiendo al grueso de bolivianos y bolivianas en sus víctimas invariables.

Todo nuestro temperamento nacional (desgraciadamente, estructurado más en mitos que en realidades) sustenta a esa victimización. Antes de formarnos en hacer las cosas correctamente, con dedicación, meticulosidad, innovación, aprendemos, como buenas víctimas, a buscar culpables y, por ende, al persistente intento de revertir el status quo. Tal vez por esto es que somos tan afectos al amotinamiento, a lo revolucionario, a la constante acción insurreccional y transformadora. Apegados a ese carácter, siempre aflora nuestra predisposición a la rebeldía, a la inmediatez, a los discursos radicales, a la movilización, a la ruptura, a la lucha hasta las últimas consecuencias.

Y claro, con tal actitud, el país es pasto de la inestabilidad permanente, donde la oportunidad de hacer las cosas bien resulta casi imposible, puesto que perseverancia, continuidad y entendimiento mutuo (condiciones fundamentales para un adecuado hacer) son impracticables. Son muy pocos los que entienden que actuar apropiadamente para obtener resultados efectivos sólo es producto de la continua mejora de lo existente, no de su constante cambio.

Es interesante constatar que los países con más logros y éxitos son los que menos revoluciones sociales realizan, los que menos procesos de cambio inauguran, los que menos luchas hasta las últimas consecuencias efectúan. Son sociedades donde, poco a poco, de manera progresiva y calmada, van solucionando sus problemas y alcanzando realizaciones. Además, son pueblos abocados a la construcción permanentemente una cultura de hacer bien las cosas, de convertir a la calidad y la excelencia en sus características nacionales.

Obviamente, son sociedades donde el sentido de victimización no tiene mucha cabida, a pesar de haber sido, incluso, arrasadas. Son comunidades donde el énfasis está puesto en el presente y futuro, en sus habitantes, en la posibilidad de profundizar su cohesión, a la par de mejorar sus habilidades y conocimientos. Son países donde, antes de “botar a todos”, de renegar de su historia, de reemplazar lo viejo por lo nuevo, de practicar castigos y venganzas, de cambiar al DT, apuestan por mejorar lo que existe, por identificar y emendar errores e imperfecciones, por apoyar iniciativas, por aprovechar oportunidades, por conocer y proyectar.

Es claro que son sociedades con una idiosincrasia diametralmente distinta a la nuestra que, para nuestro pesar, parece que estamos, cada día, más y más lejos de poder replicarlas. Lástima.