Nelson Martinez Espinoza
Desde la creación del Instituto Cinematográfico Boliviano en la década de 1950 hasta hoy, primero el cine y luego la televisión, concebidos como entidades estatales se han convertido, en gran medida, en instrumentos de promoción y propaganda al servicio de los gobiernos de turno.
Desde la antigua Empresa Nacional de Televisión Boliviana hasta la actual Bolivia TV, la gestión de la información ha estado marcada por un enfoque sesgado: se privilegian las fuentes oficiales y se silencian las voces críticas. Durante más de setenta años, esta práctica ha limitado la pluralidad y ha deformado la esencia del periodismo público.
Este modelo de comunicación estatal subordinado al poder político debe cambiar. No podemos seguir reproduciendo un esquema donde la producción periodística se subordina a los intereses del gobierno de turno, mientras el mundo celebra más de un siglo de medios públicos comprometidos con la sociedad. Bolivia, en cambio, sigue atrapada bajo la lógica de los medios gubernamentales.
La experiencia latinoamericana demuestra que otra televisión es posible. Ejemplos como el canal Encuentro en Argentina, la Empresa Brasil de Comunicação o el Canal 14 en México, surgidos a partir de los años 2000, son referentes de medios públicos que lograron independencia editorial, gestión profesional y una programación orientada al interés ciudadano.
Una televisión pública auténtica significaría para nuestro país un salto cualitativo hacia la democratización de la comunicación. Implicaría recuperar el periodismo como un servicio público, enfocado en las demandas de la ciudadanía y no en los caprichos del poder político.
Los medios públicos se distinguen precisamente por su autonomía editorial, su ética profesional y su compromiso con la verdad. No se construyen sobre figuras mediáticas, sino sobre equipos de periodistas que verifican, contrastan y producen información con responsabilidad. En ellos, la autorregulación y la transparencia son principios básicos del ejercicio periodístico.
Además, dedican la mayor parte de su programación a la educación, la cultura, la ciudadanía, la diversidad, el desarrollo económico y los derechos humanos, áreas fundamentales para el fortalecimiento democrático.
Bolivia necesita dar este paso. Estamos en el momento preciso para transformar el modelo de comunicación estatal y construir verdaderos medios públicos, gestionados con independencia y orientados al bien común. Solo así podremos desterrar definitivamente el uso político de los medios financiados con recursos de la ciudadanía.
