El abandono silencioso: artistas y deportistas bolivianos, héroes en vida y olvidados en la vejez

Victor Medinaceli Ríos, abogado, ingeniero e investigador.

En Bolivia, la gratitud hacia quienes han aportado al arte y al deporte —dos pilares esenciales de la identidad nacional— parece desvanecerse en cuanto los reflectores se apagan. No importa si alguna vez representaron al país en escenarios internacionales, si llevaron la bandera boliviana en el pecho o si su talento inspiró generaciones. Cuando llega la vejez, cuando disminuye la fuerza o la enfermedad se convierte en una sombra inevitable, muchos de estos referentes terminan enfrentando la realidad más dura: la indiferencia del Estado y la desmemoria colectiva.
Este fenómeno no es nuevo. Pero cada nuevo caso confirma una verdad incómoda: en Bolivia, la gloria es fugaz, y el olvido, permanente. Además que para quienes hacen deporte o arte es una lucha de ellos solos contra el mundo como el caso de Hector Garibay un tiempo atrás. 

Ugarte: el capitán que llevó a Bolivia a lo más alto y terminó en la pobreza

El ejemplo más emblemático y doloroso es el de Víctor Agustín Ugarte, legendario ex capitán de la selección boliviana campeona de la Copa América de 1963. Su nombre debería estar inscrito en la memoria viva de cada boliviano, no solo por su talento futbolístico, sino por haber sido protagonista del mayor logro deportivo del país.

Pero la historia real de sus últimos años retrata una contradicción brutal: mientras su figura era recordada en discursos con tono patriótico, él vivía en la carestía más absoluta, sin el respaldo estatal que merecía un deportista de su talla. Murió pobre, enfermo y prácticamente abandonado en 1995 a sus 68 años. Una nación que alguna vez celebró sus goles terminó dejándolo a su suerte.

El caso Ugarte debería haber sido una advertencia temprana, un llamado urgente a construir un sistema de protección real para artistas y deportistas. Sin embargo, décadas después, la situación ha cambiado muy poco.

Proyectos de ley que quedaron en el olvido

En 2021 se presentó el proyecto de Ley del Artista, destinado a brindar seguridad social, mecanismos de apoyo, registro o incentivos tributarios y reconocimiento laboral formal a los trabajadores culturales.
En 2022 se presentó un proyecto de ley para atletas meritorios para que tengan una vejez digna. 
En 2023 de igual forma se presentó el proyecto de Ley de incentivos para la promoción del deporte, que buscaba eliminar las limitaciones económicas que sufrían los deportistas en todas sus ramas.

Estos proyectos tenían el potencial de transformar la realidad de miles de bolivianos que dedican su vida al arte y al deporte. Pero compartieron un destino común: fueron ignorados y olvidados. No hubo voluntad política para impulsarlos, debatirlos ni aprobarlos. El Estado —en sus distintas gestiones— mostró poco interés en asumir la responsabilidad de proteger a quienes, con esfuerzo personal y disciplina, han construido parte esencial del patrimonio cultural y deportivo del país.

La pregunta es inevitable: si no se legisla para quienes engrandecen el nombre de Bolivia, ¿para quién se legisla?

Héroes obligados a pedir ayuda en redes sociales

La indiferencia institucional ha generado una escena tan dolorosa como indignante: ver a figuras nacionales recurriendo a las redes sociales para pedir ayuda económica.
Casos recientes como los de David Santalla, uno de los humoristas más queridos y respetados del país, y Dante Usquiano, destacado cantante muestran con claridad la fragilidad en la que viven los artistas bolivianos en su ocaso.

Ambos han tenido que someterse a la exposición pública de sus necesidades para costear tratamientos médicos, alquileres o gastos básicos. Este fenómeno es inadmisible en cualquier sociedad que valore su cultura. Que un artista, cuya trayectoria ha acompañado a generaciones completas, deba depender de donaciones virtuales para sobrevivir, revela un sistema profundamente injusto.

El aplauso, los galardones públicos o privados, las medallas y los homenajes —aunque bien intencionados— no pagan un alquiler, no cubren una consulta médica y no sostienen la vejez de quienes han dedicado su vida a brindar arte, humor y emoción al pueblo boliviano.

De igual forma ya se ha naturalizado la indiferencia de las autoridades ante la venta de queques u otros para costear gastos, varios deportistas en Bolivia, especialmente han recurrido a la venta de queques, tortas y otros productos horneados para recaudar fondos y poder costear sus viajes y participación en campeonatos nacionales e internacionales; sin embargo existía un Ministerio de Deporte, luego Viceministerio que hasta hoy no soluciona estas situaciones. 

La cultura como identidad nacional… pero sin respaldo real

La cultura es la expresión viva de lo que somos: nuestras historias, nuestras alegrías y tristezas, nuestra visión del mundo. Es también una forma de resistencia y una vía para proyectar la identidad boliviana más allá de sus fronteras.
Sin embargo, mientras el Estado continúe dejando en abandono a los representantes de esa cultura, el mensaje es claro: la identidad puede celebrarse en discursos, pero no se protege en la práctica.

La falta de políticas públicas sólidas pone en riesgo a toda una generación de artistas y deportistas que hoy están activos, pero que en unos años enfrentarán la misma incertidumbre que sus predecesores. Sin apoyo, sin jubilación, sin políticas de incentivo estatales, sin un sistema de salud adecuado, sin ayuda ni publica ni privada constante y sin un marco legal que los reconozca como trabajadores formales, su futuro es tan frágil como injusto.

Cuando otros países se apropian de lo nuestro

La ausencia del Estado no solo perjudica a las personas; también abre espacio para que elementos culturales propios sean apropiados por países vecinos.
El caso de la Festividad de la Candelaria en Perú, que ha incorporado en su expresión danzas y elementos del acervo cultural boliviano, es un ejemplo evidente. Mientras Bolivia descuida a sus cultores —músicos, danzarines, artesanos—, otros países aprovechan la falta de protección interna para proyectar internacionalmente expresiones que tienen origen en territorio boliviano.

No se trata de cerrar fronteras culturales, sino de proteger y promover activamente el patrimonio propio. Cuando un Estado no respalda a quienes producen cultura, también está dejando en manos ajenas la narrativa de su identidad. Lo mismo pasa con deportistas que se ven obligados a irse a otros países para representarlos por las mejores condiciones y apoyo que les ofrecen. 

Una deuda pendiente y urgente

Bolivia tiene una deuda histórica con sus artistas y deportistas. Una deuda que no se paga con diplomas ni con homenajes simbólicos, sino con leyes, apoyo público y privado, políticas públicas reales, sostenidas, respetuosas y dignas.
La aprobación de leyes como las propuestas en 2021 no debería ser vista como un gesto político, sino como una obligación moral y nacional de quienes estén como gobernantes en todos sus niveles.

Los artistas y deportistas no son figuras decorativas. Son trabajadores, profesionales, representantes nacionales, guardianes del patrimonio y embajadores naturales del país. Y merecen un trato que refleje esa realidad.

Si no se actúa ahora, se seguirá repitiendo el ciclo: aplausos en sus épocas de gloria, ningún apoyo para crecer como artistas o deportistas, indiferencia en la vejez, homenajes póstumos y olvido posterior. Bolivia no puede permitirse seguir construyendo héroes para luego dejarlos caer en el abandono.

Un país que debe decidir a quién quiere honrar

La historia reciente muestra que la sociedad boliviana respeta y admira a sus figuras culturales y deportivas. Pero ese respeto debe convertirse en acción, en responsabilidad institucional y en un compromiso duradero.

La grandeza de un país se mide también por cómo trata a quienes lo engrandecen. Y mientras Bolivia siga permitiendo que sus referentes mueran en la pobreza, que sus artistas pidan ayuda por redes sociales y que su patrimonio sea apropiado por otros, estará fallando en su deber más elemental: proteger y honrar a quienes le dieron identidad, alegría y orgullo.

El abandono no puede seguir siendo política de Estado.
Es hora de que Bolivia devuelva, con justicia y dignidad, todo lo que sus artistas y deportistas han entregado sin condiciones y con verdadero amor a su país a cambio de nada, hoy toca a las nuevas autoridades cambiar eso.