Tomy Pérez
Es cada vez más evidente la falta de planificación del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz. En lugar de priorizar proyectos estructurales que puedan aliviar el tránsito vehicular de la zona sur hacia el centro y viceversa —como la habilitación de la Avenida del Poeta, cerrada por más de un año sin solución a la vista—, la gestión municipal parece enfocarse en “mini obras” de escaso impacto que no responden a las necesidades urgentes de la población.
Un ejemplo que refleja claramente la falta de prioridades es el de la Fuente del Prado. Hace apenas unos meses se colocó allí la escultura “Sinfonía al Amigo de La Paz”, pero ahora se ha cerrado el paso peatonal para iniciar nuevas obras, limitando un espacio que siempre fue de tránsito y encuentro ciudadano. La pregunta es inevitable y hasta incómoda: ¿Qué lógica tiene inaugurar una obra decorativa sin antes recuperar la fuente misma? ¿Qué mensaje se envía a la ciudadanía cuando se privilegia lo ornamental por encima de lo funcional?
Otro caso se da en la plaza de la avenida Kantutani, cerca de la calle Campos. Ese espacio, aunque descuidado, servía como un área verde vital para la comunidad: allí niños jugaban, corrían en el césped y disfrutaban de los resbalines; jóvenes utilizaban las barras paralelas y fijas para ejercitarse; y familias encontraban un respiro en medio del asfalto. Sin embargo, la Alcaldía decidió eliminar esa área verde y reemplazarla por un vaciado de cemento, dejando intacta y en estado precario la estructura de madera del área infantil, con piezas quebradas que representan incluso un riesgo para los niños. De nuevo surge la pregunta: ¿Qué era prioritario? ¿Colocar cemento o garantizar espacios seguros y saludables para los más pequeños y para la recreación comunitaria?
Estos ejemplos reflejan una gestión marcada por la improvisación y la desconexión con las verdaderas prioridades ciudadanas. La Paz no necesita obras cosméticas ni decisiones apresuradas que se presentan como logros, pero que en la práctica empeoran la calidad de vida. Lo que la ciudad requiere es planificación seria, visión integral y compromiso real con sus habitantes.
La falta de mantenimiento en áreas recreativas, la carencia de espacios verdes y el abandono de proyectos estructurales como la Avenida del Poeta tienen consecuencias que trascienden lo estético: afectan la movilidad, limitan la salud física y emocional de la población y erosionan el sentido de pertenencia de los paceños hacia su ciudad. No podemos normalizar que se reduzcan áreas verdes para llenarlas de cemento mientras las necesidades más básicas permanecen desatendidas.
La Paz merece respeto. Y el respeto se traduce en una gestión que escuche a su gente, que priorice lo esencial sobre lo accesorio y que entienda que cada decisión impacta directamente en la vida cotidiana de miles de familias. La ciudad necesita autoridades que piensen con responsabilidad y ciudadanos que exijan con firmeza obras útiles, sostenibles y planificadas. Porque el futuro de nuestra Ciudad Maravilla no puede seguir hipotecado a la improvisación.
La Paz no merece esto. La Paz merece mucho más.