Opinion

¿CUÁL JUANA?
Surazo
Juan José Toro M.
Martes, 17 Julio, 2012 - 20:24

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El 12 de julio de 2012 no será un aniversario común y corriente. Según la historial oficial, esa que la mayoría conoce y acepta, el 12 de julio es la fecha del nacimiento de doña Juana Azurduy de Padilla, la más importante figura femenina que tuvo el país.

El detalle es que la conmemoración de este año está rodeada por una inquietante revelación: la Juana Azurduy que la mayoría creíamos conocer, esa que nació el 12 de julio de 1780, no es la heroína de la Guerra de la Independencia, aquella que perdió a sus hijos uno, detrás de otro, y enviudó cuando su marido, Manuel Ascencio Padilla, cayó en la batalla de El Villar.

En “La Amazona y el Caudillo”, el historiador Jorge Querejazu refiere que Padilla fue capturado junto a una mujer, “una de las mujeres que formaban la guardia de amazonas de Doña Juana” y la degollaron con el líder de la guerrilla para exponer las cabezas de ambos en picas asegurando que los dos esposos habían sido ajusticiados. No era una jugada de los españoles ya que en realidad creían que también habían matado a doña Juana porque confundieron a esa mujer anónima con ella.

Tal como van las investigaciones, parece que también nosotros confundimos a doña Juana con otra mujer.

El ingeniero Hugo Canedo Gutiérrez encontró la partida de matrimonio de los esposos Padilla que, al referirse a Juana, señala textualmente que es “hija legítima de D. Isidro Azurduy y de Da. Juliana Llanos”. ¿Por qué es importante ese dato? Es que la Juana Azurduy que conocíamos la mayoría, y que nació un 12 de julio de 1780, era hija de Mathías Azurdui, con “i”, y Eulalia Bermúdez.

La conclusión lógica del hallazgo es que la Juana Azurduy nacida en la fecha señalada no era la heroína que todos conocemos sino una homónima. A esa conclusión llegaron tanto Canedo como el periodista e investigador Fernando Suárez Saavedra que ya lleva cinco años trabajando en un libro sobre los mitos y realidades de doña Juana.

Los descubrimientos de Fernando son más perturbadores todavía.

Según las fuentes primarias que consultó, los restos de la guerrillera que se exhiben en el museo de la Casa de Libertad no son de ella. El verdadero cadáver de doña Juana no podrá encontrarse nunca ya que ella fue enterrada en el cementerio de Sucre pero en una fosa común, cerca de un molle. Entre 1891 y 1892 los árboles de ese lugar fueron retirados junto a los restos que estaban debajo y se plantó otros. Ni siquiera el niño que presenció el entierro pudo reconocer el lugar exacto años después.

Como se ve, hay mucha tela para cortar en lo que a la historia boliviana se refiere y hay temas en los que no está dicha la última palabra. Después de todo, la Historia es una ciencia social y, como tal, está sujeta a la evolución y los cambios de las sociedades humanas. Lo que corresponde es seguir investigando con el fin de poner luz en las páginas donde todavía hay tinieblas.

En lo que se refiere a doña Juana Azurduy de Padilla, coronela del ejército argentino y mariscala del boliviano, Suárez cree haber encontrado la documentación primaria que permite identificar a una, la verdadera.

La Juana Azurduy de Padilla que todos conocemos parece ser aquella que retrató Samuel Velasco Flor, su primer biógrafo, ya que sus datos sobre el matrimonio con Manuel Ascencio Padilla coinciden con los de la partida encontrada por Canedo.

Según Velasco, doña Juana, la nuestra, la de América, habría nacido en La Plata, hoy Sucre, el 8 de marzo de 1781.
A mí, que no soy historiador sino sólo un pinche periodista, me queda una pregunta: ¿por qué el facsímil de la firma de doña Juana que está en la tapa del libro de Querejazu dice “Azurdui”, con “i”?

A ver si alguien me responde…