Violencia contra la Mujer

EL HOMBRE SE HACE, NO NACE

Drina Ergueta

¿Y por qué me hacen ahora esto, a mí? Me insultan, me muestran en la televisión para que todos me conozcan como un monstruo. Me juzgan y me dicen que me darán 30 años de prisión sin derecho a indulto y hay quien quiere que me maten, que me cuelguen, que me lapiden, cuando antes toda la gente me quería, me aplaudía y se divertían con lo que hacía.

Es que no lo entiendo, si a mí me han querido más que a ninguno. Cuando nací, mi padre me alzaba en sus brazos, me lanzaba al aire y me cogía de nuevo con orgullo, decía que era su varón, su heredero, el que prolongaría el apellido a diferencia de mi hermana, a quien aupaba con más cuidado y le decía princesita, la reina de la casa, y luego ponía en brazos de mi madre.

Crecí corriendo por el patio, jugando al fútbol y rompiendo algún vidrio o maceta, entonces mi padre me cogía chicotazos, lo normal, para educarme. A veces también pegaba a mi madre, por sus problemas de pareja, también lo habitual, como en todas las casas ¿no?

En el colegio, de pequeñito, aprendí que cuando estamos sólo varones nos dicen “los niños” y que, cuando aparece una mujer, seguimos siendo “los niños”; mientras que cuando están sólo ellas son “las niñas” y que basta que uno de nosotros esté allí para que vuelva a ser “los niños”, qué chistoso ¿no? Es que somos mejores, pues.

“¡Niñitaaa! ¡Mujercitaaa!!”, así les decíamos a algunos en el colegio, para insultarles. Éramos pequeños. Más gradecitos les gritábamos: “¡Maricón!”, es que peor que ser mujer es ser marica. Es contra natura ¿no ve?
Luego, al volver a casa, cuando se me presentaba la oportunidad, al pasar le metía mano a alguna chica, era divertido, es una práctica que me quedó desde entonces. Es que, algunas, eso quieren, si no para qué provocan. A veces lo hacíamos en grupo, nos la pasábamos muy bien, luego ella no denunciaba, le daría vergüenza seguramente por ser tan cochina.

Es que las mujeres que no se hacen respetar nunca me han gustado. Sé que ya no está de moda, pero las prefiero puras, como debe ser una mujer para un hombre. Los hombres somos distintos, tenemos nuestras necesidades y por eso tenemos ese derecho, el de tener más experiencia.

Siempre he respetado a las mujeres, cuando se portan bien, y siempre he sido gracioso con ellas. Sí, siempre todos mis amigos y compañeros me han reído mis gracias con las mujeres, por ejemplo: si por la calle va pasando alguna, yo le digo algo bonito sobre su belleza, para que le guste, y a veces lo hago con un poco más de picardía y entonces todos se ríen, si hay oportunidad la toco también, je, je, je.

En las fiestas de carnaval me la paso lindo, bien bonito es. Me gusta participar cuando se cantan coplas, allí me esmero y me inspiro en mis amigas y compañeras de trabajo, las hago poner coloradas siempre. Luego, con los tragos, otra es la cuestión, ya es más en serio, quiero decir que las palabras voy a los hechos, ja, ja, ja, especialmente si es ella la que ha bebido. Sí, en carnavales nunca falla.

Bueno, con los años me casé. No me fue bien. Ella siempre me reclamaba, me pedía cosas, que trabaje y atienda un poco a los hijos, una vez me dijo que lavara los platos y de un manazo le saqué un diente. Así se tranquilizó un poco, luego comenzó con otras zonceras, que llegue temprano a casa, que por qué tengo que hacer viernes de soltero o ir de putas, esa vez le di duro ¡Porque soy hombre pues! ¿Tan difícil es de entender?

Las mujeres así son, muy fregadas, hasta quieren ganar igual que uno, que hacen el mismo trabajo dicen, a ver, ¿cómo van a hacer lo mismo, si son mujeres? Gracias deberían dar por dejarlas trabajar, aunque creo que su lugar está en la casa.

Hay que sentarles la mano. Eso lo aprendí de joven, una vez una chica me dijo que estaba embarazada, era la segunda vez, y quería dinero para “hacérselo curar”, yo le di un par ¿o sería más? de sopapos y entonces me dijo que no, que no estaba embarazada. La mañuda luego se ocultaba de mí, yo la seguí un tiempo y cuando la pillaba la volvía a escarmentar o la hacía asustar, era para que aprenda.

Es que las mujeres son más burras que nosotros, así no más es. Eso le decía yo a mi mujer, ¡burra!, ¡zonza!, ¡imbécil! y igualito seguía. Era tan bruta que quería que ponga el terreno que tengo también a su nombre, como si ella lo pagara, para eso sí que son vivas. Luego me vino con que se quería divorciar y me sulfuré tanto que se me fue la mano, allí se quedó. Ha sido su culpa, ¿cómo me dice que me va a dejar?

Ahora me veo en estas circunstancias, como si fuera mi responsabilidad. Les he contado todo para que vean que soy una víctima, yo he actuado como cualquier hombre haría. A ver, reconozcan pues, seguro que han hecho algo parecido en su vida. Lo último que ha pasado ha sido culpa de ella, acepto que se me ha ido la mano o sea que fue un accidente ¿No ve?

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"PULIDA" Y CÓMPLICE, PALABRA DE EVO

Drina Ergueta

Cuando el presidente Evo Morales hace afirmaciones que reflejan, indudablemente, el pensamiento de al menos una parte de la sociedad, esta forma de pensar se reafirma y hasta se confirma, si alguien duda, porque el liderazgo tiene ese poder, el de conceder razón y establecer verdades. El problema está cuando lo que hace es culpabilizar a la víctima.

“No soy experto”, “no entiendo”, “tal vez estoy hablando mal”, dice el Presidente en un discurso, en el que afirma rotundamente que la mujer también es la que “socapa” a su agresor, la que es “cómplice” y carente de valentía porque no denuncia al hombre que la está “puliendo”.

Luego de eso, aplauso general. No me invento, así dice la transcripción oficial del discurso que dio Morales hace unas semanas, cuando fue presentada la reglamentación de la Ley 348, contra la violencia hacia la mujer.

En su discurso, el Presidente cuenta historias, no dudo de ellas porque ninguna es fantasiosa y porque todas las personas las hemos escuchado antes o presenciado o vivido. Habla de experiencias en las que las mujeres terminan protegiendo a sus maridos que las golpean cuando alguien se presta a ayudarlas; de mujeres que dicen que no dejan a su hombre mujeriego por sus hijos y dependencia económica; de hombres con tres mujeres que golpean a la pareja oficial o a “la chola” porque le fueron infieles.

Evo Morales refleja lo que se dice en algunos sectores en la calle y se expresa con palabras del pueblo y en términos del vulgo que pueden que a algunas personas les ericen los vellos porque no corresponden a su alto cargo. Es posible que el Presidente quiera mostrarse así, sencillo en sus palabras, como siempre ha sido; aunque, por otra parte, se preocupa por ir vestido de forma más sofisticada. Pero mejor no me distraigo con otros asuntos.

Hablaba de frases que muchas personas las dicen en lo cotidiano y, para que se me entienda, las voy a comparar con otras situaciones.

Son frases similares a algunas de no hace muchos años, que eran algo así: “Estos indios sólo entienden a patadas”, “este yuqalla atrevido me molesta, ¿acaso me ha visto con pollera?”, “este país está tan mal por culpa de estos indios ignorantes y hediondos”, “la mayoría se ha ‘estrenado’ en un prostíbulo o con la sirvienta, estas cholas qué más no quieren”…

En los últimos diez años hubo cambios importantes. En los aviones y aeropuertos, en los cajeros y ventanillas de bancos, en los restaurantes finos, en los colegios y universidades caros, en los barrios “jailones”, en empresas y en directivas de cámaras empresariales, en las oficinas públicas, en los ministerios y en la silla presidencial, que eran de los blancos, ahora hay indígenas y gente empoderada en su cholerío. Ya era hora.

Antes el indígena aguantaba, no le quedaba otra, o de vez en cuando protestaba. Hoy esas frases ya no se dicen en voz alta y ante testigos de riesgo, hoy se sabe que el indígena tiene una estructura estatal que le respalda, se hicieron leyes y se aplicaron una serie de medidas para reducir el racismo y dar espacio a una población mayoritaria ajena en su tierra.

El indígena no era cómplice ni socapaba al blanco, era un pueblo sojuzgado por un sistema construido y mantenido para el beneficio de unos pocos por su condición racial. La raza y la clase social iban unidas, ahora hay indígenas en posiciones sociales altas y hay blancos venidos a menos.

Ahora los indios pueden defenderse porque tienen a un Estado que les respalda, no pasa lo mismo con las mujeres, para ellas las revoluciones no llegan porque de los cambios sociales hasta ahora se beneficia sólo un género, la estructura sigue siendo masculina.

Cuando una mujer sale en defensa de su marido cuando él la está golpeando y otra persona se ofrece a ayudarla, lo hace porque sabe que esa ayuda durará diez minutos y luego se quedará otra vez sola y con el marido más agresivo, que si llega la policía probablemente no cambiará nada y que también saldrá perdiendo.

Por otra parte, el sufrimiento por violencia machista se produce en un proceso, no es de un día para el otro y no es de agresión constante, sino que se intercala con temporadas de “abuenamiento” que se le llama de “luna de miel”, es la reconciliación luego de llantos, promesas de cambio y perdón. Luego vuelven los golpes, cada vez más violentos, en un ciclo cada vez más corto que puede terminar en feminicidio.

La violencia, además, no se muestra como tal, sino que va disfrazada de castigo aleccionador y de “lo hago por tu bien” y en ese camino de pesadilla que puede durar años la mujer va perdiendo todas sus fortalezas psicológicas, materiales y de relaciones de apoyo. Entonces, salir de ese espacio de agresión no es cuestión de voluntad ni de valentía, esto está estudiado por expertos, aunque tampoco es muy difícil de aprender.

Si una mujer sintiera que tiene toda una estructura social y de administración estatal de respaldo y de rechazo y sanción real a la violencia machista, si no se la culpabilizara constantemente por lo que ocurre, seguramente estaría más confiada, su entorno sería más acogedor y denunciaría. Seguramente, también sería más difícil que el hombre se anime a golpearla.

La mayor parte de la violencia hacia las mujeres está en la sociedad, en las frases, en las creencias, en las acciones a veces imperceptibles pero que dejan una huella más fuerte que un puñete. La violencia está en las instituciones como la familia, la iglesia, la escuela y el Estado que mantienen un sistema que da y asegura privilegios a los hombres. La violencia física es el resultado de todo eso.

El Estado no debe emitir un reglamento para “salvar su responsabilidad”, tiene que asumir su responsabilidad de garantizar la vida digna de las mujeres con un enfoque global que va mucho más allá de dar casas de albergue para las maltratadas.

Por supuesto que la educación que se recibe, en la de la casa y en la escuela, es vital y por eso no debe ser sexista y la calidad de no serlo se establece desde el Estado. Esa educación igualitaria también la transmiten, desde su posición de ejemplo a seguir, las dirigencias y los Padres (no hay madres) de la Patria.

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Género
La candidata a la vicepresidencia por el Partido Demócrata Cristiano (PDC), Tomasa Yarhui, confesó hoy que durante su niñez fue víctima de violencia intrafamiliar porque su padre, cada vez que se emborracha, golpeada a su madre y a todos los niños de la casa.
Género
Las causas principales para la violencia hacia la mujer en su mayoría responden a temas de infidelidad, celos y consumo de bebidas alcohólicas dijo Franklin Llanos, director de la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia de La Paz (Felcv).
Internacional
La policía en India investiga denuncias de que una joven enfermera que participó en la recuperación de una de las víctimas más conocidas de violación por pandillas en el país, fue secuestrada y violada también por miembros de una pandilla.

INFIDELIDAD QUE MATA

Mario Mamani Morales

Semanalmente tres mujeres mueren en el país en manos de sus agresores según las estadísticas que manejan los medios de comunicación masiva y se ha acuñado un nuevo término que se ha vuelto cotidiano: el feminicidio.

No hay día que no se escuche el maltrato físico, psicológico y moral que sufre el sexo femenino ya sea por un pariente cercano, el amante, el esposo o un desconocido. Las denuncias no son los que se conocen, hay mucho más porque se oculta por varias razones, este hecho ocurre en todos los estratos sociales, los más se guardan en secreto por lo de las apariencias, el apellido y “el qué dirán”.

¿Cuáles son las causas por los que sucede este fenómeno social que adquiere dimensiones alarmantes en la actualidad? La respuesta no es fácil, con seguridad pronto se publicarán estudios serios producto de la investigación que se hacen en las Casas Superiores de Estudio como también de organizaciones que se preocupan del asunto; pero de manera empírica es posible esbozar algunas circunstancias.

Esta aproximación permite anticipar que una de las causas principales es la infidelidad; pero no es por gusto ni porque sea una inclinación innata del ser humano; sino es la misma sociedad que origina las circunstancias, el entorno, la forma de vida que se torna conflictiva desde las últimas décadas del último siglo.

La crisis económica ha obligado que la pareja, hombre y mujer, comparta la responsabilidad de buscar el sustento familiar, por tanto, ambos fuera de casa; allí se conoce gente, se hacen amistades y como el dicho popular: “el diablo nunca duerme”. Así se inicia la desintegración familiar, se debilita el concepto de hogar y el cimiento de la sociedad, la familia, es afectada seriamente.

Afrontar esta crisis económica obliga a ampliar el margen de las relaciones sociales, compromisos, invitaciones a las que se debe asistir hasta para cuidar el trabajo ¿No ocurren peligros aquí? ¿No es estar más fuera de casa que con los hijos y la pareja? ¿Dónde comienzan los desacuerdos?

Otra de las causas que se atisban, a priori, es la educación. La escuela no es la misma de hace una generación donde se tomaba en cuenta la integralidad de la persona, además de la instrucción y enseñanza se incidía fuertemente en la conducta, la moral, los principios para hacer frente a las nuevas necesidades de la misma sociedad, cada vez más violenta y exigente, es que las maestras y maestros eran considerados como los segundos padres; hoy se ha quitado esa autoridad y se deja hacer y se deja pasar. Es necesario repensar en la responsabilidad de la escuela para los actuales tiempos.

Hay una pobreza más dura, más significativa y es aquella donde se carece de principios, de valores significativos que tienen que ver con el concepto de familia, de hacer frente a las debilidades que hacen a la carne y al espíritu.

La población económicamente activa de la sociedad de hoy es producto de las últimas reformas educativas, es en esta realidad social donde se vive las peores crisis familiares, plagadas de fantasías que brindan los medios de comunicación masiva, especialmente las de televisión y las redes sociales que han hecho que la pareja ya no comparta una sonrisa, un aliento mutuo, una palmada en el hombro de él o la compañera.

¿No es verdad que hoy se confía más en las amistades, los y las compañeras de trabajo, que en el  cónyuge? ¿No es mejor estar fuera más hora que en la casa para no convivir con la pareja? Sencillamente la intimidad, que hace a la esencia de pareja, ha quedado reducida a su mínima expresión si no insípida.

¿Volverán a bajar los índices sobre el maltrato familiar? ¿Las noticias alarmantes sobre feminicidio quedarán en el olvido o las cifras irán en crecimiento exponencial? ¿La sociedad, es decir, la vida en comunidad tiende a mejorar o vamos hacia nuestra autodestrucción?

Siempre en el campo de lo empírico, cuanto más decimos que nos acercamos a Dios con las fiestas santorales en todas partes y todas las semanas, atestadas de mixturas y alcohol ¿ayudamos a la consolidación de la fidelidad?

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DIGNIDAD CONTROLADA DE MUJERES DEL MAS

Patricia Alandia

Las escalofriantes cifras de feminicidios, de violaciones y agresiones en contra de mujeres, muchas de ellas cometidas por autoridades y políticos, arropadas por la impunidad y la inacción de las instituciones estatales, nos revelan que estos 9 años de “proceso de cambio”, de Estado plurinacional, descolonizador y despatriarcalizador, solo han servido para fomentar la impostura de los hombres ylas mujeres que están en el poder.

Felizmente muchas voces femeninas y masculinas no han permitidoque algunos casos queden sepultados por el silencio, y se han referido a ellos en sendos artículos de opinión; sin embargo,  creo necesario traerlos a este texto, no solo para argumentar mi posición —crítica sobre el rol que han jugado las mujeres del poder—, sino porque recordarlos, es, a veces, la única forma que nos queda de reivindicar a las víctimas.

Comienzo recordando el caso del diputado Justino Leaño, denunciado nada menos que por violar a su propia hija. Al respecto, la diputada Marianela Paco, quien, en el mes de mayo, realizó un tour por España para compartir los alcances de nuestras numerosas leyes a favor de los derechos de las mujeres, al parecer, no compartió que, en su calidad de miembro de la Comisión de Ética de la Cámara de Diputados, guardó elsilencio más vergonzoso en relación a Leaño. Después de que su correligionario, Javier Zavaleta, amenazara a su Comisión con seguirle un proceso por incumplimiento de deberes, la señora Paco, defensora intransigente de los derechos de la mujer, solo atinó a afirmar que no tenían la competencia para inmiscuirse en un caso que estaba en el Ministerio Público. Como era de esperarse, Leaño tuvo el tiempo y las condiciones necesarias para huir.

Otro caso para recordar es el de Adolfo Mendoza. En la denunciade violencia intrafamiliar, en contra del opositor Jaime Navarro,notablemente exaltada por la indignación, Gabriela Montaño condenó a su colega y afirmó que “si tuviera un poco de respeto con la sociedad boliviana, él debería pedir licencia a la Asamblea Legislativa Plurinacional, y defenderse ante los estrados judiciales”. Días después, en relación a una denuncia similar, pero que esta vez  involucraba a su amigo y correligionario Adolfo Mendoza, expresó que se trataba de un “tema privado”. Luego, frente a la amenaza de denuncias en su contra por su actitud cómplice, solo dijo que se investigaría el caso, añadiendo que lamentaba“que hayan[sic] mujeres parlamentarias que quieran utilizar el tema de la violencia contra las mujeres como un tema político partidario”.Está demás decir que no hubo tal investigación, y que el exsenador Mendoza, que siguió contando con el apoyo de la cúpula gubernamental, solo desistió de su candidatura por la presión social.

Otro caso lamentable es el de Teodoro Rueda, alcalde masistadel municipio de Pocoata, acusado de violación y feminicidio. Al respecto, la diputada Emiliana Aizalo defendió por haber sido “democráticamente elegido” y hacer una buena gestión, y lo disculpó “porquea veces pasa pues … los hombres son débiles en la situación de la cerveza”.
Y cómo olvidar los frecuentes y patéticos ataques públicos a mujeres por parte de Percy Fernández, quien, desde que se alió a Evo Morales, cuenta con la defensa de mujeres del MAS, como Leonilda Zurita, que también salió a defender al machista retrógrada Ciro Zabala.

Si bien la lista de autoridades y representantes del MAS que justifican a sus correligionarios en casos de violencia es abundante, me quedo con un último ejemplo, que es el de Alejandra Claros.Se trata de la Jefa de Gabinete presidencial, que salió del anonimato con la publicación desu libro para niñosLas Aventuras de Evito, financiadopor el Gobierno, y cuyo propósito fue “ofrecer a los niños un modelo a seguir”. La autodefinida socialista y, según el exeneferista Jorge Richter, analista política, decidió levantarla bandera de la lucha contra la violencia de géneroen programas televisivos de análisis político,fustigando a Doria Medida por su inaceptable actitud en el caso de Navarro.

Hasta ahí todo bien, pese a sus limitaciones comprensibles y su actitud indisimulada de vocera del MAS. Sin embargo, su bochornosa negativa para referirse a los casos de machismo y violencia ejercida por gente de su partido no solo que le resta credibilidad, sino que hacen insoportables sus apariciones mediáticas. Para esta señora, esposa de Sacha Llorenti (que no le quita méritos propios, pero que tampoco es un dato menor), pese a que se golpeó y arrastró a mujeres, se las denigró, se las separó de sus hijos, se les negó el derecho a expresarse y a luchar por su territorio, en síntesis, se conculcó sus derechos fundamentales, no se puede hablar de violencia en Chaparina porque la justicia aún no se ha pronunciado al respecto. Es decir, no es el tipo de violencia que la conmueva y la impulse a salir a los medios a denunciar.

Claros,al igual que Amanda Dávila, Gabriela Montaño, Betty Tejada y todas las ministras y parlamentarias del MAS que salieron a justificar las actitudes de su líder,está convencida de que Morales es un ejemplo;en consecuencia, para ella,el Presidente no es machista, y llamar a las mujeres masoquistas, porque “se dejan pegar”, “perforadas”; convocar a “conquistar” a mujeres indígenas para que renuncien a sus derechos, o tratar a mujeres como una tropa de calenturientas que sueñan con que el Presidente “las atienda”, es apenas un chascarrillo inofensivo, digno de celebrarse a mandíbula suelta, o de disculpar, porque es parte de la personalidad bromista y humilde de su jefe.

Si bien este artículo está centrado en las mujeres del MAS, no puedo dejar de referirme a las mujeres de la oposición. Aunque han tenido menos oportunidades de poner a prueba su dignidad y coherencia política, las inaceptables y rebuscadas respuestas justificadoras en el caso de Navarro y Doria Medina, al interior de UD, no son muy alentadoras, y nos señalan un camino de sumisión y de actuación ética similar a la de las mujeres del MAS.

Con este panorama, me pregunto si estas mujeres cuentan con algún dispositivo que enciende su sentido de dignidad, cuando un opositor agrede a una mujer, y se apaga, cuando se trata de su jefe o de uncorreligionario, o si simplemente carecen de los principios que dicen defender. Todo nos lleva a pensar que utilizan el discurso de equidad de género según los dictámenes de sus jefes varones, y que han asumido que su lugar en el poder es una concesión que deben agradecer y defender con las actitudes más obsecuentes.

Ojalá algún día sean conscientes de sucuota de responsabilidad en la pérdida de la oportunidad transformadora que la Asamblea Constituyente sembró. Nadie podría culparlaspor el machismo y la violencia existentes, pero indudablementeestosse alimentan de sus temores, su cobardía, sus intereses mezquinos y  su oportunismo.

Sin embargo, la ciudadanía, queya no espera nada de ellas, ha constatado que el único camino es la movilizacióndigna, sin mordazas, sin cortapisas ni autocensura. Ahora las mujeres estamos en las calles, en las redes sociales, en los medios de comunicación, denunciando no a uno, sino a todos los machistas. Por ahora la consigna es“Machistas fuera de las listas”; ya salieron dos…y vamos por más.

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SER MUJER EN BOLIVIA

Raúl Peñaranda U.

Siete de cada diez mujeres bolivianas sufren algún tipo de maltrato (físico, intelectual, emocional, etc.), la segunda cifra más alta de las Américas. En la mayoría de los casos es la pareja o la expareja la que genera esas agresiones.

“¿Ustedes son perforadoras o perforadas?” (Presidente Evo Morales hablando con trabajadoras perforistas de YPFB, entre las risas de sus asistentes).

Cada año se registran unas 14.000 denuncias de violencia sexual contra mujeres, niñas y adolescentes. En el 41% de los casos los fiscales desestiman las denuncias y no inician investigaciones. Sólo el 0,04% concluye con una sentencia para el violador.
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“Cuando voy a los pueblos quedan todas las mujeres embarazadas y en sus barrigas dice ‘Evo cumple’”. (Presidente Evo Morales, entre las risotadas de sus adherentes).

Las mujeres presentan en Bolivia unas 50.000 denuncias de violencia cada año. El 71,2% de los casos fue rechazado por los fiscales por “falta de pruebas”. El 1% terminó en una condena.

Justino Leaño, diputado suplente del MAS, fue acusado de haber violado a su hija de ocho años. La denuncia fue presentada ante el Ministerio Público de Potosí. Leaño fugó con la complicidad del Ministerio Público tras ser sentenciado a 23 años de prisión
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40% de las mujeres en Bolivia experimenta durante su vida algún tipo de agresión sexual. Diez mujeres mueren cada mes víctimas del feminicidio en Bolivia. El 37,2% de las víctimas tenía 20 años o menos.
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Domingo Alcibia, asambleísta departamental de Chuquisaca, militante del MAS, violó a una mujer en estado de ebriedad en el salón de deliberaciones de esa entidad. Los hechos fueron grabados por una cámara de seguridad. Alcibia no ha sido sancionado penalmente.
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La periodista Hanalí Huaycho fue apuñalada 15 veces, delante de su hijo de cinco años, por el que era su esposo, el teniente de Policía Jorge Clavijo. Pese a las decenas de denuncias que hizo Hanalí contra Clavijo, ni la Policía ni la Justicia procedió jamás a una investigación seria sobre el caso. La familia de la víctima duda de que un cuerpo encontrado en Yungas sea el de Clavijo.
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“Culpa de un malentendido, a la hermana de Cicuta, porque tiene 20 novios, todos la llaman de pu… / Algo que me dejó absorto, que a una piba de 11 años casi le rompen el or… / Ay la hermana de Pirulo y pensar que hace dos años tenía tan lindo el cul…”. (Estrofas cantadas por el alcalde de Santa Cruz, Percy Fernández, celebradas con risotadas por el presidente Morales y el entonces ministro Carlos Romero).
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“Bartolina Sisa tiene mucha fama, por eso las llevo directo a mi cama / Ahora las ministras van por los balcones, pidiendo limosna para los calzones”. (Presidente Morales).
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“He preparado un papelito, y además se decidió muy claramente si el Jaime no quiere ya no va a trabajar conmigo; si vos no quieres, no te puedo decir que no vas a trabajar conmigo (...), pero te voy a mandar a trabajar a Trinidad. Así de claro (…) esta es una amenaza”. (Samuel Doria Medina, en conversación con la exesposa del dirigente de UD, Jaime Navarro, a quien acusó de haberla golpeado. Navarro renunció a su candidatura).

Adolfo Mendoza, ex senador del MAS, fue acusado por su esposa de haber ejercido contra ella golpizas. Mendoza renunció como candidato a senador por el partido de Gobierno.

“Debemos enseñar a las mujeres a cómo comportarse para no ser objetos. (Candidato a senador por el MAS, Ciro Zabala; ingresó en la carrera electoral en reemplazo de Adolfo Mendoza).

En Bolivia, los medios relatan espantosas formas de violencia física contra la mujer, como haber sido heridas con un taladro, quemadas con un soplete de soldador, arrojadas de un puente, encerradas durante días sin comida ni agua, acuchilladas, golpeadas con palos y piedras, quemadas, desfiguradas con ácido, etc. Se estima que el 1% de esos casos termina con una sentencia ejecutoriada contra el agresor. La ley contra la violencia aprobada por el MAS el año pasado no ha servido, como se predijo, absolutamente para nada. Las mujeres deben seguir organizándose para, acompañadas por los hombres, luchar contra esta desgracia. /Fuentes: ONU Mujeres, CIDEM, Defensoría del Pueblo, Ministerio Público, medios de comunicación.

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¡YA SOMOS MULTITUD!

Jenny Ybarnegaray Ortiz

El 14 de noviembre de 2009, en medio de la campaña electoral de ese entonces, escribí una airada carta a Evo Morales que circuló en medios y redes sociales bajo el título “Presidente Evo: exijo respeto a las mujeres”, en la que le señalé sin eufemismos mi profunda indignación frente a sus expresiones de irreverente y descarado machismo. Tengo la certeza de que esa carta le llegó, que le fue leída y explicada. Por eso, cuando él se disculpó en un acto público, le escribí otra carta bajo el título “Gracias, Presidente Evo”, y es que en ese momento creí en la sinceridad de su disculpa… 

Sin embargo, en este segundo periodo de gobierno, Evo Morales no hizo otra cosa que reafirmarse en su rol de “gracioso bromista”, colocándose él mismo como modelo de macho cabrío, lo que dio razón a todas las personas que me recriminaron por mi segunda carta. Cada vez que lo hace se me revuelve el estómago y observo con honda preocupación cómo y cuánto celebra su entorno (particularmente “sus” mujeres) la chorrada de dislates del “jefazo” lo que, a mi juicio, habla quizás peor de ellas que de él mismo. La “bromas” del presidente suben de tono al mismo tiempo que se multiplican las denuncias en contra de sus correligionarios, denuncias que muestran cómo éstos pasaron de las bromas a los golpes, de ahí a la violación e incluso al feminicidio, superando con creces al modelo que representa para ellos el “número Uno”. Entre ellos, salvo Justino Leaño que “se fugó” después de haber sido sentenciado por haber violado sistemáticamente a su hija desde los 9 años de edad, ninguno cuenta hoy con sentencia ejecutoriada, pese a la gravedad de sus crímenes. 

Esto ocurre en la escena pública, desde donde los violentos de palabra, de obra y omisión reciben permanentemente una señal inequívoca: la violencia en contra de las mujeres goza de plena impunidad. No bastó la promulgación de la ley 348, arrancada a fuerza de gritos y marchas a un gobierno que se ufana de ella para “demostrar” su voluntad de enfrentar la violencia en contra de las mujeres, para frenar la escalada que parece no tener fin.

Entonces ¿por qué ha de extrañarnos que ésta se incremente cada semana llegando a cifras que espeluznan hasta al más desentendido en el tema? Lo mismo ¿por qué nos debe llamar a la indignación que Percy Fernández pose su asquerosa mano en las nalgas, las piernas o cualquier parte del cuerpo de una mujer que se le acerca? ¿Qué de raro puede tener que el candidato a senador del MAS por Cochabamba, Ciro Zabala, diga  que se debe enseñar a las mujeres a “cómo comportarse” para que no se conviertan en un “objeto” atractivo para los violadores  o delincuentes y que, de yapa, el candidato/presidente de ese partido lo disculpe con la excusa de que “no es político y no sabe pensar”? ¿O que el candidato a presidente, Samuel Doria Medina le diga a la “ex-concubina” –que no es la exesposa, como tuvo a bien aclarar la “verdadera ex”– de Jaime Navarro “…Si no quieres (el arreglo que te ofrezco), si insistes con tus abogados, con tus huevadas (sic), vas a ser destinada a Trinidad”? 

Es más ¿por qué debiera de llamarnos la atención que en medio de esta escena grotesca, aparezcan las mujeres de esos partidos jugando al triste y ladino rol de justificadoras de sus correligionarios, que cuando no callan otorgan y cuando otorgan defiendan con más “convicción” que ellos mismos lo que estos hacen/dicen/piensan? ¿Y por qué debiéramos de extrañarnos que cuando el machote es de su partido actúen de ese modo, pero cuando es del adversario se rasguen las vestiduras y trasuden “feminismo”? No, nada de esto debiera de provocarnos el menor asombro. 

Pero sucede que, pese a ello, cada vez más mujeres, al lado de muchísimos hombres, pasamos de la extrañeza a la indignación y de la indignación al grito/consigna ¡¡¡#MachistasFueraDeLasListas!!! Mujeres que, en medio de esta cochina “guerra electoral”, ya estamos hartas de ser moneda de intercambio de los partidos para sus mutuas acusaciones, que estamos asqueadas de que se banalice la violencia en contra de las mujeres, que ya sabemos que “cada tres días muere una mujer en Bolivia por violencia machista o inseguridad” (CIDEM) y que cada día se registran cientos de denuncias de violencia en contra de mujeres en todo el país; que sabemos también que las denuncias provienen de apenas un ¿treinta por ciento? de las agredidas y que en este instante, mientras escribo estas letras, en algún lugar de este país algún hombre está golpeando, maltratando, insultando, violando a una mujer. Además sabemos que, mientras algún violento está haciendo eso, alguien se está preguntando por la culpa de la víctima y que esos “alguien” se reparten por igual entre mujeres y hombres.

Por eso, este primero de septiembre saldremos a marchar, para mostrarle al país y al mundo que lo que está pasando en Bolivia ya se asemeja a una “guerra de baja intensidad”. Una guerra donde, de una parte estamos las que provocamos con nuestra “mala educación”, con nuestros escotes y nuestras minifaldas, con nuestro atrevimiento a ser libres, con nuestra mala costumbre de andar por calles oscuras, con nuestra pésimo hábito de emborracharnos en las fiestas, con nuestra simple y llana presencia en este mundo, y del otro lado están quienes se han ganado por mérito propio y mucho esfuerzo el derecho a ser nuestros patrones, nuestros maestros, nuestros castigadores, quienes se toman la atribución de chantajearnos para aceptar SUS soluciones a NUESTROS problemas, bajo amenaza de mandarnos a “trabajar a Trinidad”, a quienes nuestra amistad no les interesa cuando no aceptamos sus consejos y un largo etcétera. Una guerra tan dispareja en la que a la fecha, y en lo que va de este periodo de gobierno, ya hemos perdido 453 hermanas muertas en manos de feminicidas, y cientos de miles de hermanas heridas de cuerpo y alma, muchas de las cuales ni siquiera se atreven a denunciar.

Que sepan bien los “señores autoridades” que esta marcha ha sido convocada desde nuestra ciudadanía libertaria, que en esta marcha no se distribuirán fichas ni refrigerios, que no se harán promesas ni se dará prebendas, que cada mujer y cada hombre que a ella asista lo hará desde su propia convicción, desde su propia indignación, y que si nuestras muertas al Estado, a los candidatos y a las candidatas les importa un reverendo carajo, a nosotras ¡sí nos importan y ya somos multitud de voces que hablan por ellas y con ellas!

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