Perspectivas para la transición hacia una agricultura libre de agroquímicos

Por Guillermo Villalobos M.*

Los sistemas agrícolas en el mundo están cada vez más sumergidos en el uso de agroquímicos. Según los datos más recientes proporcionados por la FAO, el 2019 se usaron alrededor de 4.1 millones de toneladas de pesticidas en todo el mundo (casi el doble de lo que se usó en 1990), por un exorbitante valor de 59.800 millones de dólares. Sudamérica tiene una participación destacada puesto que representa el 18% del total de pesticidas empleados durante el 2019. 

El incremento del uso de agroquímicos no es casual, sino más bien corresponde a un extenso y complejo proceso de reestructuración de los sistemas agrarios en base a un modelo económico y a un paradigma de desarrollo. Este modelo no es nada nuevo, pues se remonta a los años sesenta con la Revolución Verde y más recientemente con la Revolución Genética (semillas Genéticamente Modificados) durante los años noventa. En la actualidad, este modelo está controlado por un puñado de empresas multinacionales, encabezados por: Bayer Crop Scienes, Syngenta Group, BASF y Corteva; aunque las empresas chinas cada vez más van escalando en el ranking.

En Sudamérica, este proceso terminó de afianzarse con el predominio del modelo industrial productor de commodities agrarios destinados a abastecer los mercados globales. De igual manera, el vuelco hacia una agricultura industrializada en base al empleo de semillas GM durante los años noventa hasta la actualidad extendió aún más el uso de agroquímicos en los países sudamericanos.

El uso de agroquímicos en la agricultura moderna está generando profundos impactos ambientales, sociales y económicos, con consecuencias a veces irreversibles. Si bien las normas de prohibición y fiscalización son mecanismos importantes para afrontar estos impactos, está claro que estos instrumentos son insuficientes. Entonces ¿Cómo se puede afrontar los impactos asociados al uso de agroquímicos? ¿Qué medidas son necesarias para transitar hacia una agricultura libre de agroquímicos? La respuesta a estas preguntas ya fue dada en 2017 por la Relatora Especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación: "El método más eficaz a largo plazo para reducir estos productos químicos tóxicos es abandonar la agricultura industrial". 

Esta propuesta es, desde luego, problemática y compleja; no solo por el alto grado de dependencia que se tiene hoy en día de estos agroquímicos, sino también por el enorme peso económico que genera este mercado y por la gran influencia de las empresas fabricantes. Por ello, queda claro que una eliminación progresiva de los agroquímicos pasa no solo por una evaluación y planificación técnica exhaustiva y clara, sino también por una verdadera voluntad política. 

Esto implica reconocer que el uso de agroquímicos corresponde fundamentalmente a la imposición de un modelo económico y a las dinámicas productivas enfocadas en la extracción y exportación de bienes agrarios según las lógicas de los mercados globales, y no a una necesidad per se para garantizar la producción de alimentos y mucho menos la seguridad alimentaria. En palabras del ex Director General de la FAO José Graziano Da Silva: “Es necesaria voluntad política para reevaluar y hacer frente a los intereses particulares, los incentivos y las relaciones de poder que mantienen en pie la agricultura industrial dependiente de productos agroquímicos”.

En este sentido, es fundamental plantear un nuevo abordaje desde diferentes perspectivas y sobre todo bajo una visión sistémica. Donde, por ejemplo, los derechos humanos (en particular el derecho a una alimentación adecuada y el derecho a la salud) estén en el centro de este debate, y no así sometidos a los intereses empresariales y del mercado. De igual manera, es imperativo extrapolar esta noción desde la perspectiva de los derechos de la naturaleza. En el sentido de que la naturaleza, concebida como un sujeto de derecho, tiene derechos que están siendo atropellados y vulnerados por el uso de agroquímicos.

Por último, la transición para abandonar el modelo agrícola altamente dependiente de agroquímicos implica repensar nuestros sistemas agrarios con base en nuevos paradigmas alternativos sobre el bienestar, la producción y la relación con la naturaleza. Estos nuevos paradigmas deberían acogerse bajo principios holísticos y sociales, como ser la agroecología y la soberanía alimentaria. Los mismos deben garantizar la producción de alimentos sanos, diversos y con identidad cultural para la alimentación humana de forma diversificada, descentralizada y autónoma, así como libre e independiente del uso de insumos externos comerciales tales como los agroquímicos.

*Investigador en temas socio-ambientales