MAR PARA BOLIVIA

Más claro, agua…

Gary Antonio Rodríguez Álvarez

Expertos de varios países se reunieron en un reciente Foro organizado por la CNC en La Paz para ver las posibilidades de uso de puertos marítimos alternativos a los chilenos para el comercio exterior boliviano, participando representantes gubernamentales, empresariales y autoridades portuarias.

Analizar técnicamente las opciones de superar la dependencia para nuestra gran carga de importación/exportación que usa puertos chilenos frente a los problemas de paros, huelgas, bloqueos, maltrato, costos, etc. que se vienen dando, y el caldeado ánimo que pone nerviosos a muchos por causa de  nuestra reivindicación marítima, habría motivado dicho Foro.

La clave para las posibles alternativas tendrá que ver con que el servicio sea bueno, previsible y económico -en otras palabras- competitivo. Las opciones realistas, descartando los saturados puertos brasileros, son: Perú (Pacífico), Argentina y Uruguay (Atlántico). En el primer caso, Matarani se usa cada vez más, y con el Puerto de Ilo ya se han hecho ensayos. En el segundo caso, implicaría un mayor uso de la Hidrovía Paraguay-Paraná.

Ahora, frente a las colosales inversiones para mejorar las condiciones que ofrece el Puerto de Ilo -construcción de una ferrovía de por medio- la opción alternativa de menor costo, a menor tiempo, más segura de realizarse y -sobre todo- en territorio nacional, sería el pleno uso del “corredor de integración” que Bolivia debería estar interesada en catapultar tanto para su comercio exterior cuanto para la integración geoestratégica de los países que concurren sobre esta vía fluvial natural: Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay.

Tal concepto lo acuñaron CAINCO e IBCE en 1989 al promover un histórico viaje con representantes de los cinco países para abrir esta vía fluvial que hoy por hoy moviliza ya más de 1,5 millones de ton/año de carga de exportación e importación boliviana.

El contar con puertos propios sobre la cabecera de la Hidrovía -Gravetal, Central Aguirre y Puerto Jennefer, este último con notables características- podría ayudar a desahogar rápidamente el paso por puertos chilenos, empezando por la carga de importación del gobierno boliviano, promoviendo un mayor uso de dicha vía fluvial.

Y, no se trata de no avanzar con Ilo -como tampoco de dilatar más la construcción del ansiado Puerto Busch- ambas cosas se deben hacer, pero, siendo tan evidente el asunto ¿para qué tanto análisis, si la evidencia fáctica dice a gritos que la Hidrovía Paraguay-Paraná es la mejor respuesta?

(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional

 

Santa Cruz, 10 de mayo de 2017

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UNA MIRADA DESDE LA TEORÍA DEL ESTADO (PARTE 1)

Omar Qamasa Guzmán Boutier

Los alegatos presentados ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, por Bolivia y Chile, para definir si ese organismo internacional tiene o no competencia para considerar la demanda presentada por Bolivia, arrojará, a no dudar, interesante y abundante material para la reflexión doctrinal en las teorías del Derecho Internacional, para los círculos académicos. La naturaleza misma de la acción judicial así lo determina. Pero, a la vez, el hecho ofrecerá igualmente una importante oportunidad para la reflexión desde la teoría del Estado. En estas  columnas pretendemos ensayar esta última posibilidad.

En el estudio del Estado, importa observar la relación que éste guarda con la sociedad y, desde una lectura llamémosla historiográfica, también la historia, internalizada por los Estados; es decir, en último término, la memoria institucional. Estos dos componentes, finalmente, deben circunscribirse a observaciones específicas; para el caso nuestro, a Bolivia y Chile.

Se denomina óptimo estatal a la relación de correspondencia y fluidez entre la sociedad y el Estado. Una relación de pertenencia, que permite, por ello mismo, el carácter fluido de la relación entre ambos. Le debemos a Zavaleta Mercado la comprensión de que algo existe en estos términos, solamente si las respectivas sociedades se han unido en términos nacionales, o sea si se ha constituye la unidad nacional.

En el año de la pérdida de la salida boliviana al mar (1879), el Estado chileno presentaba, de manera precoz, un óptimo estatal mientras que Bolivia representaba el polo opuesto, exhibiendo formas casi pre-estatales de existencia. En ese orden, la suerte del conflicto armado estaba echada de antemano, en el entendido que en una conflagración militar se enfrentan en lo principal Estados, estructuras estatales. De tal manera que la resolución del conflicto no pudo menos que favorecer a la política chilena, de expansión sobre el departamento del Litoral boliviano. Que en esta política hubiera tenido gran importancia el “auspicio” inglés, no hace sino ratificar la disparidad de entonces en la constitución estatal de uno y otro país, así como la diferente valoración que ello supuso, por parte del mercado internacional.

Se ha dicho que estas dos realidades estatales respondían, a su vez, a la manera en que se ha configurado en cada uno de estos casos, el momento constitutivo. Nuevamente nuestra deuda con Zavaleta en este punto es grande. Nos explica este sociólogo, que el precoz desarrollo estatal chileno correspondía a la manera en que ese Estado había nacido: en guerra de exterminio contra los pueblos indígenas del sur. La lógica militar, autoritaria, era entonces un elemento en la convocatoria para la sobrevivencia de los colonizadores, por lo que el carácter militarista de esta convocatoria fue aceptado de forma natural. Esta aceptación sentará raíces profundas en esa sociedad, reflejándose al punto tal de sostener tempranamente un ejército permanente, pagado con fondos públicos.

Al contrario, la constitución estatal en Bolivia tuvo una lógica burocrática, consistente en el desplazamiento y la ocupación de la pirámide social, política y administrativa del incario. Desde ya, estas diferencias nos hablan de pueblos indígenas también distintos. En el caso de los andes, nos encontramos con pueblos indígenas estatalmente organizados aún antes de la llegada de los españoles, mientras que en el caso chileno estamos frente a pueblos no organizados; aquí sí, pre-estatales. Con todo, el tipo de solución dado en los andes a la tensión entre colonizadores y colonizados requerirá un entramado burocrático, administrativo y jurídico, antes que una “red” militar, para la sobrevivencia de los colonizadores. En lo que hoy es Bolivia, entonces, tenemos que durante aquellos años, la contradicción general entre colonizadores y colonizados, no transcurrirá bajo la lógica de la guerra de exterminio, sino bajo los enredados caminos jurídicos y burocráticos. Será sólo en el período colonial tardío -siglo XVIII- que la guerra entre indígenas y españoles tomará importancia, pero será también el tiempo en el que el entramado colonial bajo las características burocráticas estará ya consolidado.

Lo decisivo en lo que nos interesa, sin embargo, no es sólo la forma de la constitución de estos Estados, sino el discurso de convocatoria social que se expresaba en uno y otro caso. En el ejemplo chileno, lo que vino a llamarse a sociedad oficial, no será sino la sociedad colonial en exitosa guerra contra los pueblos indígenas y unificada (esa sociedad oficial) por ello mismo, por la lógica militar. Aquí la aceptación y el apoyo a la lógica militar sentarán las bases para una relación fluida y de pertenencia entre la sociedad y su estructura política, administrativa y militar (es decir el Estado). Este óptimo estatal, recordemos, se basará desde sus primeras manifestaciones, no en una convocatoria democrática, sino precisamente en una convocatoria de corte militarista.

Al contrario, desde las primeras manifestaciones que luego devendrán en la constitución del Estado boliviano, las formas burocráticas de dominación no solamente que impedirán una guerra de exterminio del mundo indígena, sino que requerirán de este mundo para poner en marcha el propio sistema económico colonial. Se trata de una incorporación, pero, plasmada en formas servidumbrales de explotación de la fuerza de trabajo, por lo que a los colonizados no se les reconocerán derechos algunos y en consecuencia, tampoco podrán ser incorporados a la vida político interna. En este caso, por tanto, la sociedad expresada en el ámbito estatal, será sólo la pequeña parcialidad colonial. En tal sentido, la unificación de esta sociedad (considerada en su generalidad, como la de colonizadores y colonizados) será algo que no se ha producido entonces y consiguientemente, tampoco la conformación de un Estado expresivo de una sociedad unificada. Es en tal sentido que en este caso no podrá hablarse de una relación de fluidez entre el Estado y la sociedad, por cuanto una relación de esas características demanda en lo previo la unificación de la sociedad.

continuará...

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"MATÓN DE BARRIO..."

"El Deshabitado"

En los días pasados y en el marco del nerviosismo que viven los políticos y gobernantes, más no el pueblo chileno, debido a la demanda boliviana  planteada ante la Corte Internacional de Justicia, el presidente del Partido Socialista de ese país, calificó al presidente Evo Morales Ayma de “matón de barrio”.

Evidentemente, es muy fácil adjetivar a una persona de acuerdo a los intereses que uno pretende defender, pero, como todo en la vida, una cosa dice el político, pero la realidad objetiva señala otra.

En ese sentido, el “socialista chileno” se olvida que son ellos los que tienen conflictos limítrofes y diplomáticos con todos sus vecinos, convirtiéndose, en los hechos, en los que alteran la paz del barrio latinoamericano.

Rápidamente cito algunos de los problemas en los que están inmersos los políticos y gobernantes chilenos de toda laya.
Desde un inicio y para consolidar lo que hoy se llama República de Chile realizaron un deleznable genocidio de las culturas nativas como la del pueblo Mapuche que concluyó con la llamada “Pacificación de la Araucanía” exterminándolos casi totalmente, conquistando y apropiándose de su extenso territorio hasta confinarlos en reservas segregacionistas dignas del subimperialismo chileno.

Aún así y ya en la época de Diego Portales sabían y conocían que su componente  geográfico era y es muy pobre, y que para sobrevivir tenían que hacerlo a partir de las riquezas peruanas y bolivianas por lo que arremetieron, lamentablemente con éxito, contra la Confederación Perú Boliviana y todo lo que significaba el general Andrés de Santa Cruz y Calahumana, Gran Mariscal de Zepita y Supremo Protector de la Confederación Perú Boliviana.

Invadieron el Litoral boliviano porque sabían de su valía y riquezas que guardaba en sus senos.

Precisamente hoy viven de la explotación del cobre de la mina de Chuquicamata, ubicada en Calama, que antes de la invasión chilena era territorio boliviano y por consiguiente esa riqueza mineral también.

No podemos dejar de recordar que un porcentaje de las ventas de ese cobre boliviano fue destinado por los políticos chilenos a la adquisición de armamento de última generación manteniendo unas fuerzas armadas totalmente desproporcionadas para América del Sur. Y es que saben que todas sus arbitrariedades solo pueden ser sostenidas por esa supuesta supremacía militar, pero en estos tiempos, hasta eso están perdiendo porque ahora se privilegia el diálogo entre los pueblos buscando la paz y el desarrollo de todos los pueblos hermanos que con forman el Abya Yala.

Luego, América Latina tuvo que lamentar el arbitrario y prepotente desvío de las aguas de los bofedales del Silala, inclusive con obras civiles elocuentes e imposibles de negar, lo mismo ocurrió con el río Lauca.

También cito, los diferendos marítimos que tienen los políticos chilenos con el Perú y que fueron parcialmente resueltos a favor de éstos últimos por un tribunal internacional. Tampoco podemos olvidar el minado de las fronteras chilenas con Perú y Bolivia.

Pero, no son solamente con el Perú y Bolivia que la plutocracia chilena tiene temas pendientes, aún están frescos los vientos de guerra entre Chile y la Argentina por el Canal del Beagle, aunque éste fue solucionado por una mediación papal.
De igual forma, está latente en la memoria de la América la traición de esos políticos y militares chilenos cuando en la Guerra de las Malvinas apoyaron eficiente y descaradamente al imperialismo inglés en desmedro de las fuerzas argentinas y la dignidad americana.

Y cómo no citar los casos de espionaje chileno a las fuerzas navales y aéreas peruanas en los últimos años.
Entonces, ¿quién es el matón del barrio?...

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LA DEMANDA DE BOLIVIA ANTE LA HAYA Y LOS MATICES DE UN PASO HISTORICO

Gustavo Murillo Carrasco

Abogado y diplomático

La demanda de Bolivia ante la Corte Internacional de Justicia en La Haya (CIJ) presentada en abril de 2013, ha motivado diversas y variadas opiniones en nuestro país, desde aquellas expresadas por personas con amplio e innegable dominio del tema, hasta las otras que por su inconsistencia no ameritan comentarios mayores. Dichos análisis, como no pudo ser de otra manera, concentraron su examen casi por entero en lo jurídico, dejando no obstante un notorio vacío que tiene que ver con la “gestión diplomática”, arista clave y crucial en la actual coyuntura.

La decisión de llevar a Chile ante la CIJ fue audaz, ni duda cabe, después de todo, en política exterior, como cualquier ámbito en el que se involucra la toma de decisiones, es fundamental una dosis de atrevimiento y firmeza, tesitura innegable que la administración de Morales tuvo, ante las constantes dilaciones chilenas para resolver el enclaustramiento boliviano. Ahora bien, al haber  dado ese histórico paso por la vía judicial, ¿Quién podría dudar de que nuestra demanda es eminentemente jurídica?, que si así no fuera no tendríamos por qué haber acudido ante tan alto Tribunal; sin embargo, el juicio instalado debe ser acompañado por acciones paralelas, válidas y permitidas, pero esta vez en el nivel diplomático, escenario que supone gestión en esa esfera y que en ningún caso puede considerarse como perjudicial ni contradictorio, pues ni contamina la demanda ni la entorpece; en todo caso, la fortalece y la apuntala en función de que  los Estados de la Comunidad Internacional (CI) conozcan con certeza el origen del justo reclamo boliviano, al propio tiempo de que los jueces, indirectamente, valoren y apliquen las reglas procesales de la “sana crítica” antes de su fallo final que desde luego será en derecho en base al Estatuto de la CIJ.

El predicamento de la necesidad de desplegar acciones paralelas de gestión diplomática y política que respalden a la demanda en el plano internacional, al fin fue entendido en su verdadera dimensión. Se tuvo el buen tino de valorarla en positivo, y qué bueno que así haya sido, en buena hora. El trabajo de “gestión diplomática” sí es importante, se trata de una labor específica y especializada. De hecho, Chile también así lo está haciendo.

Todo indica que se habría iniciado una segunda etapa de apoyo a la demanda radicada en La Haya a partir de las acciones que Bolivia viene desplegando en el campo internacional, no tanto en lo estrictamente jurídico (que en ese terreno la demanda es sólida y bien fundamentada), creándose así un ambiente tan particular que ha descompuesto, desubicado e incomodado a Chile. Eso es precisamente lo que se quería, ése es el camino complementario al juicio. El canciller chileno se rebela incapaz de reaccionar con mesura, es la elocuente evidencia del aturdimiento, dejando a un lado sus credenciales de experimentado diplomático que parece, ahora, no respaldarlo más a la luz de sus actitudes. Muñoz exhibe su desacomodo y parece haber superado a su antecesor Moreno en su altisonancia, se lo nota cada vez más agresivo. La estrategia chilena del “statu quo” -tan exitosa en el pasado para la dilación-, se ve ahora en figurillas cuando Bolivia ejerce presión comunicacional bien estructurada y encaminada por su actual vocero. Chile reacciona mal, pues nunca se vio en una situación tan embarazosa por el deterioro de su imagen. No se imaginó nunca que Bolivia se atreva a nada parecido.

El acierto de haber nombrado al más alto nivel personalidades como los ex -presidentes Rodríguez y Mesa, agente y vocero de la demanda boliviana respectivamente, es otro punto a destacar. Lo que Bolivia proyecta al mundo es la importancia que le asigna al tema de su reclamo marítimo con acreditaciones de esa talla que se ocupen del mismo, aspecto que también indispone a Chile.

Lo que está haciendo Bolivia es justamente eso, “gestión diplomática” a través de la difusión internacional de los motivos y fundamentos de su demanda en un foro “no jurídico” ante la Comunidad Internacional, cosa que es muy relevante. La diplomacia no sólo es un arte, es la puesta en práctica de lo que es capaz de hacer un Estado en su interacción en política internacional en busca de sus intereses.

La “gestión diplomática” forma parte de un complejo mecanismo que responde a diseño y planificación de acciones de múltiples variables, ejecutadas de manera coherente con la consecución de objetivos, en nuestro caso: que Chile negocie con resultados una salida soberana de Bolivia al Pacífico. Los primeros resultados están a la vista, los hechos demuestran que los pasos que Bolivia ejecuta de manera paralela a su demanda son los correctos. Pero ojo, esos pasos no debieran ser concebidos únicamente como una “campaña”, sino, más bien, como una verdadera “estrategia”, aunque los profanos de la diplomacia -aquellos que pensaron y aún piensan que esta era y es una contienda enteramente jurídico-procesal se equivocaron y se equivocan-, claro está, por desconocimiento, pues ignoran su práctica y trascendencia. Encapsular la demanda boliviana sólo desde lo estrictamente legal sería caer en una suerte de “reduccionismo juridicista” que supondría un severo error. Después de todo, no debe perderse de vista que las modernas relaciones internacionales entre Estados y la solución de sus diferencias son más políticas que jurídicas; es más, resolver el enclaustramiento boliviano con soberanía tiene idénticos ribetes, y si bien estamos ahora inmersos en una batalla jurídica en la que Bolivia pide que la CIJ falle para que Chile se vea obligado a negociar, entonces surgen preguntas como: ¿Qué se negociará? ¿Bajo qué premisas?, ¿Cómo, cuándo, en base a qué?, y será entonces el momento del inicio de una tercera fase en la “estrategia boliviana” referida a la negociación en sí misma. Dicha fase, debe sin demora comenzar a planificarse y desarrollarse para su posterior ejecución. Ese es un trabajo pendiente que debe ser ya proyectado de manera idónea por la diplomacia boliviana con solvencia y habilidad, para encaminar un largo y complejo proceso que de suyo durará años.

Bolivia está en la obligación de anticiparse y prever todos los escenarios posibles, sus variables, su conveniencia y/o inconveniencia, para evaluar qué es lo que más le convendría plantear en ese complejo y futuro proceso de negociación de fallar la CIJ a su favor. Chile, a no dudarlo, desplegará todo su arsenal y sus recursos, jurídicos, diplomáticos y políticos para contrarrestar y reconvenir lo que Bolivia haga. Por lo pronto, marchamos bien.

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El secretario general del Partido Humanista de Chile asegura que muchos sectores en su país quieren hablar del mar con Bolivia

 
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03-02-15

Carlos Mesa explica los fundamentos de la demanda marítima boliviana

 
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18-12-2014

Historiador chileno que apoya causa boliviana considera que no fue una buena decisión acudir a la Corte de La Haya

Costa del Mar con Bandera Boliviana
 
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27-11-14

Política
Un grupo de ciudadanos chilenos llegó esta mañana al Palacio de Gobierno de Bolivia para reunirse con el presidente Evo Morales y rechazar el video de Michelle Bachelet.
Política
Fue algo sorpresivo, inesperado. En octubre de 2010, Alan García recibió a Evo Morales en el puerto de Ilo, en el primer encuentro bilateral entre ambos mandatarios en tres años.

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