Opinion

Nuestra injusticia
A ojos vista
Mario Mamani Morales
Martes, 2 Mayo, 2017 - 16:27

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Si las cosas marchan como van, en octubre de este año volveremos otra vez a las urnas para emitir nuestro voto de cuyo resultado emergerán las nuevas autoridades en todo el sistema judicial del Estado. Se prevé, a diferencia de lo que ocurrió en 2011, los postulantes serán los que estén forrados de méritos académicos, será la Universidad boliviana que valore los puntajes a ese nivel.

Hay otra característica de la que no se está hablando, salvo que en esferas del actual gobierno ya se haya tomado en cuenta: los nuevos tribunos tendrán la posibilidad de ser los jueces de los actuales gobernantes si éstos dejan el poder como voluntad del pueblo en las elecciones generales previstas para el 2019. Las cosas no parecen ser sencillas para el futuro próximo.

En el supuesto caso de que la oposición se haga del gobierno, no dudarán un instante en intentar llevarlos a la justicia a las autoridades que hoy están en el poder. Nadie puede atribuirse descubrir que eso así sería. Está previsto que eso de la “persecución política” se mantendría vigente, entonces para los del otro lado.

Vivir en democracia es un aprendizaje constante. Bolivia es un país joven en esta ruta continua, apenas 35 años; No aprendemos cómo dotarnos de autoridades de justicia que sean idóneas, incorruptibles, regidas a las leyes; menos formarlos en nuestras Casas Superiores de estudio con esa mira de aplicar verdadera justicia que el pueblo litigante clama. Se advierte que la crisis actual es también cuestión de qué enseñar en nuestras universidades a los profesionales en leyes.

Si miramos rápidamente los ciclos de nuestra historia, nos damos cuenta que en los primeros años de nuestra vida republicana la justicia estaba en manos de los doctores que manejaban sujetos a lo que era la colonia, no hubieron cambios significativos, es más, ellos eran los grandes hacendados o los nuevos amos de la república que se fundó. El pueblo no era más que el pongo.

El  liberalismo, que emerge a finales del siglo XIX, pone énfasis en la idea de “ciudadanía”. Al intentar eliminar el Ayllu, también pretende acabar con la justicia que tenían los indígenas que no conocían las leyes de la república, porque sencillamente no eran tomados en cuenta. Los liberales imponen el pensamiento de la libertad e igualdad basada en el concepto de ciudadano aplicado sólo para quienes sabían leer, escribir y pagaban impuestos, por lo tanto, la mayoría de los habitantes en territorio boliviano eran excluidos, además sólo eran reconocidos como “ciudadanos” los hombres. Es fácil darse cuenta cómo era la justicia en este ciclo de nuestra historia. Poder de los grandes gamonales.

Luego viene la Revolución Nacional de 1952. Se impone el Voto Universal, hombres y mujeres votan, no importa su condición de escolaridad, económica o social. Se da paso al ejercicio del sindicalismo pero alineado al gobierno de entonces; de manera general, esta etapa de nuestra historia marca el populismo, sólo así se entiende la incorporación de grandes masas campesinas, obreras y del pueblo mismo a las filas del movimientismo. Aquí ya se habla del cuoteo en la justicia.

Luego vivimos la etapa de la noche oscura de las dictaduras. ¿Cómo eran electos los tribunos de la justicia? ¿Quiénes llegaban a ser nombrados en la Corte Suprema de la Nación? ¿Cómo se aplicaba la justicia en cada departamento? Basta decir que el ciudadano tenía que caminar con su testamento bajo el brazo. Esta historia no cambia con el ciclo de los gobiernos llamados neoliberales. El cuoteo es definitivo, tribunales elegidos en las alianzas o acuerdos políticos.

Lo último y sus consecuencias, ya sabemos.

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