Opinion

LA HOJA DE COCA
A ojos vista
Mario Mamani Morales
Miércoles, 9 Enero, 2013 - 10:34

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En la mina. Pese a que el trabajo en interior mina se ha mecanizado, el esfuerzo sigue siendo duro y sacrificado. Ingresar al socavón es todo un desafío, tiene su expresión particular en las bromas subidos de tono, los apodos entre los compañeros, las aventuras y las alegrías acompañan estos momentos. Lo que no se sabe con seguridad es que si se saldrá con vida después de la jornada. No hay minero que no ingrese con su bolsita de coca y el pijcheo se convierte en una especie de ceremonia, de buenos deseos y que la  veta regale lo suficiente para la ganancia del día.

La coca no sólo significa la fuerza, el valor, la valentía de estar en la profundidad de la mina; sino también una manera de evitar que el polvo insalubre después de cada tiro penetre a los pulmones, o por lo menos espaciar el tiempo de su destrucción. La coca es compañía infaltable para el minero, el piltunchu, cigarrillo de fabricación casero que acompaña el espacio del pijcheo que forma parte de la cotidinanidad del trabajo en la mina.

En el campo. La vida en el agro, especialmente en la parte andina, no sólo es de trabajo en los sembradíos escasos; sino también de jornadas en las altas montañas, los nevados, nacientes de los ríos y lugares sagrados que despiertan respeto, veneración y gratitud, porque es ahí donde pastan cientos de camélidos que no necesitan del cuidado diario. Allí están las vizcachas mimetizadas con el color de las piedras, juguetonas al paso de la gente y las flores de Tanitani, la paja brava, el rumor del viento helado y el vuelo de los cóndores.

El hombre y la mujer que diariamente recorre los senderos que hacen la cotidianidad de la montaña, va acompañado de la chuspa donde tiene la hoja de coca, valiosa y escasa porque abastecerse significará ir al poblado que no está cerca. Esta hoja es testigo de las penas, las esperanzas, de ofrenda a la Pachamama, de expresar los buenos deseos para los seres queridos. No habrá momento especial de la vida en la montaña, el valle o los llanos que no tenga la compañía de la coca. El pijcheo también es momento de reflexión, de encuentro con los dioses, una ceremonia que se vive desde los tiempos ancestrales.

Al volante. ¡Pásame la coquita! Dice el chofer que está horas y horas frente al volante. No duerme ni debe hacerlo porque tiene bajo su responsabilidad llegar a destino ya sea con pasajeros o con carga. Presuroso el ayudante abre la bolsita y le pone cerca del conductor porque éste no debe perder la vista de la carretera. No hay viaje sin coca, reconocen los hombres que tienen muchos años recorriendo los caminos de Bolivia, los jóvenes también los imitan y no dejan de valorar la importancia que tiene esta hojita que quita el sueño, aminora el cansancio y hace más llevadero los cientos de kilómetros a recorrer.

Todavía hay lugares de parada donde el locatario de la pensión tiene infaltable la bolsita de coca para chofer y su ayudante. Es una forma de agradecer la visita y en el trayecto interminable, el pijcheo con el acompañante es motivo de charla, de bromas y relatos de tristeza porque se está lejos de la familia y los seres queridos. Son unas cuantas hojas de coca y cigarros que se dejan en el santuario erigido en algún recodo del camino, como una ofrenda para pedir la bendición para que se llegue a destino, sano y salvo.

Los libros. Entre los universitarios circulan muchos consejos para estudiar y quemar las pestañas. Unos dicen que es bueno el café, otros que la canela, algunos recurren al chicle… En el mundo de los profesionales se reconoce la compañía de la hojita de coca. Antes de abrir los libros y aguantar la noche de estudio está el pijcheo, ya sea solo o en compañía de algún amigo que también debe rendir un examen. El cuarto de estudiante tiene mucho de anécdotas, experiencias vividas ya sea con los números, la anatomía, los dibujos o los nombres de los sabios que hay que leer para comprender la ciencia; pero la hoja de coca: infaltable.

Podemos seguir y hacer más larga esta nota; pero como ejemplos son suficientes para demostrar que la hoja de coca es parte de la cotidianidad de muchos hechos. Ocultar esta verdad sería como negar, para traer otro caso, la última noche de los congresos sectoriales, donde por tiempo y materia hay que amanecerse, entonces ahí está la hojita de coca que hace posible que los delegados congresales aguanten la noche y además, lúcidos. ¿Habrá algún hechos social en Bolivia donde nunca haya estado (o está) presente la Hoja de Coca?