La “Libertad” de ser “Libre”… hasta que gana otro

Por Tomy Pérez

Los resultados oficiales de la segunda vuelta presidencial son inequívocos y contundentes: la dupla conformada por Rodrigo Paz y Edman Lara obtuvo la victoria en los comicios de segunda vuelta del 19 de octubre, con un margen superior a los 560.000 votos. El pueblo boliviano habló con la fuerza de la democracia, ejerciendo su derecho soberano y definiendo en las urnas el rumbo político que desea para los próximos años. Sin embargo, en lugar de aceptar con madurez cívica y respeto institucional el veredicto popular, algunos sectores optaron por sembrar dudas infundadas, hablar de un supuesto fraude y deslegitimar un proceso electoral transparente, que fue observado, fiscalizado y validado no solo por sus propios delegados partidarios, sino también por misiones nacionales e internacionales que garantizaron su integridad y legalidad.

Resulta preocupante que quienes deberían actuar con responsabilidad política, los excandidatos y líderes de la alianza perdedora, opten por alimentar la desconfianza en lugar de apaciguar los ánimos de sus seguidores. Con declaraciones fuera de lugar, insinuaciones sin pruebas y mensajes que rayan en la incitación, buscan instalar un clima de zozobra que amenaza con fracturar la paz social.

Peor aún, los ataques personales, las agresiones verbales y los cánticos ofensivos dirigidos contra las autoridades electas, especialmente contra el futuro Vicepresidente, son una muestra preocupante de intolerancia política. Las elecciones son, ante todo, una fiesta democrática, un momento en el que el país celebra su diversidad de pensamiento y reafirma su compromiso con la convivencia pacífica. Convertir ese momento en un campo de resentimientos solo refleja la falta de madurez democrática de algunos sectores.

El pueblo boliviano eligió con verdadera “Libertad” y lo hizo “Libremente”, no como un eslogan de campaña, sino como una convicción profunda. Su voto no fue fruto del azar ni del engaño, sino el resultado de una reflexión consciente, de la afinidad con propuestas concretas, de la empatía con nuevas figuras políticas y del deseo sincero de un cambio.

Usar las palabras “Libertad” y “Libre” como bandera política no tiene sentido si, cuando el pueblo ejerce ambas, se pretende desconocer su decisión. Negar ese voto es negar la libertad que tanto se proclama, es traicionar la esencia misma de la democracia, que se construye sobre el respeto a la voluntad soberana del pueblo, aun cuando los resultados no sean los esperados.

En Bolivia, la “Libertad” de ser “Libre” no consiste en imponer la voluntad de unos pocos, sino en respetar la decisión de las mayorías. No todos piensan igual, y esa diversidad no es una debilidad, sino una de las mayores fortalezas de la democracia. La pluralidad de ideas es lo que enriquece al país, pero el respeto a la decisión colectiva es lo que lo mantiene unido.

Los próximos meses serán decisivos para el futuro del país. El nuevo gobierno enfrentará retos estructurales y urgentes: superar la escasez de combustibles agravada por la falta de dólares, contener la inflación que erosiona el poder adquisitivo de las familias, reactivar la economía y generar empleo digno, estabilizar la moneda, restaurar la confianza en las instituciones y, sobre todo, combatir la corrupción que ha deteriorado la credibilidad del Estado. A ello se suma una tarea moral ineludible: reconciliar a una sociedad cansada y fragmentada.

El pueblo boliviano ha demostrado ser sabio. Supo resistir momentos difíciles, supo discernir entre la manipulación y la verdad, y sabrá, una vez más, defender la paz. La democracia no termina con el conteo de votos: empieza cuando todos, ganadores y perdedores, entienden que el verdadero triunfo está en respetar la voluntad popular y trabajar juntos por el bien común.

Hoy, más que nunca, Bolivia necesita serenidad, responsabilidad y altura moral. Que quienes perdieron comprendan que el país no les dio la espalda: simplemente eligió otro camino. Y que quienes ganaron recuerden que el mandato del pueblo no es un premio, sino una enorme responsabilidad. Solo así podremos avanzar como nación, unidos en la diversidad, guiados por el respeto y sostenidos por la esperanza.