De la tierra a la mesa: mujeres tacanas siembran resistencia y alimentan la vida

En la Tierra Comunitaria de Origen (TCO) Tacana I, donde el norte amazónico de La Paz respira entre ríos y selva, la vida transcurre en las manos de las mujeres. Ellas siembran, cosechan, transforman. En cada surco de tierra, en cada cesta de cacao, en cada carga de plátano que producen, germina la alimentación de su pueblo y, con ella, la continuidad misma de su existencia.
Carmela Moreno González, de la comunidad Villa Alcira, lo dice con la naturalidad de quien ha vivido toda una vida entrelazada con la tierra. "Nosotros sembramos plátano, yuca, hortalizas, cítricos, maní y maíz (…). todo lo que se da en la tierra". Para ella, la chacra no es solo un pedazo de terreno: es despensa, es historia, es su vida. En tiempos de sequía o de inundación, cuando el agua anega todo o la lluvia abandona los campos, Carmela no se va porque la tierra le ha enseñado algo: "si uno siembra, siempre va a tener qué comer". En esa frase se refleja la fuerza y el empeño que le pone a su trabajo, algo que ni el tiempo ni las adversidades logran erosionar.
La TCO Tacana I se extiende entre San Buenaventura e Ixiamas, con el río Beni en su límite oriental. El territorio abarca más de 380.000 hectáreas de bosques tropicales, ríos y chacos donde la agricultura familiar, la pesca y la recolección de frutos silvestres tejen el día a día. El pueblo Tacana está conformado por 22 comunidades, donde las mujeres son una pieza clave para la subsistencia.
Un quiebre reciente
En la comunidad Altamarani, Luzmar Chao tradicionalmente cultivó arroz, maíz, yuca, plátano y, especialmente, cacao. Sin embargo, la continuidad en su labor sufrió un quiebre reciente que no puede eludir cuando habla sobre sus actividades: los incendios de años pasados que consumieron sus cosechas. "Antes del incendio teníamos nuestro cacao en producción, pero el fuego lo quemó. Ahora estamos empezando otra vez", recuerda, y en su voz resuena tanto la pérdida como una determinación tranquila.
Lo notable es que esa devastación no la paralizó. Vio cómo las llamas devoraban sin piedad los cultivos que alimentaban a sus familias, pero de esa experiencia extrajo un coraje diferente. Se organizó con otras comunarias, se levantó, resembró. Juntas aprendieron nuevas formas de proteger la tierra.
El fuego no solo quemó las chacras; expuso la fragilidad de los sistemas de prevención, la ausencia del Estado, las desigualdades en la respuesta institucional. Y fueron las mujeres, una vez más, quienes asumieron la reconstrucción sin esperar ayuda.
Erlinda Beyuma, técnica del Consejo Indígena de Mujeres Tacana (CIMTA), ahora explica las medidas que han adoptado: "Tomamos precaución con los pastizales, limpiamos los alrededores para que el fuego no pase rápido. Y estamos concientizando a las mujeres, a las familias, a los niños". Es la voz de quien ha aprendido a anticipar, a prevenir, a enseñar.
En Tacana I, las comunidades, como Vill Alcira, Altamarani o Cachichira, combinan prácticas tradicionales con nuevos emprendimientos productivos —especialmente el cultivo y transformación del cacao— que reflejan una relación profunda entre cultura, alimento y territorio. Es un espacio de abundancia natural y de desafíos crecientes frente a la deforestación, los incendios forestales y la presión de actividades extractivas.
Delia Cartagena, perteneciente a otra comunidad tacana, representa otra dimensión de esta transformación. "La producción es lo que nos está dando de comer. Yo misma preparo el cacao en pastas y lo vendo en San Buenaventura, en Rurrenabaque o por WhatsApp. Así tengo mi propio ingreso". En sus palabras resuena la independencia económica que las nuevas generaciones de mujeres amazónicas han conquistado—a veces entre el humo de los incendios y la escasez de agua. Ellas descubrieron que la economía local también se defiende con creatividad: elaborando, transformando, vendiendo sin intermediarios. "No depender siempre de la pareja —dice—, tener un ingreso personal. Ese siempre ha sido mi sueño".
En Tacana I, las comunidades tejen juntas lo antiguo y lo nuevo. Prácticas tradicionales conviven con emprendimientos modernos. Es un espacio de abundancia natural, pero también de desafíos crecientes: la deforestación acecha, los incendios forestales amenazan, las actividades extractivas presionan desde los bordes.
El liderazgo también germina
En el territorio indígena Tacana I, el liderazgo también se siembra. Delmira Mamio es artesana y lideresa del CIMTA. Creció acompañando a su madre en talleres sobre género y organización, en esas conversaciones donde se enseña a las mujeres a ocupar espacios. Su madre le decía: "Si tienes que hacer algo, hacelo, así te equivoques. Volvé a hacerlo hasta lograrlo". Y así lo hizo. "Para ser escuchada y ser autoridad, he tenido que avanzar de a poco. Ahora, cuando hablo, todos escuchan".
En Cachichira, Erlinda Cabina —que también fue dirigente comunal— comparte una historia que atraviesa generaciones: "He sido cinco años líder en mi comunidad. Era un sacrificio, atender la casa, los hijos y venir a las reuniones. Pero ahora ya es diferente. Antes los hombres te hacían callar con una voz alta. Ahora las mujeres ya no se callan".
Ellas no solo producen alimentos; producen futuro. Su liderazgo emerge de la experiencia acumulada, del dolor atravesado, de la persistencia cotidiana. Son parte de una nueva generación que ha aprendido a combinar la siembra con la gestión, la venta con la educación, la tradición con la tecnología.
Donde hubo fuego, hoy crecen brotes nuevos de cacao. Donde hubo miedo, ahora hay organización. Y en cada plato de arroz o yuca servido en las mesas tacanas, hay una historia invisible de mujeres que con sus manos sostienen la vida, la comunidad y la esperanza de un pueblo que aprendió que la resistencia se cultiva, se cosecha y se comparte.
Nota Final:
Las historias de Tacana I destacan temáticas cuyo reconocimiento está en el "Decálogo Amazónico: 10 compromisos por la vida y el territorio", un documento de posicionamiento binacional de Perú y Bolivia que reconoce tanto el derecho a la alimentación como la participación de las mujeres como ejes fundamentales para garantizar los derechos indígenas, proteger la Amazonía y construir un futuro sostenible con justicia social. (PONER EL LINK)
El documento fue construido en el marco del proyecto "El derecho a la alimentación y el derecho a un futuro en la Amazonía peruana y boliviana", impulsado por la alianza entre Welthungerhilfe (WHH), Derecho, Ambiente y Recursos Naturales (DAR) de Perú y la Fundación TIERRA de Bolivia.
*Con información de la Fundación Tierra