Opinion

¿PROCESO O REVOLUCIÓN?
Los otros caminos
Iván Castro Aruzamen
Miércoles, 4 Octubre, 2017 - 10:02

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George Orwell, autor de Rebelión en la granja (Animal Farm) o la espléndida novela, 1984, solía decir que todas las revoluciones son superficiales; y que la única revolución profunda sería la del cuerpo. Esta revolución de manera gráfica aparece en el Marqués de Sade. A los personajes de Sade, su cuerpo no les pertenece, pertenece a todos y todos los cuerpos pertenecen al individuo. ¿De qué revolución habla el movimiento al socialismo? Es más. Una aclaración pertinente: Octavio Paz, en Corriente alterna, hace una diferencia marcada entre el Revoltoso, Rebelde y Revolucionario. El actual movimiento en el gobierno, pienso, que no ha pasado de ser esa primera categoría a la que se refiere Paz: los revoltosos, porque no han realizado revolución alguna.

Ahora bien, si estamos de acuerdo que en Bolivia en estos últimos tiempos no sucedió ninguna revolución posible, nos encontramos tan solo ante un proceso colmado de buenas intenciones; pues, tanto derechas como izquierdas, van siempre en pos de los mismos ideales o fines, nada más difieren en los medios. Pero, caben unas preguntas sencillas ¿Por qué este proceso de cambio –no se sabe de qué ni para qué– abandonó algunas buenas intenciones? ¿Por qué desapareció de su imaginario y discurso, lo indígena? O finalmente ¿qué le impidió al proceso masista desmontar la estructura del estado neoliberal?

Las preguntas formuladas tienen dos posibles respuestas: por un lado, no pudieron deconstruir el esquema neoliberal o, por otro, simplemente, no quisieron hacerlo por mantener algunos privilegios.

Luego de más de 185 años de estado liberal o, si se quiere colonial, como gustan llamar algunos socialistas de hoy, era demasiada tarea, imposible, para un grupo de fanáticos, pudieran desmontar de un plumazo las estructuras de ese viejo Estado al cual detestan, pero, sobre todo, utilizan como amuleto para encantar a las masas. Si miramos detenidamente el Estado liberal, republicano y colonial, no hay duda que, continúa sosteniendo las políticas que se ha dado en llamar socialistas; por tanto, no pudieron los movimentistas del proceso de cambio, cambiar las estructuras de estado tan enraizado hasta el tuétano en la conciencia y la práctica social de un país como el nuestro.

Así, al lado de la incapacidad por desmontar el estado liberal, los del proceso de cambio, no quisieron tocar ni transformar un ápice los patrones de conducta heredados del estado republicano y liberal; pues, en resumidas cuentas, no poder y no querer son dos caras de la misma moneda y, una manera astuta de justificar la continuidad de un estado aparente. El clientelismo, por ejemplo, a través de los bonos, sirve efectivamente para seguir el nervio del tráfico de influencias, corrupción, burocracia, endeudamiento, etc. Los privilegios de la actual clase política, no han mermado un centímetro, hasta quizá, gozan de muchos otros privilegios que los neoliberales de antaño.

Esa nefasta combinación, no poder y no querer, deconstruir el Estado neoliberal, generó un Estado Plurinacional que no pasa de ser un hecho descriptivo, pero, además, es un Estado que tiene un cuerpo agigantado, oblongo, deforme, con un espíritu muy escuálido. En lugar de profundizar algún tipo de revolución, nada más se lleva adelante un proceso de cambio de nombres a viejas estructuras de gobierno, mientras la construcción social exige revoluciones profundas.

Iván Castro Aruzamen

 

Filósofo y teólogo