Opinion

DEBILIDADES COMO ESTADO
A ojos vista
Mario Mamani Morales
Martes, 3 Septiembre, 2013 - 21:03

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Si asumimos que todos los bolivianos somos corresponsables de todo cuanto pasa en el Estado, autocríticamente aceptaremos que la llegada del presentador de noticias de CNN, Ismael Cala, la fuga del senador Pinto hacia Brasil, la tragedia ocurrida en la cárcel de Palmasola en Santa Cruz, son algunos hechos que demuestran lo endeble de nuestra institucionalidad.

En el tratamiento de cobertura al caso Ismael Cala, se ha demostrado que algunos medios de comunicación han hecho apología de la soberbia, carácter iracundo e irrespetuoso frente al Presidente del Estado Plurinacional por parte del afamado presentador de noticias, quien en el léxico cubano es considerado simplemente como “gusano”; pero en Bolivia encumbrado hasta lo máximo en el escenario de la noticia.

En ninguna parte de otro Estado se permitiría que un entrevistador haga mofa irreverente del Primer Mandatario de su Nación, porque es cuestión de identidad, sentido de pertenencia y defensa del país en que uno vive y se realiza, además tener el criterio puro de sentido de patria.

Esta es una clara muestra de la debilidad porque se demuestra que algunos hijos de esta patria permiten con facilidad la ofensa a su Presidente, o ¿simplemente debe pasar porque el Mandatario es indígena, no pertenece a la alcurnia de lo tradicional, o la falta de comprensión de que la acera del frente también es Patria?

En el caso del senador Pinto se desvela que varios aspectos de nuestra institucionalidad están débiles: la capacidad de negociación en las relaciones internacionales; la seguridad del Estado porque se recorrieron tantos cientos de kilómetros en un motorizado sin que exista un mínimo de inteligencia policial o militar, aún más tratándose de extranjeros que realizaron una acción operativa seguramente perfecta para ellos; la justicia boliviana que se vio impotente de actuar para sancionar delitos calificados de comunes.

Otra vez los medios de comunicación invaden el escenario informativo con todos los detalles del caso, se ocupan aperturas de periódicos durante varios días con el asunto, los noticiosos abarcan muchas horas y se prevé que esto continuará  porque “eso sí es noticia”.

¿Cuánta gente no quisiera pedir cobijo en alguna embajada y recibir ese trato para poder huir del país? ¿No hay gente encarcelada porque simplemente tomó una oveja del rebaño ajeno para saciar el hambre? ¿Es el caso del senador? ¿No se debe demostrar la inocencia y la inculpabilidad dentro del marco jurídico? ¿Dentro de la iglesia evangélica no se pone en “disciplina” a lo que desobedecen los principios bíblicos? ¿No se debe defender que una persona es inocente hasta que no se pruebe lo contrario? ¿Si alguien sabe que no es culpable, entonces por qué huir?
Otra muestra de la debilidad del Estado es la tragedia en Palmasola, más de una treintena de personas fallecidas. Lo peor, muchas de ellas sin tener sentencia, es decir, se presume que eran inocentes; pero privadas de libertad.

El acceso a la justicia es un tema pendiente y a la vez un desafío para el Estado, no importan aquí la politiquería partidaria, más bien debe ser tratada como una necesidad no de gobierno sino de política de Estado, a la vez urgente porque cada vez las cárceles bolivianas tienden al hacinamiento por las características económicas y sociales en que se desarrolla el país.

Si bien el sustento de una sociedad es la economía, dentro de ésta está concebida la educación, sistema de mediación entre la sociedad civil y el Estado, pero que tiene que estar presente en la realidad organizacional e institucional, de manera que se construya una sociedad fuerte, con soberanía y razón de ser totalmente independiente.

Dentro de la corresponsabilidad ciudadana todos somos agentes de construir el país, fortalecer la institucionalidad en el respeto de los parámetros jurídicos y normativos, pero también de identificación plena con los intereses supremos de país o Estado.

Cuando se trata de los colores bolivianos, independientemente de quien gobierne; pero dentro del marco democrático, todos somos corresponsables de construir el Estado, por tanto, ver los acontecimientos como desde el palco es fácil pero irresponsable, porque así no se asume una identidad ni sentido de pertenencia.