Buscando la verdad

El tiempo pasa inexorablemente

Gary Antonio Rodríguez Álvarez

¿En qué momento se nos fue el año? La percepción del transcurrir del tiempo es una de las cosas más subjetivas. ¿Ha escuchado decir -o Ud. mismo dijo alguna vez- que el tiempo pasa cada vez más rápido, que ya no alcanza para nada o -mirando hacia atrás- que no se sintió cómo pasó el año? Lento o rápido, lo cierto es que el tiempo pasará irremediablemente y con él, la vida.

¿Se ha puesto a pensar que desde el mismo instante de su concepción en el vientre materno, el ser humano se encamina hacia la muerte? Con cada segundo, cada minuto, cada hora y cada día que pasa nos acercamos al momento en que tendremos que partir de este mundo, un mundo al que nadie pide venir -Dios lo decide- y del que muchas veces no nos queremos ir.

Ha transcurrido el 2017 y con él adquirimos nuevas experiencias, momentos de felicidad y de tristeza, pero -más allá de todo ello- hay algo que nunca deberíamos ignorar: ¡seguimos vivos! Valorar la vida resultará algo supremamente importante a la hora de evaluar qué hicimos bien o no en la gestión que concluye y, en función de ello, ser equilibrados a fin de no caer en la angustia de no perdonarnos por “lo que pudimos hacer” y no hicimos, así como tampoco, en un frívolo exitismo por lo que logramos siendo que lo aceptemos o no -en función de la eternidad- todo en esta vida es pasajero.

Fue el sabio Salomón -aquel de quien se dice que todo lo supo, que todo lo probó, que todo lo tuvo, que todo lo experimentó, que fue el mayor sabio en la historia y que no habría otro en el futuro como él- que al final de sus días escribió con una suerte de hastío “vanidad de vanidades, todo es vanidad”, vano, efímero y fugaz…

De semejante personaje sabemos que ni la enorme riqueza, ni el vasto conocimiento, ni todo el poder que adquirió y tampoco toda su experiencia acumulada pudieron llenar el vacío interno del que adoleció, siendo una prueba de ello el que tuvo nada más ni nada menos que…¡700 esposas y 300 concubinas!

De Salomón podemos aprender que no es la fama, no es el conocimiento, no es el poder, y mucho menos el dar rienda suelta a las pasiones, lo que llenará el vacío intrínseco que tiene el hombre en su alma. No otra cosa se desprende del hecho que la Biblia relata que quien construyó el más fastuoso Templo a Dios en Jerusalén, al final de sus días terminó condenándose. ¿De qué le sirvió lo bueno de su pasado? ¡De nada!

Considerando la inmortalidad del alma, sabio será quien siempre haga lo bueno y evite lo malo, pues el tiempo pasará inexorablemente…

(*) Pastor de Jesucristo por la voluntad de Dios

Santa Cruz, 27 de diciembre de 2017

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Navidad, fiesta, regalos…

Gary Antonio Rodríguez Álvarez

La Navidad evoca la venida del Hijo de Dios a la tierra, pero para muchos se reduce a un mero festejo e intercambio de regalos, ignorando que ese niño -nacido hace 2017 años- fue destinado desde antes de la fundación del mundo a morir crucificado a sus 33 años para reconciliar con Dios a todo quien lo confiese como su Salvador, y lo acepte como su Señor.

De la dolorosa “pasión de Cristo” se sabe mucho pero ¿cuánto conoce Ud. de la aterradora “pasión del Padre”? Le invito a recibir, en amor, esta revelación que recibí del Señor…

¿Qué haría si le dijeran que para salvar a un ser querido -su pareja, sus hijos, sus padres- tuviera Ud. que donar su corazón? Probablemente diría que lo haría con gusto, aunque por ello tuviera Ud. que morir. Y si le dijeran que precisan su corazón para salvar a alguien que Ud. aprecia menos ¿lo daría? Si el amor de Dios está en Ud. puede que diga que sí, pero ¿y si fuera para salvar a ese vecino con quien Ud. no se lleva bien? ¿Qué, si el necesitado fuera alguien a quien Ud. detesta? ¿Y si quien necesita su corazón le hizo daño a Ud. o a los suyos? ¿Lo daría? Confiéselo, está pensando: “No, no lo haría”.

Compliquemos un poco más la situación: ¿Qué pasaría si no fuera Ud., sino su hijo quien tuviera que donar su corazón para salvar a ese ser que Ud. quiere mucho, o al que Ud. aprecia menos, o a su insufrible vecino? ¿Dejaría que su hijo diera su vida por ellos? ¿Dejaría Ud. que su hijo muriera por salvar a quien Ud. detesta o a quien le hizo daño? ¿Verdad que sufriría, incluso si su hijo decidiera sacrificarse por Ud. o por los seres que Ud. ama?

Si hasta aquí está impactado, abra su corazón ahora y reciba ésto del Señor: ¿Qué haría si fuera Ud. quien deba decidir que su hijo entregue su vida para salvarle a Ud., a quienes Ud. ama o a gente que le hizo daño? ¿No desgarraría acaso esto, su alma?

¡Esto precisamente fue lo que Dios hizo por nosotros: sacrificar a su único Hijo en la cruz, por todos los pecadores!

Jesús sufrió lo indecible, el Padre también. ¡Cuán grande sufrimiento, que no pudo soportar ver a su Hijo colgado desnudo en la cruz y volcó de Él la cara para no mirarlo! “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”, clamó Jesús, en un estertor de muerte.

El día que se entienda esto no importará tanto el “nacimiento” de Jesús, como el propósito de su muerte y resurrección: entonces la Navidad no será ya más un pretexto para andar en festejos u ocuparse de regalos, sino para amar y perdonar al prójimo, y ayudar al necesitado…

(*) Pastor de Jesucristo por la voluntad de Dios

 

Santa Cruz, 20 de diciembre de 2017

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Exportamos menos, crecemos menos

Gary Antonio Rodríguez Álvarez

Mucho se habla de la importancia de exportar, pero ¿está consciente la ciudadanía de ello? Para muchos la exportación parecerá algo distante de su vida, pero ¡nada más lejano de la realidad!

 

El concepto de exportar trasciende el mero hecho de vender un producto o servicio al extranjero, debería entenderse como la gran posibilidad de integración al inconmensurable mercado mundial con interminables oportunidades para el desarrollo, a través del comercio.

 

 

 

Exportar implica la posibilidad de que una economía crezca mucho más que basándose solo en su mercado interno, especialmente cuando éste es pequeño y de bajo poder adquisitivo como ocurre en Bolivia.  ¿Se imaginan qué ocurriría si no exportáramos gas (que producimos por encima de nuestra necesidad), minerales (que casi no industrializamos por falta de siderurgia) o alimentos (que generamos más allá de lo que el mercado interno puede comprar)?

 

 

 

¿Qué hubiera pasado el 2016 -v.gr.- si Bolivia no hubiera exportado más de 7.000 millones de dólares? ¿Con qué hubiéramos pagado los más de 8.000 de millones de dólares que gastamos para importar más de 5.000 productos? ¡No quiero ni imaginarlo! Hubiera sobrevenido el caos. No solo que la economía boliviana se hubiera desplomado sino que millones de personas que se benefician directa o indirectamente de tal actividad hubieran sufrido severamente, porque las exportaciones son el sueldo del país; el rostro social de las exportaciones, son los empleos.

 

 

 

Exportar, implica invertir para producir por encima de la demanda interna y ocuparse luego de ganar la confianza del comprador extranjero, algo que demanda tiempo y dinero. Conquistar un mercado no es fácil; mantenerse, es difícil; recuperar un mercado perdido, a veces es imposible.

 

 

 

Y esto precisamente es lo que pasa con nuestros productores cañeros y sucroalcoholeros -p. ej.- que después de preparar la tierra, sembrar, fumigar -lidiar con las inclemencias del clima, los bichos, malezas, acreedores, etc.- cosechan la caña, la llevan a los ingenios, acopian el producto industrializado para el mercado interno pero no pueden exportar el excedente, el fruto de su trabajo, perdiendo oportunidades de mercado y clientes que habían ganado con gran esfuerzo, ¿por qué? Por los cupos de exportación que deben tramitar, cuando bueno sería la libre exportación del sobrante, por todo lo ya explicado.

 

 

 

Cuando un país exporta menos crecerá menos también y el ciudadano de a pie -más temprano que tarde, de una forma u otra- sufrirá las consecuencias…

 

(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional

Santa Cruz, 13 de diciembre de 2017

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Exportamos menos, crecemos menos

Gary Antonio Rodríguez Álvarez

Mucho se habla de la importancia de exportar, pero ¿está consciente la ciudadanía de ello? Para muchos la exportación parecerá algo distante de su vida, pero ¡nada más lejano de la realidad!

 

El concepto de exportar trasciende el mero hecho de vender un producto o servicio al extranjero, debería entenderse como la gran posibilidad de integración al inconmensurable mercado mundial con interminables oportunidades para el desarrollo, a través del comercio.

 

 

 

Exportar implica la posibilidad de que una economía crezca mucho más que basándose solo en su mercado interno, especialmente cuando éste es pequeño y de bajo poder adquisitivo como ocurre en Bolivia.  ¿Se imaginan qué ocurriría si no exportáramos gas (que producimos por encima de nuestra necesidad), minerales (que casi no industrializamos por falta de siderurgia) o alimentos (que generamos más allá de lo que el mercado interno puede comprar)?

 

 

 

¿Qué hubiera pasado el 2016 -v.gr.- si Bolivia no hubiera exportado más de 7.000 millones de dólares? ¿Con qué hubiéramos pagado los más de 8.000 de millones de dólares que gastamos para importar más de 5.000 productos? ¡No quiero ni imaginarlo! Hubiera sobrevenido el caos. No solo que la economía boliviana se hubiera desplomado sino que millones de personas que se benefician directa o indirectamente de tal actividad hubieran sufrido severamente, porque las exportaciones son el sueldo del país; el rostro social de las exportaciones, son los empleos.

 

 

 

Exportar, implica invertir para producir por encima de la demanda interna y ocuparse luego de ganar la confianza del comprador extranjero, algo que demanda tiempo y dinero. Conquistar un mercado no es fácil; mantenerse, es difícil; recuperar un mercado perdido, a veces es imposible.

 

 

 

Y esto precisamente es lo que pasa con nuestros productores cañeros y sucroalcoholeros -p. ej.- que después de preparar la tierra, sembrar, fumigar -lidiar con las inclemencias del clima, los bichos, malezas, acreedores, etc.- cosechan la caña, la llevan a los ingenios, acopian el producto industrializado para el mercado interno pero no pueden exportar el excedente, el fruto de su trabajo, perdiendo oportunidades de mercado y clientes que habían ganado con gran esfuerzo, ¿por qué? Por los cupos de exportación que deben tramitar, cuando bueno sería la libre exportación del sobrante, por todo lo ya explicado.

 

 

 

Cuando un país exporta menos crecerá menos también y el ciudadano de a pie -más temprano que tarde, de una forma u otra- sufrirá las consecuencias…

 

(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional

Santa Cruz, 13 de diciembre de 2017

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Exportamos menos, crecemos menos

Gary Antonio Rodríguez Álvarez

Mucho se habla de la importancia de exportar, pero ¿está consciente la ciudadanía de ello? Para muchos la exportación parecerá algo distante de su vida, pero ¡nada más lejano de la realidad!

 

El concepto de exportar trasciende el mero hecho de vender un producto o servicio al extranjero, debería entenderse como la gran posibilidad de integración al inconmensurable mercado mundial con interminables oportunidades para el desarrollo, a través del comercio.

 

 

 

Exportar implica la posibilidad de que una economía crezca mucho más que basándose solo en su mercado interno, especialmente cuando éste es pequeño y de bajo poder adquisitivo como ocurre en Bolivia.  ¿Se imaginan qué ocurriría si no exportáramos gas (que producimos por encima de nuestra necesidad), minerales (que casi no industrializamos por falta de siderurgia) o alimentos (que generamos más allá de lo que el mercado interno puede comprar)?

 

 

 

¿Qué hubiera pasado el 2016 -v.gr.- si Bolivia no hubiera exportado más de 7.000 millones de dólares? ¿Con qué hubiéramos pagado los más de 8.000 de millones de dólares que gastamos para importar más de 5.000 productos? ¡No quiero ni imaginarlo! Hubiera sobrevenido el caos. No solo que la economía boliviana se hubiera desplomado sino que millones de personas que se benefician directa o indirectamente de tal actividad hubieran sufrido severamente, porque las exportaciones son el sueldo del país; el rostro social de las exportaciones, son los empleos.

 

 

 

Exportar, implica invertir para producir por encima de la demanda interna y ocuparse luego de ganar la confianza del comprador extranjero, algo que demanda tiempo y dinero. Conquistar un mercado no es fácil; mantenerse, es difícil; recuperar un mercado perdido, a veces es imposible.

 

 

 

Y esto precisamente es lo que pasa con nuestros productores cañeros y sucroalcoholeros -p. ej.- que después de preparar la tierra, sembrar, fumigar -lidiar con las inclemencias del clima, los bichos, malezas, acreedores, etc.- cosechan la caña, la llevan a los ingenios, acopian el producto industrializado para el mercado interno pero no pueden exportar el excedente, el fruto de su trabajo, perdiendo oportunidades de mercado y clientes que habían ganado con gran esfuerzo, ¿por qué? Por los cupos de exportación que deben tramitar, cuando bueno sería la libre exportación del sobrante, por todo lo ya explicado.

 

 

 

Cuando un país exporta menos crecerá menos también y el ciudadano de a pie -más temprano que tarde, de una forma u otra- sufrirá las consecuencias…

 

(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional

Santa Cruz, 13 de diciembre de 2017

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Exportamos menos, crecemos menos

Gary Antonio Rodríguez Álvarez

Mucho se habla de la importancia de exportar, pero ¿está consciente la ciudadanía de ello? Para muchos la exportación parecerá algo distante de su vida, pero ¡nada más lejano de la realidad!

 

El concepto de exportar trasciende el mero hecho de vender un producto o servicio al extranjero, debería entenderse como la gran posibilidad de integración al inconmensurable mercado mundial con interminables oportunidades para el desarrollo, a través del comercio.

 

 

 

Exportar implica la posibilidad de que una economía crezca mucho más que basándose solo en su mercado interno, especialmente cuando éste es pequeño y de bajo poder adquisitivo como ocurre en Bolivia.  ¿Se imaginan qué ocurriría si no exportáramos gas (que producimos por encima de nuestra necesidad), minerales (que casi no industrializamos por falta de siderurgia) o alimentos (que generamos más allá de lo que el mercado interno puede comprar)?

 

 

 

¿Qué hubiera pasado el 2016 -v.gr.- si Bolivia no hubiera exportado más de 7.000 millones de dólares? ¿Con qué hubiéramos pagado los más de 8.000 de millones de dólares que gastamos para importar más de 5.000 productos? ¡No quiero ni imaginarlo! Hubiera sobrevenido el caos. No solo que la economía boliviana se hubiera desplomado sino que millones de personas que se benefician directa o indirectamente de tal actividad hubieran sufrido severamente, porque las exportaciones son el sueldo del país; el rostro social de las exportaciones, son los empleos.

 

 

 

Exportar, implica invertir para producir por encima de la demanda interna y ocuparse luego de ganar la confianza del comprador extranjero, algo que demanda tiempo y dinero. Conquistar un mercado no es fácil; mantenerse, es difícil; recuperar un mercado perdido, a veces es imposible.

 

 

 

Y esto precisamente es lo que pasa con nuestros productores cañeros y sucroalcoholeros -p. ej.- que después de preparar la tierra, sembrar, fumigar -lidiar con las inclemencias del clima, los bichos, malezas, acreedores, etc.- cosechan la caña, la llevan a los ingenios, acopian el producto industrializado para el mercado interno pero no pueden exportar el excedente, el fruto de su trabajo, perdiendo oportunidades de mercado y clientes que habían ganado con gran esfuerzo, ¿por qué? Por los cupos de exportación que deben tramitar, cuando bueno sería la libre exportación del sobrante, por todo lo ya explicado.

 

 

 

Cuando un país exporta menos crecerá menos también y el ciudadano de a pie -más temprano que tarde, de una forma u otra- sufrirá las consecuencias…

 

(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional

Santa Cruz, 13 de diciembre de 2017

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Se puede y…¡se debe hacer!

Gary Antonio Rodríguez Álvarez

El Gobierno Municipal de Santa Cruz de la Sierra, la ciudad más cosmopolita y poblada de Bolivia -para muchos la “cara bonita” del país- la que hasta hace poco no pasaba de 50.000 habitantes pero que en breve tendrá 2 millones; la “ciudad que enamora”, que en tiempo récord cambió urbanísticamente de dimensión -a doce anillos de circunvalación por la imparable migración interna y por tener el mayor parque automotor del país- enfrenta hoy una crisis de crecimiento cuyo inevitable dolor implicará mejores días para la capital siempre que se deje trabajar y cumplir con su misión y visión, a la autoridad edilicia.

Frente al caos vehicular y la contaminación derivada de toneladas de basura que producen tres mercados insertos en el centro de la ciudad -Abasto, La Ramada y Los Pozos- con cientos de camiones que cada día llegan con alimentos, además de comerciantes minoristas y ambulantes, la Alcaldía Municipal concibió un Plan de Reordenamiento de Mercados que la ciudadanía respalda, pero que una fracción de comerciantes rechaza, recurriendo incluso al chantaje político contra las autoridades.

Resulta censurable, además, que a falta de argumentos en contra del traslado de los comerciantes del Mercado de Abasto, a un monumental Mercado Municipal Mayorista construido al efecto, han recurrido a manifestaciones, al agravio y la violencia en contra de 9 funcionarios municipales…¡como si no fuera para su propio provecho!

¿Cómo rechazar una inversión de 20 millones de dólares en el más portentoso Mercado Municipal Mayorista del país -de 120.000 m2- con 500 puestos para el comercio mayorista; 500 espacios para carga/descarga; 150 dormitorios para camiones; cámara frigorífica; laboratorio; 12 baterías de baños, duchas incluidas; área de residuos sólidos; oficinas; comedor; doble vía para los accesos (8vo. y 9no. Anillo); canales de drenaje; iluminación y arborización? ¿Cómo entender que lo rechacen, cuando su uso será totalmente gratis para ellos?

Ing. Percy Fernández, Alcalde Municipal; Arq. Angélica Sosa, Presidenta del Concejo Municipal de Santa Cruz de la Sierra, va para ustedes este pensamiento que el escritor, filósofo y político británico Edmund Burke acuñó 3 siglos atrás, que siempre me alienta a enfrentar toda oposición y seguir adelante:

Quienes emprenden grandes obras de utilidad pública tienen que estar a prueba de las dilaciones más fatigosas, las desilusiones más penosas, los insultos más ofensivos y, lo que es peor aún, los juicios presuntuosos de los ignorantes

(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional

Santa Cruz, 29 de noviembre de 2017

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Se puede y…¡se debe hacer!

Gary Antonio Rodríguez Álvarez

El Gobierno Municipal de Santa Cruz de la Sierra, la ciudad más cosmopolita y poblada de Bolivia -para muchos la “cara bonita” del país- la que hasta hace poco no pasaba de 50.000 habitantes pero que en breve tendrá 2 millones; la “ciudad que enamora”, que en tiempo récord cambió urbanísticamente de dimensión -a doce anillos de circunvalación por la imparable migración interna y por tener el mayor parque automotor del país- enfrenta hoy una crisis de crecimiento cuyo inevitable dolor implicará mejores días para la capital siempre que se deje trabajar y cumplir con su misión y visión, a la autoridad edilicia.

Frente al caos vehicular y la contaminación derivada de toneladas de basura que producen tres mercados insertos en el centro de la ciudad -Abasto, La Ramada y Los Pozos- con cientos de camiones que cada día llegan con alimentos, además de comerciantes minoristas y ambulantes, la Alcaldía Municipal concibió un Plan de Reordenamiento de Mercados que la ciudadanía respalda, pero que una fracción de comerciantes rechaza, recurriendo incluso al chantaje político contra las autoridades.

Resulta censurable, además, que a falta de argumentos en contra del traslado de los comerciantes del Mercado de Abasto, a un monumental Mercado Municipal Mayorista construido al efecto, han recurrido a manifestaciones, al agravio y la violencia en contra de 9 funcionarios municipales…¡como si no fuera para su propio provecho!

¿Cómo rechazar una inversión de 20 millones de dólares en el más portentoso Mercado Municipal Mayorista del país -de 120.000 m2- con 500 puestos para el comercio mayorista; 500 espacios para carga/descarga; 150 dormitorios para camiones; cámara frigorífica; laboratorio; 12 baterías de baños, duchas incluidas; área de residuos sólidos; oficinas; comedor; doble vía para los accesos (8vo. y 9no. Anillo); canales de drenaje; iluminación y arborización? ¿Cómo entender que lo rechacen, cuando su uso será totalmente gratis para ellos?

Ing. Percy Fernández, Alcalde Municipal; Arq. Angélica Sosa, Presidenta del Concejo Municipal de Santa Cruz de la Sierra, va para ustedes este pensamiento que el escritor, filósofo y político británico Edmund Burke acuñó 3 siglos atrás, que siempre me alienta a enfrentar toda oposición y seguir adelante:

Quienes emprenden grandes obras de utilidad pública tienen que estar a prueba de las dilaciones más fatigosas, las desilusiones más penosas, los insultos más ofensivos y, lo que es peor aún, los juicios presuntuosos de los ignorantes

(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional

Santa Cruz, 29 de noviembre de 2017

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Se puede y…¡se debe hacer!

Gary Antonio Rodríguez Álvarez

El Gobierno Municipal de Santa Cruz de la Sierra, la ciudad más cosmopolita y poblada de Bolivia -para muchos la “cara bonita” del país- la que hasta hace poco no pasaba de 50.000 habitantes pero que en breve tendrá 2 millones; la “ciudad que enamora”, que en tiempo récord cambió urbanísticamente de dimensión -a doce anillos de circunvalación por la imparable migración interna y por tener el mayor parque automotor del país- enfrenta hoy una crisis de crecimiento cuyo inevitable dolor implicará mejores días para la capital siempre que se deje trabajar y cumplir con su misión y visión, a la autoridad edilicia.

Frente al caos vehicular y la contaminación derivada de toneladas de basura que producen tres mercados insertos en el centro de la ciudad -Abasto, La Ramada y Los Pozos- con cientos de camiones que cada día llegan con alimentos, además de comerciantes minoristas y ambulantes, la Alcaldía Municipal concibió un Plan de Reordenamiento de Mercados que la ciudadanía respalda, pero que una fracción de comerciantes rechaza, recurriendo incluso al chantaje político contra las autoridades.

Resulta censurable, además, que a falta de argumentos en contra del traslado de los comerciantes del Mercado de Abasto, a un monumental Mercado Municipal Mayorista construido al efecto, han recurrido a manifestaciones, al agravio y la violencia en contra de 9 funcionarios municipales…¡como si no fuera para su propio provecho!

¿Cómo rechazar una inversión de 20 millones de dólares en el más portentoso Mercado Municipal Mayorista del país -de 120.000 m2- con 500 puestos para el comercio mayorista; 500 espacios para carga/descarga; 150 dormitorios para camiones; cámara frigorífica; laboratorio; 12 baterías de baños, duchas incluidas; área de residuos sólidos; oficinas; comedor; doble vía para los accesos (8vo. y 9no. Anillo); canales de drenaje; iluminación y arborización? ¿Cómo entender que lo rechacen, cuando su uso será totalmente gratis para ellos?

Ing. Percy Fernández, Alcalde Municipal; Arq. Angélica Sosa, Presidenta del Concejo Municipal de Santa Cruz de la Sierra, va para ustedes este pensamiento que el escritor, filósofo y político británico Edmund Burke acuñó 3 siglos atrás, que siempre me alienta a enfrentar toda oposición y seguir adelante:

Quienes emprenden grandes obras de utilidad pública tienen que estar a prueba de las dilaciones más fatigosas, las desilusiones más penosas, los insultos más ofensivos y, lo que es peor aún, los juicios presuntuosos de los ignorantes

(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional

Santa Cruz, 29 de noviembre de 2017

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Se puede y…¡se debe hacer!

Gary Antonio Rodríguez Álvarez

El Gobierno Municipal de Santa Cruz de la Sierra, la ciudad más cosmopolita y poblada de Bolivia -para muchos la “cara bonita” del país- la que hasta hace poco no pasaba de 50.000 habitantes pero que en breve tendrá 2 millones; la “ciudad que enamora”, que en tiempo récord cambió urbanísticamente de dimensión -a doce anillos de circunvalación por la imparable migración interna y por tener el mayor parque automotor del país- enfrenta hoy una crisis de crecimiento cuyo inevitable dolor implicará mejores días para la capital siempre que se deje trabajar y cumplir con su misión y visión, a la autoridad edilicia.

Frente al caos vehicular y la contaminación derivada de toneladas de basura que producen tres mercados insertos en el centro de la ciudad -Abasto, La Ramada y Los Pozos- con cientos de camiones que cada día llegan con alimentos, además de comerciantes minoristas y ambulantes, la Alcaldía Municipal concibió un Plan de Reordenamiento de Mercados que la ciudadanía respalda, pero que una fracción de comerciantes rechaza, recurriendo incluso al chantaje político contra las autoridades.

Resulta censurable, además, que a falta de argumentos en contra del traslado de los comerciantes del Mercado de Abasto, a un monumental Mercado Municipal Mayorista construido al efecto, han recurrido a manifestaciones, al agravio y la violencia en contra de 9 funcionarios municipales…¡como si no fuera para su propio provecho!

¿Cómo rechazar una inversión de 20 millones de dólares en el más portentoso Mercado Municipal Mayorista del país -de 120.000 m2- con 500 puestos para el comercio mayorista; 500 espacios para carga/descarga; 150 dormitorios para camiones; cámara frigorífica; laboratorio; 12 baterías de baños, duchas incluidas; área de residuos sólidos; oficinas; comedor; doble vía para los accesos (8vo. y 9no. Anillo); canales de drenaje; iluminación y arborización? ¿Cómo entender que lo rechacen, cuando su uso será totalmente gratis para ellos?

Ing. Percy Fernández, Alcalde Municipal; Arq. Angélica Sosa, Presidenta del Concejo Municipal de Santa Cruz de la Sierra, va para ustedes este pensamiento que el escritor, filósofo y político británico Edmund Burke acuñó 3 siglos atrás, que siempre me alienta a enfrentar toda oposición y seguir adelante:

Quienes emprenden grandes obras de utilidad pública tienen que estar a prueba de las dilaciones más fatigosas, las desilusiones más penosas, los insultos más ofensivos y, lo que es peor aún, los juicios presuntuosos de los ignorantes

(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional

Santa Cruz, 29 de noviembre de 2017

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