Por Ernesto Rude - Politólogo
Entre las olas mundiales y regionales que llegan a Bolivia, están las democráticas, la del socialismo del siglo XXI, la de calor y la de polarización social, económica y política, que sigue al pie de letra la vieja fórmula divide y reinarás, puesta en práctica desde los tiempos romanos hasta los actuales, como bien canta Fito Paez “en tiempos donde nadie escucha a nadie, en tiempos donde todos contra todos”, el cotidiano para las y los bolivianos es el desacuerdo, la negación mayormente violenta del otro y particularmente de la otra, cayendo en el error.
El actual régimen político ha satanizado y proscrito los acuerdos políticos logrados entre los partidos políticos en el otrora Congreso Nacional para restablecer la institucionalidad pública, cuando se lo requirió. En la actual coyuntura política, la práctica de despreciar a todo actor, partido, propuesta o alternativa política, cae en el error. Y lo hace, al negar una manifestación política humana, dialogar y acordar. Lo hace peor, cuando lo niega violentamente.
Las tensiones sociales son propias de la naturaleza de una sociedad que persigue el desarrollo alrededor de viejas fracturas o escisiones sociales irresueltas. Pero la dialéctica de las tensiones sociales, económica y política oscilan históricamente, entre el conflicto, a veces violento y el diálogo de consenso constructivo.
El atizado de estas tensiones sociales por algunos actores políticos para polarizar, ahora debe ser abordado por la sociedad, por la necesidad de enfrentar colectivamente y sin mezquindad de grupo, un futuro crítico e incierto, que requiere cohesión en torno a metas colectivas, que afronten los desafíos de inseguridad jurídica, desigualdad económica, crisis financiera, vulnerabilidad climática, mejora de la educación y explotación irresponsable de nuestros recursos naturales. Los problemas importantes no deben ser dejados únicamente a los actores políticos.
La sociedad en su conjunto debe enfrentar retos y desafíos urgentes, los que pueden empezar a resolverse por el diálogo entre diferentes intereses y visiones. Dialogar sobre la ideología comprensiva del país en su propio contexto, en la historia corta y larga de nosotros mismos.
Diálogo que acerque a una mayoría social y política de frente a la polarización, que no ceda a extremismos de uno u otro lado, para la simplicidad, de izquierda, derecha, arriba o abajo, que se sitúe en el centro, maduro, razonable y dispuesto a avanzar sobre lo logrado.
Es un desafío superar la visión de sindicato, por una visión colectiva entre diferentes que hacen al pueblo boliviano en su conjunto. El costo del actual sindicalismo para Bolivia ha sido caro, pasó de la lucha y equilibrio de clases, a la superación de éste y a la casi eliminación de la iniciativa privada, manía y hegemonía agotada de este régimen.
Es un desafío la inserción inteligente y sostenible al mundo y economía global, aprovechando los aportes hacia la sostenibilidad y resguardando los bienes y recursos más valiosos, los recursos naturales, la convivencia pacífica y emprendimiento colaborativo entre ciudadanos. También la lucha contra la criminalidad, sus organizaciones y cabecillas que se esconde en la informalidad, que como emprendimiento de subsistencia, debe ser apoyado.
Parece fácil destruir desde los extremos sectarios, y difícil construir y avanzar hacia una visión conjunta desde el sentir y vivencia común. Por esta razón la ciudadanía debe tomar las riendas para forjar una visión más colectiva que partidaria, para avanzar y construir un Estado más común y menos ajeno a sus ciudadanos.
Disponer de un centro moderado que reúna a la mayoría de las y los actores sociales, económicos y políticos de cualquier tendencia, despojados de cargas partidarias y dispuestos al diálogo racional y político entre diferentes, que sumen y aporten a la construcción colectiva, es un bien que debemos forjar el año del bicentenario.