Crisis y denuncias golpean al primer Centro de Atención y Derivación de Fauna Silvestre de Bolivia

LA REGIÓN
Por: Rocío Lloret Céspedes / Fotos: Gentileza Cecilia Dorado
En agosto de 2024, durante el peor incendio forestal de la historia de Bolivia, un joven oso hormiguero (Tamandua tetradactyla) logró escapar de las llamas. En su dolorosa travesía, sus patas terminaron con quemaduras de tercer y cuarto grado. Su condición era crítica. Cuando el equipo de rescate de fauna silvestre de la Gobernación de Santa Cruz recorría Candelaria, en la zona del Área Natural de Manejo Integral (ANMI) San Matías, el animal deambulaba con las pocas fuerzas que le quedaban. No fue difícil levantarlo. Una de sus rescatistas, la veterinaria Cecilia Dorado, recuerda que estaba “deshidratado y desorientado”. Durante el rastrillaje de ese día, en un paraje alejadísimo del centro urbano más próximo, otro ejemplar de la misma especie fue encontrado en similares condiciones. Esta vez, era una cría.
A la postre, Pulgarcito y Chirú, como les pusieron respectivamente, se convirtieron en un símbolo de supervivencia de la tragedia ambiental de aquellos días aciagos. Literalmente, el hábitat de estos animales ardió durante más de 75 días y la promesa de Dorado antes de enviar a los animales al Centro de Atención y Derivación de Fauna Silvestre (CAD) de Santa Cruz fue: “Pulgarcito tiene que vivir, porque tiene que volver a San Matías”. Lo propio con Chirú y Luz, un oso lavador (Procyon cancrivorus), también víctima de los incendios rescatado en una segunda incursión.
Junto al equipo del CAD y el apoyo de veterinarias privadas, Cecilia trabajó arduamente en su recuperación. Considerada una de las pocas veterinarias del país con amplia experiencia en fauna silvestre, cuya labor ha sido reconocida por el Tribunal Agroambiental; ella y sus colegas lograron sacar adelante a los dos osos meleros y a Luz; rescatada en un segundo viaje que se hizo a la zona de emergencia el año pasado. Esta última tenía una fractura expuesta en la pata y se temía que la pierda.
En diciembre último, el diagnóstico clínico de Dorado fue que los tres animales —Pulgarcito, Chirú y Luz— estaban en condiciones de volver a su hábitat. “Ya había lluvias, no había incendios y la zona estaba lista para recibirlos”, dice Dorado a La Región.
Aunque el Decreto Supremo 4489 no detalla específicamente un protocolo de liberación, la norma exige que cualquier animal bajo custodia debe recuperarse completamente antes de volver a su hábitat. El procedimiento puede incluir: evaluación sanitaria completa, rehabilitación progresiva (cuidados de heridas, estrés, alimentación natural), monitoreo de comportamiento (asegurarse de que el animal reincorpore conductas naturales); verificación del hábitat (análisis de condiciones ecológicas, ausencia de amenazas recientes como incendios o tráfico); liberación acompañada de seguimiento in situ, idealmente con dispositivos o censos post-liberación. El Ministerio de Medio Ambiente y Agua, mediante la Dirección General de Biodiversidad y Áreas Protegidas (DGBAP), está a cargo de “diseñar regulaciones técnicas, guías y manuales para apoyar la gestión de la biodiversidad”. Lo más importante: en un programa de preliberación, de a poco se va cortando el contacto con los seres humanos.
Pero la falta de personal en ese momento y la crisis económica por la que atraviesa el país que afectó directamente a las Gobernaciones; frustró el anhelo, según se supo en la prensa local por entonces.
Hoy, ninguno de los tres animales ha retornado a su hábitat. En este tiempo, Pulgarcito sufrió una “doble fractura de tibia y peroné”, en circunstancias no establecidas. “Posiblemente por una caída al jugar o porque metió la pata en la jaula”, presume la veterinaria Mariam Riojas, quien en ese momento atendía al ejemplar y envió un informe a la Dirección de Recursos Naturales (Direna).
Su caso destapó una serie de irregularidades, como la falta de contratos de personal para atender a los animales del CAD y las condiciones de infraestructura para tener a los animales, entre otros; mismas que fueron cuestionadas por la asambleísta departamental Paola Aguirre, colectivos como Alas Chiquitanas y funcionarios de la propia dependencia, quienes reclamaban insumos y atención para seguir cumpliendo con su labor en el recinto.
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El caso llegó a la DGBAP. Su máxima autoridad —Freddy Osco Alanoca— dijo a La Región en mayo pasado que se esperaba que en junio se cumpla el plazo para que la dependencia asuma las medidas precautorias especificadas en una resolución administrativa de marzo de este año. La coordinadora del CAD, Eliamne Gutiérrez, asegura que de a poco sí se ha ido cumpliendo las exigencias, excepto en temas que no le competen al ente departamental y otros, como infraestructura, que demorarán un tiempo hasta que se firme acuerdos con organizaciones como FAN o WWF, para que puedan apoyar en ello.
¿Cómo se llegó a este punto?
Distintas fuentes consultadas por este medio, algunas de las cuales pidieron reserva en su identidad; coinciden en que desde el nacimiento del entonces programa de “Fortalecimiento para la conservación y manejo sustentable de la biodiversidad del departamento de Santa Cruz” (2011), el gran problema fue el poco presupuesto que se destinaba y se destina a este fin.
En 2016, cuando se inauguró el CAD como un componente de dicho programa, se trató del primer centro de custodia y derivación de fauna silvestre del país. Paola Montenegro, viuda del extinto Raúl Rojas, uno de los grandes impulsores y defensores de la fauna boliviana; recuerda que el sueño inicial era tener un centro de custodia o bioparque, en cercanías de las Lomas de Arena; al sur de Santa Cruz de la Sierra.
“Nunca hubo presupuesto suficiente (para Biodiversidad), pero algo que tenía Raúl era que podía hacer todo. Él hablaba con todo el mundo, él tocaba puertas a un lado o al otro y conseguía las cosas. Siempre se trabajó de esa manera”, dice a La Región.
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Lo propio hizo Manlio Roca, secretario departamental de Desarrollo Sostenible y Medio Ambiente entre 2010 y 2015. Él coincide en que medio ambiente siempre fue visto “como algo lírico”, por lo que la competencia para obtener recursos respecto a Educación o Salud, por ejemplo, era muy dura.
“Lo que yo hacía era ir a La Paz un año antes (de tratar el presupuesto operativo anual) y me llevaba carpetas de programas y proyectos. Acudía sobre todo a la cooperación internacional”, cuenta. Eso le permitía tener más oportunidades cuando los temas se definían a nivel más alto. “Yo ya volvía con mis carpetas y podía decir: conseguí este financiamiento (externo) para apalancar (sumar) los recursos que se daban a la secretaría”.
Quizá por ello, para el período 2011-2014, el programa de “fortalecimiento para conservación y manejo de biodiversidad” obtuvo Bs 7.1 millones de bolivianos. Monto que fue bajando progresivamente, hasta llegar al actual: Bs 4 millones, a utilizarse entre 2025 y 2027 en el “Programa de manejo integral de fauna silvestre del departamento de Santa Cruz”, según un informe que entregó el propio CAD a la asambleísta Paola Aguirre.
Actualmente, es un presupuesto como de un millón de bolivianos. Al menos el 80%, dirigido al mantenimiento del CAD. Actividades como: alimentación, atención veterinaria, refacciones mínimas. “Este presupuesto no contempla infraestructura, lamentablemente”, detalla la coordinadora Gutiérrez.
Para este año, la prioridad de la Gobernación de Santa Cruz es el “fortalecimiento institucional”. Ni turismo ni medio ambiente (0,4%) recibirán los fondos necesarios, según un análisis publicado por la ANF.
Los animales no saben de burocracia
El otro gran problema que observan exautoridades como Yandery Kempff, responsable de la Direna entre 2015 y 2021, es la burocracia. “Las personas no estaban obligadas a hacerlo, pero muchas veces pusimos de nuestro bolsillo (para ayudar a los animales). La burocracia es muy grande y en función pública, todo tiene que estar respaldado. Para poder comprar un ítem, tiene que haber un presupuesto específico para ese ítem”, dice.
Incluso las donaciones —según las respuestas que enviaron desde el CAD a la asambleísta Aguirre— deben pasar por un protocolo. “Se deben coordinar de forma previa cuando no hay una emergencia”, se lee en el documento al que se tuvo acceso.
Frente a esta situación, a los directores y funcionarios les ha tocado pedir vehículos de otras reparticiones para atender rescates; lo propio cuando es época de incendios. El CAD dispone de dos movilidades; solo una funciona, según el informe. Asimismo, se debe acudir a veterinarias privadas que atiendan a los animales sin costo, como sucedió con la osa Luz, para salvarle la pata. Hasta diciembre del año pasado, la deuda con proveedores alcanzaba los Bs 19.325.
El tema de falta de personal también tuvo consecuencias, como la fuga de un ocelote, el cual fue recapturado, pero evidenció la necesidad de tener cámaras de seguridad; entre otras medidas de prevención. Al respecto, desde el CAD aseguran que el el equipo actual da «al 200%, para que estos animales estén lo mejor posible».
Un panorama complejo
El CAD tiene la misión de atender a la fauna silvestre y derivarla en un lapso no mayor a 48 horas, según el reglamento. “Algo que por lo general no sucede, porque en un 80% no se encuentran sanos. Son animales que llegan con problemas psicológicos, de comportamiento, mutilados, enfermos”, dice la bióloga Eliamne Gutiérrez, coordinadora.
En ese contexto, cuando un ejemplar es ingresado, se determina si va a estar cinco, diez, 15, 20 o 40 días en lo que responde a un tratamiento. Una vez se encuentra en estado óptimo, se supone que debe ser derivado a un centro de custodia, en caso de que ya no pueda volver a su hábitat. El problema —asegura Gutiérrez— es que la mayoría de estos recintos están llenos, por lo que los animales deben quedarse, como el caso de un águila harpya (Harpia harpija) y los osos tamandua (Pulgarcito y Chirú). Estos últimos, según se informó a la DGBAP, se acostumbraron mucho a la presencia humana (impronta), lo cual pone en riesgo su liberación. Al respecto, Cecilia Dorado, quien fue veterinaria del CAD desde su inauguración y ha sido testigo de varios procedimientos con animales, afirma que es posible hacer el trabajo paulatino para ir cortando esos lazos, pese a que ya pasó más tiempo desde la recomendación de devolverlos a su hogar en San Matías.
Actualmente hay 20 individuos y en las próximas semanas “se espera que el CAD esté vacío”, anuncia Gutiérrez, ponderando el hecho como “algo histórico”.
Activistas como Daniela Justiniano, de Alas Chiquitanas, advierten que las condiciones no han mejorado. Así lo hizo conocer en un video de Facebook, durante una inspección a los recintos donde se tiene a los animales. Y lo más preocupante, personal clave como la veterinaria Cecilia Dorado fue “desvinculada”, pese a la discapacidad que tiene en un brazo como consecuencia del ataque de un chancho de monte, que sufrió en julio de 2023. Su caso llegó a instancias judiciales y es de conocimiento de la Defensoría del Pueblo, sin que hasta ahora se haya restituido sus derechos.
Lo propio pasó con la veterinaria Riojas, quien denunció acoso laboral tras denunciar la situación del CAD. El Ministerio de Trabajo emitió una resolución al respecto que no tuvo efecto. Ella también fue «desvinculada», en mayo pasado.
Asimismo, este martes 8 de julio se conoció la renuncia de Julieta Valverde a la Dirección de Recursos Naturales (Direna).
Entre tanto, solo hasta 2022, alrededor de 9.000 animales pasaron por el CAD (como 100 de distintas especies cada año), demostrando la necesidad de un centro de esta naturaleza. Santa Cruz es uno de los pocos departamentos que lo tiene, pese a que todas las Gobernaciones deberían contar con uno, según estipula la ley. Porque mientras haya tráfico, mascotismo e incendios, historias como la de Pulgarcito, Chirú, Luz, Juanes, Valentina y tantos otros que han pasado por aquí necesitan atención y rescate, para que —en el mejor de los casos— puedan volver al bosque del que nunca debieron haber salido, o irse a un centro de custodia, para terminar sus días allí.