MUJER INDÍGENA Y PERSEVERANTE
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Julia Yana, una faceta de voluntad se pone a derecho entre el aimara y el latín

Julia Yana, la universitaria que se metió al mundo del conocimiento.Foto/Erbol

Con dos hojas de papel en la mano, una mujer desliza las puertas de vidrio para dejar una carta en la que pide al director de carrera un cambio de horarios por choque de materias; mientras espera la respuesta, de su bolsa de mano saca un libro y comienza a leer. Era viernes 13 de septiembre de la semana pasada, vestía una pollera color rosado intenso, una chompa lila, manta beis y al ritmo de una lectura lenta empieza a concentrase sin tomar atención a lo que ocurre en sus alrededores.

Termina el trámite interno y sin desconfiar Julia Yana Chambi concede una entrevista alrededor de una mesa de un snack sobre la calle Ayacucho de La Paz, ahí pide un té, una empanada frita, y un poco más relajada cuenta que es alumna del séptimo semestre de la carrera de derecho en una universidad privada que ofrece licenciatura en cuatro años. 

Lo primero que cuenta es que por la discrecionalidad de los padres de esa época, recién a sus nueves años ingresó a la escuela al nivel preparatorio; a los 15 años estuvo en sexto básico y debido a las dificultades económicas de la familia dejó su escuelita.

“Mi papa no quería que entremos a la escuela, nos decía que las mujeres debemos estar en la cocina”, recuerda nuestra entrevistada. Sin embargo su perseverancia hizo que el año 2015, cuando cumplía 50 años, obtuviera su bachillerato en el SAAD (Sistema de Autoeducación de Adultos a Distancia) de Radio San Gabriel de El Alto.

Viene de la comunidad de Villa Puni, municipio de Escoma quinta sección de la provincia Camacho en el departamento de La Paz y es la última hija de una familia de cinco hermanos.  A los 21 años se casó con su actual esposo y tiene tres hijos, de los cuales uno ya es profesional y los dos en fase de concluir la formación académica. 

En su casa del barrio Crispín de El Alto, instaló junto a su esposo un taller artesanal de tejidos de aguayo con cuya producción logran generar algunos ingresos y cubrir sus pensiones académicas.

La vida de doña Julia pasa entre la casa, su familia y su comunidad donde la cultiva la tierra. El año 2004, sus compañeras la aminaron a ingresar al movimiento de las Bartolinas, una organización que apoya al gobierno del presidente Evo Morales, asistió a sus primeras reuniones y comenzó una corta carrera política.

Ocupó cargos en representación de la base y terminó como Secretaria de Relaciones Internacionales de la Confederación Sindical de Mujeres Campesinas “Bartolina Sisa”. El año 2010 se retiró de la actividad por diferencias en la conducción y la falta de transparencia que posteriormente dio como resultado el escándalo del Fondioc.

En su gremio  es conocida como la “compañera Yana”, una dirigente que viajó a Chile, Guatemala, Venezuela y Estados Unidos llevando el rostro indígena del actual gobierno. Viendo la otra realidad, sentía el vacío de conocimientos y un día de junio de 2015 decidió arriar banderas, armarse de coraje y decir: “yo puedo”.

Escoger la carrera de derecho no le costó mucho, porque viendo los trabajos prácticos de sus hijos en matemáticas, física o química, descubrió que su inclinación no eran los números, sino las letras. Alentada por los hijos y el esposo, inició la búsqueda de una universidad donde los horarios no la perjudiquen en sus labores de casa, el taller y la obligación de cumplir con su comunidad.

Se matriculó en la carrera universitaria y asiste a clases todos los sábados de 9:30 a 21:30 bajo la modalidad semipresencial, en una filial universitaria de la zona Chacaltaya de El Alto, distante a 30 minutos de su casa en movilidad.

En la semana ella organiza su tiempo en la semana entre sus labores domésticas y el tejido de aguayos. Al día medio dedica una hora de lectura, en la noche realiza sus trabajos prácticos y los sábados se somete a pruebas de conocimiento sobre el avance de materia en casa. Si bien le encontró ritmo al estudio, en el camino enfrenta dificultades que aún le cuesta vencer: el idioma castellano y la tecnología.

“Si fuera en aimara comprendería mejor, pero más bien mis docentes me entienden y me dicen: ¡siga adelante doña Juana! Algunos me ayudan y otros me exigen, pero igual el próximo año espero terminar la carrera, ya no puedo dejar, tengo que terminar”, dice sonriendo sin pensar lo que vendrá hacia adelante.

Cuando se le pregunta por qué escogió derecho, su respuesta fue sencilla: “me gusta y porque el derecho es conocimiento, el derecho arregla todo. Hay derecho pero no hay justicia; la justicia solo es para los ricos y no deber así”, comenta en su español que tropieza con la fonética de la lengua aimara.

Con inocente vergüenza responde ante la pregunta qué materia había más difícil. Ella mira, baja un poco la cabeza, se rehace, sonríe y dice: “…romano”; romano por los términos en latín como el sine qua non (condición sin la cual no), Ius civile (derecho civil) o Ius gentium (derecho de gentes) palabras que no alcanzó a pronunciar, aunque comprende perfectamente de la importancia de la materia porque  - dice muy convencida - que es el origen del derecho en general.

Aun no tiene firme la especialidad que le gustaría ejercer porque antes debe enfrentar a otra limitación al margen del idioma y las nuevas tecnologías de la información: escribir en una computadora. Admite haberlo intentado y no logró ubicar sus dedos sobre el teclado de un ordenador y por eso prefiere entregar sus trabajos prácticos a mano y es aceptado por los docentes.

Era inevitable preguntar sobre la Constitución Política del Estado y cuál era su opinión sobre la intensión del presidente Morales de buscar la reelección. Con absoluta convicción cree que el mandatario fue mal aconsejado por sus asesores. “Debería cumplir los dos mandatos, esperar esta elección y luego volver, a ver quién le iba alcanzar, nadie. Cómo pues va ir contra la Constitución que él mismo ha hecho aprobar, a mí me parece que le aconsejaron mal”, comenta la universitaria de origen aimara.

Julia está alejada de las lides sindicales porque cree que es bueno dar paso a otra generación de dirigentes a las dice no conocerlas mucho, ni está segura que algún momento el presidente Morales la pueda reconocer después de haberlo acompañado en tantas marchas de protesta y de reivindicaciones sociales.

Asegura que una vez que concluya su carrera verá si entra al mundo litigante en materia civil o busca un espacio en alguna Alcaldía o la Gobernación como profesional del derecho. Por ahora está empeñada en demostrar que con un poco esfuerzo y voluntad se puede ganar la batalla contra la ignorancia e ingresar al mundo del conocimiento.

“Todos somos iguales, depende de uno nomás si quiere estudiar, claro tal vez por ser una persona adulta, a veces me duele la cabeza por el esfuerzo”, dice la compañera Yana, al mostrarse segura que el próximo año estará a un paso de alcanzar su título académico, colocarlo entre sus lauros y celebrar en familia por este logro personal.